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Vol. 80/No. 17      2 de mayo de 2016

 
(especial)

Lecciones de 1934: Mediadores no son ‘amigos de trabajadores’

 
La historia del trotskismo americano, 1928-1938: Informe de un participe es uno de los libros de Pathfinder en promoción durante el mes de abril. Contiene 12 discursos pronunciados en 1942 por James P. Canonn, dirigente fundador del movimiento comunista en Estados Unidos. En aquel entonces, los comunistas empeñados en la construcción de un partido proletario que emulara a los bolcheviques ante la contrarrevolución estalinista en la Unión Soviética y su traición del marxismo, se identificaban como trotskistas.

Cannon fue secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores hasta 1953 y luego su presidente nacional hasta 1972. Este extracto es del capítulo “Las grandes huelgas de Minneapolis”. Copyright © 1944 por Pathfinder Press. Publicado con autorización. Para adquirir este y otros libros visite Pathfinderpress.com.

POR JAMES P. CANNON
La huelga comenzó el 16 de julio de 1934, y duró cinco semanas. Creo que puedo decir sin la menor exageración, sin temor a ninguna contradicción, que la huelga de julio y agosto de los choferes de camiones y ayudantes en Minneapolis ha entrado en los anales de la historia del movimiento obrero americano como una de sus luchas más grandes, más heroicas y mejor organizadas. Es más: la huelga y el sindicato que se forjó en su crisol han quedado identificados para siempre en el movimiento obrero —no solo aquí, sino en todo el mundo— con el trotskismo en acción en el movimiento de masas de los trabajadores. El trotskismo hizo una serie de contribuciones específicas a esta huelga que diferenciaron notablemente la huelga de Minneapolis de cientos de otras huelgas en esa época, algunas de las cuales involucraron a un mayor número de trabajadores en lugares e industrias de mayor importancia social. El trotskismo contribuyó con la organización y los preparativos hasta el último detalle. Eso es algo nuevo, algo específicamente trotskista. En segundo lugar, el trotskismo introdujo en todos los planes y preparativos del sindicato y de la huelga, desde el comienzo hasta el final, la línea de clase de combatividad; no como reacción subjetiva —lo cual se ve en todas las huelgas— sino como política consciente basada en la teoría de la lucha de clases, de que no se puede ganar nada de los patrones a menos que se tenga la voluntad de luchar por ello y la fuerza para conquistarlo.

La tercera contribución del trotskismo en la huelga de Minneapolis— la más interesante y quizás la más decisiva— fue que enfrentamos a los mediadores del gobierno en su propio terreno. Realmente, una de las cosas más lamentables que se podía apreciar en esa época era ver cómo en una huelga tras otra, los “amigos del trabajador” que tomaban la forma de mediadores federales embaucaban y hacían trizas a los trabajadores y destruían sus huelgas.

Estos astutos sinvergüenzas llegaban, se aprovechaban de la ignorancia, inexperiencia y falta de preparación política de los dirigentes locales y les aseguraban que ellos estaban allí como amigos. Su tarea era “resolver el problema” arrancando concesiones del lado más débil. Los dirigentes huelguísticos inexpertos y sin formación política eran su presa. Tenían una rutina, una fórmula para pescar a los desprevenidos. “No les estoy pidiendo que hagan ninguna concesión a los patrones, pero denme una concesión a mí para que les pueda ayudar”. Luego, una vez que se había cedido algo por credulidad: “Traté de obtener una concesión correspondiente de los patrones pero se negaron.

Creo que es mejor que ustedes hagan más concesiones: la opinión pública se está volviendo contra ustedes”. Y luego la presión y las amenazas: “Roosevelt va a emitir una declaración”. O, “Si no son más razonables y responsables, nos veremos obligados a publicar algo contra ustedes en la prensa”. Entonces llevaban a los pobres novatos a las salas de conferencia, los mantenían ahí por horas y horas, y los aterrorizaban. Esa era la trillada rutina que empleaban esos cínicos desvergonzados.

Llegaron a Minneapolis todos acicalados para otra función típica. Los esperábamos sentados. Dijimos, “Vamos. Quieren negociar, ¿sí? Pues, está muy bien”. Claro que nuestros camaradas lo expresaron con el lenguaje más diplomático del “protocolo” de las negociaciones, pero ésa era la esencia de nuestra actitud. Pues, al negociar jamás les sacaron dos centavos a los dirigentes trotskistas del Local 574. Recibieron una dosis de negociaciones y diplomacia que aún les atraganta. Agotamos a tres de ellos antes de que se resolviera finalmente la huelga.

En esos días un truco preferido de esos estafadores conocidos como mediadores federales era el de meter a los novatos dirigentes de huelga en un cuarto, explotar su vanidad e inducirles a comprometerse a algún tipo de concesión que no estaban autorizados a hacer. Los mediadores federales convencían a los dirigentes sindicales de que eran “peces gordos” que debían asumir una actitud “responsable”. Los mediadores sabían que las concesiones hechas por dirigentes en las negociaciones rara vez se podían retirar. Por más que se opongan los trabajadores, el hecho que los dirigentes ya se han comprometido en público compromete la posición del sindicato y crea desmoralización entre las filas.

Esa maniobra hizo añicos de muchas huelgas en aquella época. En Minneapolis no dio resultado. Nuestra gente no eran “peces gordos” en las negociaciones. Ellos dejaban claro que su autoridad en las negociaciones era sumamente limitada, que en realidad representaban el ala más moderada y razonable del sindicato, y que si se pasaban de la raya serían reemplazados en el comité negociador por gente de otro tipo. … Aunque la huelga fue una lucha cruenta y amarga, nos divertíamos mucho al planificar las sesiones del comité sindical de negociaciones con los mediadores. Nos resultaban despreciables tanto ellos como sus ardides y trucos taimados y sus hipócritas presunciones de camaradería y amistad con los huelguistas. No eran más que agentes del gobierno en Washington, el cual a su vez es agente de la clase patronal en su conjunto.
 
 
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