Vol. 80/No. 46 12 de diciembre 2016
Algunos entre las clases dominantes y profesionales que gobiernan por ellos alrededor del mundo soñaban que esto podría llevar a la creación de organismos económicos y políticos supranacionales, como la Unión Europea, que transcenderían las naciones estado (y por lo tanto las guerras comerciales y los conflictos bélicos) como la ola del futuro.
Pero la Unión Europea se topó con la realidad de que las despiadadas relaciones capitalistas dependen —especialmente bajo la presión de colapsos económicos y sociales— de las naciones estados, divisas nacionales, ejércitos nacionales y el puñado de familias capitalistas de cada país, cuyos intereses de clase esas instituciones nacionales sirven y protegen.
Las más ricas y poderosas potencias imperialistas europeas del norte, dirigidas por Berlín, se engordaron a expensas de las más débiles en el sur (y desde 1989 en el este). La fantasía de una “unión cada vez más estrecha” se vino abajo cuando obligaron al gobierno griego a declararse en bancarrota, lo que resultó en profundos ataques contra el pueblo trabajador allí.
De manera semejante, los planes de Obama para crear acuerdos “comerciales” masivos (con su laberinto de burocracias y regulaciones) como el Acuerdo Estratégico Transpacífico —el cual presentó como un logro fundamental de su presidencia— están muertos.
Esto también ayuda a entender el resultado de las elecciones en Estados Unidos, y las del Brexit, el referéndum aprobado hace unos meses en Gran Bretaña a favor de salir de la Unión Europea.
Más aún, los gobernantes norteamericanos están conduciendo guerras que parecen inacabables y están provocando una catástrofe para los trabajadores desde Afganistán hasta Iraq y Siria, y para los trabajadores y agricultores que son usados como carne de cañón en Estados Unidos y el resto del mundo.
Las políticas que los gobernantes estadounidenses han emprendido desde el colapso financiero de 2008, impulsadas por ambos partidos capitalistas, como las de mantener las tasas de interés cerca del cero por ciento y establecer leyes “regulatorias”, no han logrado generar crecimiento o empleos, ni han logrado disminuir la concentración del capital bancario y sus riesgos.
Aún antes de las elecciones de 2016, un mayor número de voces de toda la gama de la política burguesa empezaron a aceptar este fracaso y a instar a que se diera más énfasis a las “políticas fiscales” —o sea, gastos públicos y medidas tributarias— en lugar de remedios “monetarios”.
Trump está entre ellos, prometiendo reactivar el “crecimiento” y los “empleos” con la inversión de un billón de dólares en la construcción de infraestructura y en reparaciones: carreteras, puentes, aeropuertos, sistemas hidráulicos y de alcantarillado, etcétera. Algunos funcionarios del Partido Demócrata, como Nancy Pelosi y Chuck Schumer, se han ofrecido para colaborar con Trump para lograr la aprobación de estas medidas en el Congreso. Las tasas de interés a largo plazo ya empezaron a elevarse, y las perspectivas de un aumento en la inflación en los meses y años venideros es real.
Pero independientemente de cuantos trabajos temporales se generen como resultado de los proyectos financiados por el gobierno, estos no generarán inversiones de capital a largo plazo para expandir las plantas industriales, equipos, producción y la contratación para poder revertir la contracción mundial de la producción y comercio capitalistas.
De hecho, no hay ninguna política que puedan implementar los gobernantes para resolver la subyacente crisis de producción y comercio, o el desmoronamiento del orden imperialista, que los capitalistas no impongan sin exprimir nuestros niveles de vida, condiciones de trabajo y la vida e integridad física de centenares de millones de trabajadores en Estados Unidos y alrededor del mundo. Todo esto es resultado del funcionamiento del capitalismo mismo.
La gran mayoría de la clase dominante de Estados Unidos movilizó enormes cantidades de fondos y utilizó los periódicos, la televisión y otras instituciones en un grado sin paralelo para que Hillary Clinton resultara electa. Todas las pretensiones de brindar “objetividad” periodística fueron puestas a un lado. CNN fue ampliamente conocida como (la Cadena de Noticias de Clinton).
Pero los gobernantes capitalistas han dejado esto atrás rápidamente.
En entrevistas y declaraciones desde las elecciones, Trump se ha retractado de parte de su demagogia, como la construcción de un muro en la frontera con México (ahora dice que será una cerca). En el programa “60 Minutes” de la cadena CBS dijo que le dará prioridad a la deportación de inmigrantes con “antecedentes criminales, miembros de pandillas, traficantes de drogas”, que es lo que ha estado haciendo la administración de Obama.
Trump dice que el matrimonio de homosexuales es una cuestión que ya resolvió la Corte Suprema. Dijo que mantendría algunas de las provisiones de Obamacare, incluyendo la que prohíbe negarle cobertura a personas con condiciones preexistentes, y que revocará la ley solamente cuando el Congreso adopte algo que la reemplace. De lo que no se ha retractado explícitamente es la oposición al derecho de la mujer a elegir el aborto.
Todas estas cuestiones políticas y sociales, producto de los ataques bipartidistas durante años, siguen siendo importantes luchas para la clase trabajadora. Esto incluye defender a los musulmanes y las mezquitas cuando sean atacados.
Alternativa obrera independiente
La “demagogia” de Trump sobre los problemas que enfrentan los trabajadores no hizo nada para avanzar la conciencia de clase. Al contrario, todo lo que él representa tiene como objetivo mantener a la clase trabajadora débil y dividida, un peligro para los trabajadores y el movimiento sindical. Como Obama, Clinton y el Partido Demócrata, Trump habla sobre un “nosotros” sin distinción de clases con el propósito de encubrir los conflictos irreconciliables entre los intereses del pueblo trabajador y los de los gobernantes capitalistas.
No solo durante las elecciones, sino día tras día, durante todo el año, el PST explica que hay “tres partidos y dos clases” en la política de Estados Unidos. Dos de ellos son los partidos de los patrones y los responsables de las guerras, el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Y por otro lado tenemos al Partido Socialista de los Trabajadores, cuyo apoyo para las luchas y demandas de los trabajadores y los oprimidos, y su programa obrero y actividad muestran el camino a seguir hacia la lucha por el poder obrero.
A la vez que el presidente electo y los gobernantes tratan de encontrar una forma de estabilizar al capitalismo en crisis —incluyendo su sistema bipartidista— el PST profundizará su actividad política en la clase trabajadora. Los miembros del partido tocan a las puertas de los trabajadores y se suman a las discusiones y debates, los cuales continúan siendo tan abierto y amplios después de las elecciones como lo eran antes de las mismas. Los miembros del PST explican por qué los trabajadores necesitamos unirnos y forjar nuestro propio partido.
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