Vol. 80/No. 47 19 de diciembre de 2016
El “giro” hacia Asia fue establecido con la intención de contrarrestar el creciente peso económico, político y militar de China. Beijing ha continuado extendiendo sus lazos comerciales y políticos en Asia y el Pacífico, erosionando aún más el dominio de Washington en la región, que fue uno de los trofeos principales del imperialismo norteamericano tras la matanza de la Segunda Guerra Mundial.
Trump convirtió su oposición al TPP, acompañada de demagogia nacionalista, en un punto principal de su campaña presidencial. Su contendiente demócrata, Hillary Clinton, tenía la misma política. La ratificación del pacto ya había encontrado fuerte oposición entre ambos partidos en el Congreso.
El secretario de defensa Ashton Carter describió al TPP, el cual excluye a China, como algo “tan importante para mí como otro portaaviones”. Su colapso es un golpe a la posición de Washington en la región.
Su colapso ha acelerado las medidas de muchos de los aliados de Washington en el Pacífico para establecer un acuerdo comercial regional alternativo con Beijing. La Asociación Económica Integral Regional incluye a los 10 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático además de Australia, India, Japón, Nueva Zelanda, Corea del Sur y China.
Beijing también ha estado promoviendo la adopción de un acuerdo comercial entre los 21 miembros del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, una asociación de los países de la costa del Pacífico.
El año pasado, Beijing puso en marcha el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. A pesar de la oposición de Washington, 57 gobiernos se sumaron al proyecto, incluyendo la mayoría de los aliados de Washington excepto Tokio.
Los conflictos sobre la composición de los bloques comerciales regionales son principalmente en torno a las alianzas políticas y militares, no sobre el comercio. Ya hay 147 “acuerdos de libre comercio” entre los países de Asia, y hay 68 más que están en proceso de negociación. El TPP tenía el propósito de asegurar que Washington “llevara la batuta” en Asia y no Beijing, como lo dijo Obama.
Como parte del “giro” para contrarrestar a China, la administración de Obama tenía previsto dar más peso a las fuerzas armadas norteamericanas en el Pacífico, abriendo nuevas bases, incrementando los ejercicios militares en la región y estacionando el 60 por ciento de sus buques de guerra para 2020.
Esto estaba basado en la premisa de que las intervenciones militares norteamericanas en Afganistán e Iraq serían reducidas. Pero estos conflictos más bien se han intensificado, como también ha sucedido con el involucramiento de Washington en Siria, Somalia y otros países. Aunque Washington aún mantiene la supremacía que ha tenido por décadas, su poder militar y naval en el Pacífico está disminuyendo, aún cuando Beijing incrementa su presencia militar en el Mar de China Meridional.
Este cambio tuvo su reflejo en las Filipinas, una ex colonia y aliado de Washington, tras la elección del presidente Rodrigo Duterte en mayo. Duterte anunció una reducción de los lazos militares con Washington y que no continuará las patrullas navales que lleva a cabo con Washington en el Mar de China Meridional.
Durante su campaña presidencial, Trump atacó al TPP como un “desastre” que significaría pérdidas de empleos en Estados Unidos. Atacó “el robo de trabajos” de los países asiáticos y destacó a China como “el abusador número uno”. Instó a utilizar el “poder económico” de Estados Unidos y la imposición de fuertes tarifas para contrarrestar la competencia de las importaciones chinas.
Trump hizo un llamado a los gobiernos de Japón y Corea del Sur a que hagan más para reforzar sus fuerzas armadas y dijo que deberían “pagar” por las bases militares norteamericanas en esos países. Dijo que aumentaría el tamaño de las fuerzas militares norteamericanas.
“Una fuerte presencia militar será una señal clara a China y otras naciones en Asia”, dijo el sitio web de la campaña de Trump. Pero uno de los altos consejeros de Trump sobre cuestiones de defensa, el ex jefe de la CIA James Woolsey, dijo en un comentario del 10 de noviembre en el periódico South China Morning Post de Hong Kong, que anticipaba una respuesta “mucho más cálida” de la nueva administración a las iniciativas económicas regionales de China.
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