Vol. 79/No. 36 12 de octubre de 2015
El ex secretario del tesoro Lawrence Summers manifestó su oposición a una alza de las tasas de interés porque la crisis de producción y su efecto sobre el empleo durará mucho tiempo. “La idea de que se promueve la estabilidad financiera dándole un shock a los mercados me parece errónea”, dijo al Wall Street Journal el 16 de septiembre, el día previo a la votación de la Fed.
“El principal impacto de suprimir los tipos de interés es estimular la especulación en busca de rendimiento”, escribió el gerente de fondos John Hussman el 21 de septiembre en una carta a inversionistas. Su efecto, dijo, es “disminuir la acumulación de capital productivo a largo plazo, y fomentar burbujas y caídas en serie”.
La depresión en Estados Unidos no es resultado de una política particular del gobierno, ni tampoco existe alguna política que la pueda resolver. La crisis tiene sus raíces en una tendencia a la caída de las ganancias, y la disminución de la producción, el comercio y el empleo capitalistas, los cuales se han venido desarrollando por décadas.
En respuesta a la caída económica de 2008-2009, la más precipitada desde la Gran Depresión de los años 1930, el gobierno puso en marcha medidas de “estímulo” con esperanzas de revitalizar la producción. Además de bajar los tipos de interés hasta casi cero, la Reserva Federal inició un programa de seis años de “flexibilización cuantitativa”, un proyecto de impresión de dinero para inundar al sistema financiero con fondos.
Pero con la bajada en los márgenes de ganancias, la gran mayoría de los patrones no invierten en la contratación de trabajadores, ni en expandir la capacidad productiva, no importa qué tan barato sea obtener prestamos. En cambio, optan por especular en “activos” de papel, desde bonos y derivados financieros hasta fondos de alto riesgo y acciones en la bolsa, cuyos precios han alcanzado niveles récord.
Tomó cinco años para que la producción industrial alcanzara de nuevo los niveles que tenía antes de 2008. Y los patrones lograron esto con 2 millones de trabajadores menos a través de la aceleración de la producción y la intensificación del trabajo, lo cual ha conducido a peores condiciones de seguridad. Según el Departamento del Trabajo, las fatalidades en los centros de trabajo subieron el año pasado a 4 700, la cifra más alta en seis años.
La producción industrial en Estados Unidos sigue estancada. En agosto la actividad fabril cayó a su nivel más bajo desde mayo de 2013, mientras que la utilización de la capacidad cayó del 78 por ciento a 77.6 por ciento. Aunque la tasa oficial de desempleo había caído del 10 por ciento en octubre de 2009 al 5.1 por ciento en agosto de este año —un argumento que algunos usaban para subir los tipos de interés— estas cifras no representan fielmente a los millones de trabajadores que no pueden obtener empleo a tiempo completo ni los millones más que las estadistas gubernamentales consideran demasiado desalentados para incluirlos como parte de la fuerza laboral.
En medio de la recuperación capitalista, muchos trabajadores han sufrido perdidas salariales, según un nuevo informe del Proyecto Judicial del Empleo Nacional. Entre 2009 y 2014, los salarios reales cayeron un 8.9 por ciento para los cocineros de restaurante y un 6.2 por ciento para los asistentes médicos domiciliares.
Una de las razones ofrecidas por la Reserva Federal para no aumentar los tipos de interés fue su preocupación por los “acontecimientos en ultramar”. Algunos de ellos tenían esperanza en que el crecimiento económico de China sería una escapatoria de la crisis, pero por el momento, el debilitamiento de la producción y el comercio en ese país —una fase normal del capitalismo, especialmente en tiempos de crisis— está produciendo una reacción en cadena a nivel mundial. Las autoridades chinas proyectan para este año la cifra de crecimiento más baja en más de dos décadas.
El valor de las exportaciones brasileñas a China cayó en un 19 por ciento en los primeros siete meses del año. Beijing es el socio comercial más grande de Brasil, con grandes compras de mineral de hierro, soya y otras mercancías. Durante el año pasado unos 900 mil empleos fueron eliminados en Brasil.
Portada (este número) |
Página inicial |
Página inicial en versión de texto