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Vol. 80/No. 4      1 de febrero de 2016

 
(artículo principal)

Washington persigue trato con Teherán y Moscú

Busca estabilidad en pro de sus intereses

AP/Christoph Schmidt

Miles de personas protestan en Stuttgart, Alemania, el 16 de enero contra ataques y discriminación hacia refugiados y agresiones sexuales contra mujeres durante la noche de año nuevo.
 
POR MAGGIE TROWE
La implementación del acuerdo nuclear entre Washington y Teherán marca otro avance en los esfuerzos de los gobernantes norteamericanos para lograr un cese al fuego en la guerra civil en Siria, hacia la acción común para atenuar al Estado Islámico, la estabilización del Medio Oriente devastado por la guerra y para proteger sus intereses.

El acuerdo, impulsado por el presidente Barack Obama, entró en vigor el 16 de enero cuando los inspectores de la ONU verificaron que Teherán había extraído el núcleo del reactor nuclear en Arak y cubierto sus instalaciones con cemento, desactivado más de 12 mil centrífugas de enriquecimiento y enviado 12.5 toneladas de uranio parcialmente enriquecido para almacenarlo en Rusia.

Washington y sus aliados empezaron a levantar las severas sanciones económicas que golpean con particular fuerza a los trabajadores en Irán. Teherán liberó a cuatro prisioneros estadounidenses y Washington a siete iraníes encarcelados en Estados Unidos.

Teherán ahora tendrá acceso a unos 100 mil millones de dólares en bienes congelados, al comercio con Washington y otros países, y podrá reiniciar la venta de petróleo en el mercado mundial.

El ‘orden mundial’ concertado por Washington y sus aliados imperialistas durante décadas se está desmoronando.

Las movilizaciones populares en Siria en 2011 que fueron suprimidas por el régimen de Bashar al-Assad llevaron a un conflicto armado. El débil gobierno iraquí, en el que predominan las fuerzas dirigidas por chiítas, miran hacia Irán y enfrentan una masiva desconfianza por parte de la mayoritaria población sunita y kurda. En este contexto, las fuerzas reaccionarias del Estado Islámico conquistaron extensas áreas en Iraq y Siria, deviniendo un golpe a los trabajadores y agricultores de la región y un reto al dominio imperialista.

Desde 2011 han muerto más de un cuarto de millón de personas en Siria y la mayoría de la población ha sido desplazada de sus hogares. Hay más de 4 millones de refugiados en Turquía, Líbano, Jordania, Iraq y Egipto, y otros centenares de miles han buscado refugio en Europa.

Los que permanecen en Siria sufren los intensos bombardeos del régimen de Assad o la brutalidad del Estado Islámico. El pueblo kurdo ha ganado control sobre gran parte de su territorio en Siria e Iraq.

Washington necesita la ayuda de los gobiernos capitalistas de Irán y Rusia, y de Assad, para terminar con la anarquía y la guerra.

“Este cambio requiere una relación más estrecha con Irán”, escribió George Friedman en su columna semanal Geopolitics del 18 de enero. “Esto implica apartarse de los sauditas, que temen a los iraníes, y permitir que crezca la fricción en las relaciones entre Estados Unidos e Israel”.

“Irán y Estados Unidos no son amigos”, dijo Friedman. “Existen intereses, y ambos comparten el de destruir al Estado Islámico”.

Irán tiene una economía industrial moderna y una sustancial clase trabajadora. Su población de casi 80 millones es dos veces y medio más grande que la de Arabia Saudita.

Al plan de Washington le quedan muchos obstáculos por superar. Los conflictos entre Teherán y Riad, Ankara y Moscú, y la insistencia de Ankara de priorizar sus ataques contra los kurdos sobre la lucha contra el Estado Islámico amenazan con destruir cualquier paso para reducir el conflicto.
 
 
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