Vol. 81/No. 13 3 de abril de 2017
Este es el “Fin de la edad de oro”, proclamó un artículo del economista Marc Levinson en el sitio web Aeon el 22 de febrero. “Un crecimiento sin precedentes marcó la era de 1948 a 1973”, escribió. “No volverá a repetirse jamás”.
En ese cuarto de siglo, el nivel de vida de los trabajadores mejoró en los países imperialistas de Europa Occidental, Norteamérica y Japón, dice. Pero ya no es así. Con los salarios reales de los trabajadores de la producción estancados durante décadas, casi la mitad de los que están entre 30 y 50 años de edad ganan ahora menos de lo que sus padres ganaban.
Como consecuencia de las luchas obreras después de la Segunda Guerra Mundial, la afiliación sindical llegó a sus niveles más altos. En Estados Unidos los trabajadores lograron beneficios sociales, incluyendo pensiones, alguna cobertura médica y pago por desempleo. Todos estas prestaciones están bajo ataque ante el empuje de los patrones para reducir el nivel de vida y las condiciones laborales y destruir los sindicatos. En Estados Unidos el 10.7 por ciento de los trabajadores están sindicalizados, solo el 6.4 por ciento en la industria y el resto en el sector privado, su nivel más bajo durante un siglo.
Las condiciones de depresión a fuego lento y los crecientes ataques patronales que enfrentamos están arraigados en una histórica crisis económica mundial por la caída de la producción y el comercio capitalistas.
Debido a la caída de la tasa de ganancias, los capitalistas se han abstenido de invertir en plantas que expandan la capacidad de producción, como lo hicieron durante la llamada edad de oro de Levinson. En cambio, han recurrido a la especulación en acciones, bonos y derivados en busca de mayores ingresos, o están satisfechos acumulando una gran cantidad de efectivo.
La tasa media de ganancias en la industria de Estados Unidos alcanzó su punto más alto en 1950, apoyándose en la victoria de Washington en la segunda guerra mundial imperialista y en la posición prominente de los capitalistas norteamericanos en el comercio y la producción mundiales. Incluso cuando la tasa de ganancia comenzó a estancarse, los propietarios del capital industrial siguieron cosechando un gran crecimiento en sus masivas ganancias generales durante dos décadas más. Invirtieron en nuevas fábricas, remplazaron equipos desgastados y se expandieron hacia nuevas ramas de la industria.
Acelera la crisis económica
La recesión mundial de 1974-75 marcó el final de estos años de expansión capitalista. Los ataques contra los derechos, los salarios y el nivel de vida de los trabajadores se convirtieron en la norma.
“Desde el trabajo hasta el salario, la salud y la movilidad social”, escribió el economista Nicholas Eberstadt en Commentary el 15 de febrero, los trabajadores comenzaron a enfrentar lo que él llama “una época angustiosa para Estados Unidos”.
Esta crisis se ha venido acelerando a pesar de las afirmaciones de lo contrario de los medios de comunicación y de la meritocracia —la capa de la clase media alta basada en el mundo académico, las fundaciones, las organizaciones sin fines de lucro, los think tanks y el personal de agencias reguladoras gubernamentales— que administran la sociedad para el beneficio de los gobernantes capitalistas. Eberstadt dice que viven en “una burbuja”.
Estos “inteligentes” sostienen que la tasa de desempleo oficial de febrero del 4.7 por ciento muestra que la situación económica es de “casi pleno empleo”. Tal vez eso sea verdad para ellos, sus familiares y en sus vecindarios enclaustrados, pero para nosotros la vida es diferente.
Entre enero de 2000 y diciembre de 2016, la proporción empleos-población de los trabajadores de 20 años o más ha disminuido en casi 5 puntos porcentuales, del 64.6 al 59.7.
Los millones de trabajadores que han podido conservar empleos solo obtienen trabajo a tiempo parcial o por contrato. Y para cada trabajador masculino desempleado entre 25 y 55 años de edad, “hay otros tres que no están ni trabajando ni buscando trabajo”, dijo Eberstadt. Eso representa 5 millones de personas.
Para las mujeres, cuyas batallas por la igualdad de derechos lograron un mayor acceso a empleos, alcanzaron su mayor porcentaje en la fuerza laboral en el año 2000, esta cifra ha disminuido a la de los años ochenta. En pocas palabras, los patrones y la crisis de su sistema capitalista han resultado en una reducción de la clase trabajadora.
Las empresas dependen cada vez más de las agencias de empleo temporal y de contratistas, con salarios más bajos, con pocos o ningún beneficio, y sin protección sindical.
En esta “nueva normalidad”, los trabajadores enfrentan un deterioro de los servicios médicos, una epidemia de drogadicción y, por primera vez en décadas, una caída en la expectativa de vida.
Los miembros del Partido Socialista de los Trabajadores están hablando de la crisis en las puertas de las casas de los trabajadores, en las líneas de piquetes y en las protestas contra los ataques del gobierno. Encuentran ira sobre esta realidad de clase, una discusión amplia entre el pueblo trabajador sobre el camino que se debe seguir para terminar con el gobierno capitalista y un creciente interés en el partido.
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