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Vol. 80/No. 40      24 de octubre de 2016

 
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‘Viraje a Asia’ de Washington se topa con trabas de régimen filipino

 
POR MARK THOMPSON
Como parte del “viraje hacia Asia” de la administración de Barack Obama con el propósito de contrarrestar el creciente poder de China, Washington está extendiendo sus fuerzas militares en el Pacífico. Esto incluye restablecer una presencia militar en las Filipinas, un antigua colonia y aliado estratégico. Pero esto se ha vuelto menos fiable desde la elección en mayo del presidente Rodrigo Duterte, cuya política está marcada por la demagogia nacionalista y antiestadounidense.

En la reciente cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático en Laos, Duterte dijo que Obama era un “hijo de puta” —de lo cual después se disculpó— y anunció unos días más tarde que iba a cancelar las futuras patrullas navales conjuntas con Washington en el Mar del Sur de China.

“China ahora está en el poder, y ellos tienen la superioridad militar en la región”, dijo Duterte a mediados de septiembre.

Duterte fue elegido el 9 de mayo, con un 38 por ciento de los votos. Se presentó como el candidato “antisistema”, con discursos nacionalistas que incluían obscenidades, promesas de reducir la pobreza y el compromiso de utilizar la violencia y el asesinato para acabar con el creciente crimen y tráfico de drogas.

Duterte tiene relaciones con las fuerzas políticas estalinistas en las Filipinas desde hace mucho tiempo. Cuenta con el respaldo del izquierdista Partido Bagong Alyansang Makabayan (Bayan) y del Partido Comunista. Miembros de Bayan son parte de su gabinete.

Ha dicho que si la Corte Suprema o cualquier otra persona trata de detener su guerra asesina contra la delincuencia inducida por las drogas, impondrá la ley marcial. Pero no tiene ninguna intención de intervenir contra el dominio capitalista.

Amigo del capitalismo

“Asegurando que haya paz y orden”, Carlos Domínguez, oficial de Duterte responsable de finanzas, dijo a Bloomberg News que “ha sido amigo de los negocios”. Las Filipinas, una colonia de España, fueron capturadas por el emergente imperialismo norteamericano en 1898. Cientos de miles de filipinos murieron en los años siguientes resistiendo la ocupación militar de Washington. Tras la independencia en 1946, Washington respaldó una sucesión de regímenes semicoloniales, incluyendo la brutal dictadura de Ferdinand Marcos, quien gobernó durante más de dos décadas.

Los gobernantes de Estados Unidos vieron la supremacía en Asia y el Pacífico como el botín de su sangrienta victoria sobre Japón en la segunda guerra imperialista mundial. Washington estableció bases militares en toda la zona. Situada junto a Hawai, donde se encuentra el Comando del Pacífico, Filipinas desempeñó un papel fundamental. La Base Naval de la Bahía de Súbic y la Base Aérea Clark eran las mayores bases estadounidenses fuera de sus fronteras. Ambos fueron centros logísticos para las guerras de Washington en Corea, Vietnam y la primera guerra contra Iraq.

Bajo el impacto de su derrota en Vietnam, la capacidad de Washington para controlar la región contra las revueltas anticoloniales se debilitó. En las Filipinas, una rebelión de masas derrocó a Marcos en 1986. Protestas sostenidas continuaron contra las bases militares de Estados Unidos, y en 1991 el senado de Filipinas se negó a ratificar un nuevo tratado. Washington recibió la orden de marcharse al año siguiente. A medida que la economía y el alcance de China crecieron, Beijing comenzó la construcción de bases militares en los arrecifes de todo el Mar del Sur de China, incluso fuera de la costa de Filipinas.

En respuesta, Washington ha intentado transferir el peso de sus fuerzas armadas hacia el Pacífico abriendo nuevas bases, aumentado ejercicios militares en la región y planeando posicionar el 60 por ciento de sus buques de guerra allí para 2020.

Desde 2002 unos 500 soldados estadounidenses han estado estacionados en el sur de Filipinas, llevando a cabo operaciones contra Abu Sayyaf, un grupo terrorista islamista. Otros 6 mil militares estadounidenses han participado en ejercicios de entrenamiento que aun siguen vigentes. Las visitas navales estadounidenses han aumentado.

En enero Filipinas comenzó a implementar un pacto militar que permitía que miles de soldados estadounidenses estuvieran estacionados en bases filipinas, abriendo el camino para que Washington restablezca una presencia militar a gran escala. En marzo los dos países empezaron patrullas navales conjuntas en el mar del Sur de China.

Pero Duterte dice que tiene la intención de seguir “una política exterior independiente”. Aunque cumplirá con los tratados de Manila con Washington, quiere “abrir alianzas” con Beijing y Moscú también. “Dejamos de ser colonia de Estados Unidos hace mucho tiempo”, dijo el 5 de septiembre.

Duterte anunció el 12 de septiembre que quiere que las fuerzas estadounidenses se retiren del sur de Filipinas. Y a la vez que preparaban ejercicios militares conjuntos para principios de octubre, dijo que serían los últimos, ya que “China no los quiere”.

Trabajadores y guerra anti-drogas

Una característica distintiva de la campaña electoral de Duterte fue la promesa de librar una guerra contra los vendedores y consumidores de drogas. “Cumplan con su deber, y si en el proceso matan a alguien”, dijo a la policía el 1 de julio, un día después de su toma de posesión, “yo los protegeré”.

Desde entonces, más de 3 500 personas han sido asesinadas por la policía o individuos organizados por la policía como parte de esta “guerra contra las drogas”. Unos 20 mil han sido arrestados, atiborrando las cárceles del país que ya están en grave hacinamiento. La campaña se dirige desproporcionadamente contra el pueblo trabajador.

Después de su toma de posesión, el gobierno de Duterte declaró un alto al fuego y abrió negociaciones con el Partido Comunista de Filipinas y las dos principales organizaciones armadas que luchan por los derechos de los musulmanes filipinos, conocidos como moros, en el sur. El brazo armado del PC maoísta, el Nuevo Ejército Popular, se dice que tiene menos de 4 mil personas, en comparación con los 26 mil que tenía en la década de 1980. Su actividad hoy en día se centra en el asesinato, la extorsión y el secuestro en ciertas áreas del campo.

El PC ha elogiado a Duterte por “hacer frente” a Washington. También ha apoyado su campaña “anticrimen”.  
 
 
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