Vol. 78/No. 36 13 de octubre de 2014
El 22 de septiembre, aviones de combate, drones y portaaviones estadounidenses lanzaron una descarga de bombas y misiles de crucero contra 14 objetivos del EI. en cuatro provincias de Siria, según un comunicado emitido por el Comando Central de Estados Unidos.
Además de atacar al EI, ocho de los bombardeos estadounidenses fueron realizados al oeste de Aleppo, la ciudad más grande de Siria, contra un rival del EI, afiliado a al-Qaeda. La operación mató por lo menos a siete combatientes y ocho civiles, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos.
Según informes, 18 ataques golpearon a Raqqa. Esta ciudad de 220 mil habitantes es de hecho la capital del EI. Fue un foco de la rebelión popular contra la tiranía del presidente Bashar al-Assad. Pero la lucha de masas y el espacio político que fue abierto ahí ha sido reprimido por el EI.
Como parte de la fachada política que le dieron a la operación, la declaración norteamericana enfatizó que “naciones aliadas” —que incluyen a las monarquías de Jordania, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrain y Arabia Saudita— habían “tomado parte o apoyado” el bombardeo.
La Casa Blanca está comprometida a limitar su intervención a bombardeos y operaciones secretas de fuerzas especiales, los cuales por si solos no pueden asestar un golpe decisivo al EI. “Tras seis semanas de ataques aéreos estadounidenses, las fuerzas del gobierno iraquí apenas han desplazado a los extremistas sunitas del EI de sus posiciones en no más de una cuarta parte del país”, escribió el New York Times el 22 de septiembre. El apoyo al envío de tropas terrestres está creciendo en sectores de la clase gobernante de Estados Unidos, así como la idea que sería atractivo establecer una colaboración militar con el régimen de Assad.
Durante el transcurso de la guerra civil que ha durado tres años, Washington ha rehuido una intervención militar en Siria, y en su lugar ha optado por observar la liquidación de las fuerzas de oposición, mientras son masacrados decenas de miles de civiles y millones son desplazados. Aunque los gobernadores estadounidenses se oponen al gobierno de Assad y diosolo dan apoyo de palabras a la oposición, también temen que la rebelión contra su régimen lleve a los trabajadores y agricultores hacia una lucha contra sus explotadores capitalistas y terratenientes.
En el norte de Siria, las fuerzas del EI han avanzado hacia la ciudad de Kobani, bajo el control de los kurdos, amenazando los logros del pueblo kurdo ahí durante la guerra civil contra el régimen de Assad.
En 2012 las fuerzas kurdas ganaron el control de sus tierras en Siria, conocidas para los kurdos como Rojava (Kurdistán Occidental) y han repelido las ofensivas de varias fuerzas islamistas. Rojava abarca áreas en el noreste de Siria cercanas a la frontera con Iraq y en el norte a lo largo de la frontera con Turquía, que incluye Kobani.
Con el apoyo de tanques y vehículos blindados, los combatientes del EI lanzaron una ofensiva el 16 de septiembre, apoderándose de más de 60 aldeas en las cercanías de Kobani y provocaron la evacuación de decenas más. Como resultado, más de 130 mil kurdos huyeron hacía Turquía del 19 al 21 de septiembre, según funcionarios turcos.
Aunque Washington y sus aliados imperialistas han buscado debilitar la lucha del pueblo kurdo por una patria, quieren que el EI sea derrotado. El carácter cada vez más soberano de Kurdistan en Iraq es un hecho que los gobernadores capitalistas desde Turquía a Irán y Estados Unidos han llegado a reconocer a regañadientes y Washington ha estado proporcionando armas y entrenamiento al Peshmerga de los kurdos, aunque sea poco.
Más de 300 miembros del Partido Obrero de Kurdistan (PKK) de Turquía se han unido a combatientes sirios del Comité para la Protección del Pueblo Kurdo (YPG) para defender a Kobani. El 9 de septiembre, oficiales del Peshmerga dijeron que aunque están involucrados en batallas diarias con las fuerzas del EI en Iraq, están preparados a ayudar a los kurdos en Kobani.
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