Vol. 80/No. 20 23 de mayo de 2016
Mineros, arriba, en mitin del candidato presidencial Donald Trump en Charleston, Virginia del Oeste. Recuadro, marcha de 3 mil mineros el 1 de abril en Waynesburg, Pennsylvania, para protestar intentos de patrones de descuartizar las pensiones y beneficios de los jubilados. Los mineros buscan manera de salir adelante a medida que patrones aumentan explotación.
La ira de los mineros hacia el desdeño demostrado por Clinton hacia las condiciones de crisis que ellos enfrentan —con alrededor de 400 de las 500 minas del estado cerradas y 12 mil mineros despedidos— irrumpió en una mesa redonda de la campaña realizada en Williamson, Virginia del Oeste el 2 de mayo. “¿Cómo puede decir que va a asegurar que muchos mineros pierdan sus trabajos y luego viene a decirnos que va a ser nuestra amiga?”, dijo Bo Copley, un capataz de minas desempleado.
El desdén demostrado por Clinton —típico de los políticos demócratas y republicanos— es parte de lo que induce a muchos trabajadores a apoyar la campaña de Donald Trump, y en menor grado la de Bernie Sanders, y lo que está rasgando el tejido de los dos partidos históricos de los patrones.
Días después de la mesa redonda de Clinton, 13 mil personas, incluyendo mineros, estudiantes y otros llenaron el centro cívico de Charleston para escuchar a Trump.
Trump se ha ganado la atención de los trabajadores al criticar fuertemente a los políticos del “establishment” de todos los partidos y presentándose como alguien que habla de forma sincera, y como un exitoso negociador que traerá de regreso los empleos a Estados Unidos.
¿Amigo de los mineros?
Trump se presenta como el amigo de los mineros de carbón. Cuando se puso un casco de minero el público estalló de alegría.Los patrones miembros de la Asociación de Productores de Carbón de Virginia del Oeste le entregaron un premio. Más aun, no dijo nada sobre las explosiones en las minas, los derrumbes de techos y los miles de mineros que están siendo afectados por la neumoconiosis provocada por el polvo de carbón, productos de la campaña por ganancias de los patrones, la desatención a la seguridad en el trabajo y los ataques al sindicato.
Pero el capitalista multimillonario de bienes raíces encuentra receptividad porque hace hincapié en los problemas que enfrentan millones de trabajadores.
Los índices persistentes de desempleo y una reducción en el salario real son solamente el clímax de la crisis social que se extiende por los Apalaches y el resto del país. Las vidas de los trabajadores en las áreas rurales y pueblos pequeños se han visto devastadas por los cierres de minas, acerías y fábricas. Por primera vez en décadas, la esperanza de vida en Estados Unidos disminuyó. Según un informe de 2015, Virginia del Oeste tuvo la tasa de mortalidad por sobredosis de drogas más alta de Estados Unidos.
Para muchos trabajadores, las racionalizaciones que se dan para explicar la crisis económica son menos convincentes que nunca. Un artículo de Andrew Ross Sorkin publicado en la revista del New York Times el 1 de mayo sobre el “legado económico” del presidente Barack Obama señaló que “pocos norteamericanos parecen estar celebrando” lo que Obama dice ser la mejor administrada “gran economía del planeta en la historia moderna”.
Obama culpa a los republicanos por hablar mal de sus “logros” y la ignorancia de los trabajadores por la falta de entusiasmo hacia su legado. Pero, como admite Sorkin, el ingreso anual promedio por hogar en Estados Unidos es de 4 mil dólares menos de lo que era en 2001.
Miedo a la clase trabajadora
Los medios de comunicación están llenos de artículos atacando a Trump y reportajes sobre la crisis en el seno del Partido Republicano. Pero el verdadero blanco de las críticas no es el programa de Trump o la falta de este, el cual no se aleja radicalmente de la política burguesa normal. Los ataques reflejan el temor que tienen sectores de la clase dominante —demócratas y republicanos, conservadores y liberales por igual— de los cientos de miles de trabajadores que se presentan a sus eventos, apegándose a su denuncia dirigida a Washington y los políticos que continúan normalmente con sus asuntos mientras la crisis económica y social se profundiza. Esto es especialmente cierto de los trabajadores que los expertos consideran como “basura blanca”.“El nihilismo peligroso de los que votan por Trump”, fue el titular de un artículo de opinión por Charles Lane publicado en el Washington Post el 4 de mayo. Se puede culpar al establishment republicano “por tomar a Trump demasiado a la ligera”, dice Lane. “Pero no se ha culpado suficientemente a las personas más responsables por el alza del Donald: sus votantes”.
Más que cualquier otro candidato, Trump habla de la “clase obrera”. Recientemente se retractó de su oposición a un aumento en el salario mínimo, a la vez que promete que los puestos de trabajo que él creará pagarán “mucho, mucho más” que eso.
‘El estrés de la pobreza’
Mientras tanto, Sanders, quien ganó la primaria demócrata en Virginia del Oeste el 10 de mayo, sigue siendo una espina en la espalda de Clinton y sus esfuerzos para ser la directora ejecutiva del imperialismo norteamericano, aumentando la convulsión en el seno del Partido Demócrata con su llamado a forjar un “movimiento” que continuaría más allá de las elecciones.“Los trabajadores están hartos de la política usual”, dijo Alyson Kennedy, candidata del Partido Socialista de los Trabajadores para presidente y ex minera de carbón. “El problema es el capitalismo, que está en la crisis más profunda desde la década de 1930”, dijo Kennedy. “Trump, Sanders, Clinton y el resto de ellos hablan de “nosotros” y “lo nuestro”, como si los patrones y los trabajadores estuvieran en el mismo barco. Pero no hay ningún “nosotros”. Hay una clase trabajadora y una clase capitalista. Tenemos más en común con los trabajadores de todo el mundo que con los patrones aquí en el país.
“El PST se une a los trabajadores en la lucha contra los ataques patronales contra nuestros empleos, salarios, condiciones laborales y el deterioro de las condiciones sociales”, dijo. “Instamos a los sindicatos a liderar una lucha por un programa masivo de obras públicas financiado por el gobierno para proporcionar empleos con sueldos a nivel sindical para reconstruir la infraestructura y construir hospitales, guarderías, escuelas, parques y otras cosas que los trabajadores necesitan.
“No importa quién sea electo presidente, la crisis capitalista continuará, dijo Kennedy. “La economía capitalista no se puede reglamentar o ‘administrar’. La clase trabajadora debe organizarse, en sus millones, para derrocar el régimen de los patrones y sustituirlo por un gobierno de trabajadores y agricultores para controlar nuestro propio destino”.
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