Vol. 80/No. 29 8 de agosto de 2016
Trabajadores y jóvenes negros, latinos, caucásicos y asiáticos, tanto nacidos en Estados Unidos como en el extranjero, se han unido para decir “¡Basta!” Esto demuestra las oportunidades que existen para seguir ampliando la lucha. Cuando Eric Garner murió por estrangulamiento a manos de un policía en Staten Island hace dos años, el Local 1199 del sindicato SEIU y otros sindicatos jugaron un papel prominente en muchas de las protestas. Más participación sindical fortalecerá la lucha hoy en día.
Aunque la brutalidad policial recae con mayor fuerza en los negros —precisamente porque los africano americanos son una nacionalidad oprimida— la brutalidad policial es una cuestión de la clase trabajadora en su conjunto.
Es por eso que la matanza de cinco policías en Dallas es tan insidiosa. Micah Xavier Johnson dijo que quería matar a blancos, especialmente a policías blancos. Las víctimas de la brutalidad policial son negros, caucásicos, latinos, asiáticos y nativos americanos. Lo son también los policías que los brutalizan. Matar a alguien por el color de su piel es racismo. Es un ataque a la clase trabajadora.
También fue insidioso el ataque contra los policías en Baton Rouge por Galvin Long. Él dijo en un video grabado antes del ataque que las protestas no pueden detener la brutalidad policial, que solo lo puede hacer una revolución.
Pero matar policías —y la glorificación de actos individuales de violencia como el camino hacia la fuerza y el valor— no tiene nada que ver con hacer una revolución o poner fin a la brutalidad policial. Lo único que logra es darle al gobierno una excusa para calumniar la lucha, victimizar a los participantes y fortalecer su aparato represivo.
No es cuestión de policías buenos o malos. Cuando los policías infligen castigos, están haciendo lo que se les ha entrenado y condicionado a hacer: mantener al pueblo trabajador en su lugar, hacer de nosotros un ejemplo, y aún más si eres negro o latino. La brutalidad policial es un aspecto fundamental del capitalismo. El deber de la policía es de “proteger y servir” a los gobernantes acaudalados.
A medida que se intensifica la lucha de clases a consecuencia de la creciente crisis económica, veremos a la policía siendo utilizada más abiertamente para romper huelgas y atacar a los trabajadores en las líneas de piquetes.
Para poner fin a la brutalidad policial es necesario poner fin a la dictadura del capital. Esto solo se puede lograr construyendo un movimiento que se haya ganado la autoridad moral. Que demande que los policías que brutalizan a la gente sean castigados de acuerdo a la ley.
La verdadera política comienza no cuando miles, sino millones, entran en acción. Protestas que unen al pueblo trabajador de todas las nacionalidades son un paso en esa dirección.
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