Vol. 80/No. 2 18 de enero de 2016
Al igual que las anteriores, las negociaciones en París se centraron en las rivalidades imperialistas, mientras las familias gobernantes en Washington, Berlín, París y otros países competían para sacar ventajas de negocio y comercio, suprimir la competencia de las “naciones emergentes” como China, India y Brasil, y dar pasos para mantener a los trabajadores en esos países bajo control, e ignoraron la necesidad de la electrificación y el desarrollo industrial en el mundo semicolonial.
Desde que la ronda de negociaciones en 2009 en Copenhague, Dinamarca, se derrumbara sin llegar a un acuerdo, el presidente Barack Obama ha insistido en llegar a algún tipo de acuerdo como parte de su “legado”. Obama elogió el acuerdo de París como “un punto de inflexión para el mundo”, y “la mejor oportunidad que tenemos para salvar el único planeta que tenemos”.
Las cumbres anteriores sobre el clima fracasaron cuando los intereses encontrados de los capitalistas hicieron imposible llegar a un plan concreto y su implementación.
Este método fue abandonado en París. El nuevo acuerdo establece una “meta” abstracta, de no permitir que la temperatura del planeta aumente más de 3.6 grados Fahrenheit de los niveles existentes antes del comienzo de la revolución industrial, y luego, “seguir trabajando” para mejorarlo. El único requisito en el acuerdo es que los firmantes elaboren y publiquen un plan para reducir las emisiones en sus países y, a partir de 2023, realizar una cumbre cada cinco años para oír cómo van las cosas.
Obama tenía una razón adicional para insistir en un acuerdo no obligatorio. De esta manera puede aprobarlo bajo una orden ejecutiva sin tener que presentarlo al senado para su aprobación, donde hubiera sido rechazado. La mayoría de los republicanos y muchos demócratas se oponen al acuerdo porque interfiere con el poder imperial de Washington.
Después de la conferencia sobre el clima en Kyoto de 1997, varios gobiernos europeos se comprometieron a reducir las emisiones de dióxido de carbono. El acuerdo de París anula estas promesas. El presidente francés François Hollande anunció inmediatamente que París revisaría sus metas antes de 2020 e invitó a otros a hacer lo mismo.
Es una promesa fácil, ya que no tendrá ninguna consecuencia para Paris a la misma vez que presiona a sus rivales. Francia obtiene más del 75 por ciento de su electricidad de plantas nucleares —las cuales no producen dióxido de carbono— mucho más que cualquier otro país de Europa.
El gobierno alemán decidió en 2011 eliminar sus plantas nucleares y reemplazarlas con energía solar y eólica. Mientras tanto, la dependencia en el carbón, que representa casi la mitad de la electricidad producida en el país, ha aumentado.
El negocio de “limites e intercambio” de derechos de emisión, que se inició a principios de 2000, casi ni fue tocado o discutido. Estos esquemas implican el establecimiento de límites generales en las emisiones de carbono pero permiten a las empresas y los gobiernos a comprar y vender el “derecho” a contaminar. El suministro abundante de estos créditos ha causado que el precio caiga de 32 a 4 dólares por tonelada de carbono, lo que hace que sea mucho más barato comprarlos que invertir en tecnología menos contaminante.
Muchos capitalistas esperan que las decisiones de la conferencia ofrezcan nuevas oportunidades para el lucro “verde”. “El mercado global de productos y servicios con bajas emisiones de carbono ya se valora en 5.5 billones de dólares al año y este acuerdo propulsará la cantidad de capital que persigue nuevas oportunidades de inversión de bajo carbono”, dijo al Financial Times Abyd Karmali, director general de financiación climática del Banco de America Merrill Lynch, el 13 de diciembre.
Una característica de todas las negociaciones sobre el clima han sido los intentos de Washington y otros países para frenar la creciente competencia de China, India y otras “economías emergentes”. Argumentando que China es la principal causa de contaminación de carbono en el mundo, e India la cuarta, hacen piadosas declaraciones de salvar el medio ambiente, exigiendo luego que los capitalistas de estos países corten drásticamente sus emisiones de carbono.
Pero las emisiones de Estados Unidos son casi tres veces más altas per cápita que las de China y 10 veces más que las de India.
La conferencia —en la que participaron alrededor de 40 mil personas— fue rodeada por hordas de delegados de organizaciones no gubernamentales, especuladores ambientales y grupos mejor conocidos por declarar que el mundo llegará a su fin a menos que todos los trabajadores renuncien a sus “privilegios”.
La expansión de la energía es absolutamente necesaria par el desarrollo económico y cultural de los pueblos de África, Asia y América Latina. Según la Agencia Internacional de Energía, 1.2 mil millones de personas, el 17 por ciento de la población mundial, todavía no tenía acceso a la electricidad en 2013 y muchos más dependen de fuentes de mala calidad.
Está en los intereses de la clase trabajadora el luchar junto a los trabajadores del mundo semicolonial por la expansión de la electrificación y el crecimiento industrial. Estos pasos expanden la clase obrera y abren la puerta a una mayor solidaridad mundialmente.
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