Vol. 81/No. 27 24 de julio de 2017
(Primera de dos partes)
El día previo a la apertura del encuentro, la incesante y prolongada cruzada de los liberales en el Partido Demócrata, de la izquierda de clase media y de los medios de comunicación para que se invalide o revierta el resultado de las elecciones de 2016 resultó en el intento de asesinar a miembros republicanos del congreso.
James Hodgkinson, un partidario de Bernie Sanders, disparó un fusil semiautomático y una pistola contra un grupo de congresistas republicanos que practicaban para un partido anual de béisbol. Su objetivo era matar a tantos congresistas republicanos como fuera posible, dijo Barnes. Solo los disparos con los que respondió la escolta asignada al congresista republicano de alto rango Steve Scalise evitaron que el derramamiento de sangre fuera peor de lo que fue: un congresista gravemente herido —Scalise— y otros cuatro lesionados. Hodgkinson murió en el tiroteo.
Los resultados de las elecciones de 2016 sacudieron profundamente a los autoproclamados “progresistas” del Partido Demócrata, respaldados por algunas corrientes en el Partido Republicano e incluso muchos supuestamente “revolucionarios”.
Por encima de todo, dijo Barnes, temen a los trabajadores que votaron por Donald Trump, quienes tenían esperanzas de que Trump iba a representar un cambio de lo que habían aguantado bajo George W. Bush y Barack Obama, y de lo que sabían que podían esperar si ganaban los republicanos tradicionales postulados c en las primarias.
Muchos de ellos habían votado previamente por Obama, buscando un cambio, pero el liberalismo del Partido Demócrata les había fallado. Barnes llamó la atención a un mapa en exhibición en la sala de conferencias que ilustraba en un color naranja los más de 200 condados —la mayoría de ellos en el medio oeste y el noreste— que Obama ganó en 2008 y 2012 y en los que Trump obtuvo una mayoría el pasado noviembre.
Estos trabajadores votaron por Trump, no por “el candidato del Partido Republicano”. Ellos querían que él cumpliera con su promesa de “drenar el pantano” en Washington. Un mayor número de trabajadores no se consideran ni demócratas ni republicanos, lo que representa una crisis para el sistema bipartidista capitalista, dijo Barnes.
Ambos partidos enfrentan profundas divisiones que están cambiando la manera en que han funcionado durante décadas para mantener la explotación capitalista y el dominio político. Basándose en las crecientes derrotas en años recientes de los demócratas asociados con los “regulares” del partido, como los Clinton y Obama, los que apoyan a Bernie Sanders, así como a otros demócratas “progresistas” descontentos, están decididos a capturar y dar forma a lo que falsamente describen como un “partido de la clase obrera”, incluso si el precio sea más derrotas electorales por el momento.
Crisis políticas con raíces similares están desestabilizando los gobiernos y partidos capitalistas en el Reino Unido, Francia y otros países, dijo Barnes.
Los liberales burgueses, entre otros, temen que los resultados electorales de 2016 presagien un aumento en las luchas de los trabajadores, cuyas condiciones de vida y de trabajo y su dignidad están siendo afectadas por el impacto acumulado de más de una década de resquebrajamientos económicos y sociales. Nunca ha habido un contraste más grande entre lo que los comunistas presentan como el camino para resolver los problemas, dijo Barnes, y lo que cada vez más entre las familias capitalistas y sus parásitos políticos ven como el problema: el comienzo del acercamiento de la clase obrera hacia el centro del escenario en la política actual.
De hecho, muchos liberales, radicales y conservadores por igual, dentro de las clases medias profesionales ven a los trabajadores que votaron por Trump, así como a otros trabajadores —caucásicos, negros y latinos— como “ignorantes”, “carentes de cultura” e “insensibles”. Nos ven como la fuente de la crisis actual.
La catástrofe capitalista
Para millones de trabajadores, señaló Barnes, la expectativa de vida ha comenzado a disminuir. El tamaño de la clase trabajadora activa se está encogiendo —mientras que el gobierno y los medios de comunicación hacen alarde de que estamos al borde del “pleno empleo”— y el salario neto está estancado. Las tasas de natalidad están cayendo, a medida que los trabajadores bajo la intensa presión postergan la formación de una familia y las mujeres posponen tener hijos. Los bancos y el capital financiero se están quedando con un mayor pedazo de las ganancias, mientras lo que los gobernantes llaman “crecimiento económico” e inversión en expandir la capacidad fabril, equipo y empleos permanecen en los niveles más bajos desde la Segunda Guerra Mundial.Barnes llamó la atención al aumento en las muertes por el uso de opiáceos en pueblos como Lorain y Elyria en el condado de Ohio donde tuvo lugar la conferencia, y especialmente en los antiguos centros de la industria del acero y automotriz, entre otras, así como en ciudades y pueblos similares por todo el país.
Frente a tal catástrofe, dijo Barnes, el PST encuentra mayor interés entre los trabajadores cuando hacemos campaña por el socialismo en sus vecindarios, en el trabajo y durante las huelgas y otras escaramuzas laborales.
Solo un partido proletario con décadas de continuidad política con la Revolución Bolchevique de 1917 en Rusia y la Revolución Cubana de 1959 puede explicar la crisis capitalista mundial que los trabajadores ven con sus propios ojos. Solo una organización de este tipo puede presentar y mantener un curso para organizar a la clase obrera en una lucha política revolucionaria que arranque el poder estatal de manos de la clase capitalista, de su gobierno y de los partidos demócrata y republicano, y otros partidos de los patrones.
“Me impresionó que tantos trabajadores estén interesados en la perspectiva del PST”, dijo al Militante Jonathan Batres, de Los Angeles. Batres, que asistía a su primera conferencia socialista, describió su experiencia al hacer campaña con el PST en barrios obreros. Batres fue uno entre más de una decena de jóvenes que acudieron a la conferencia después de participar con miembros del partido y jóvenes socialistas en una brigada que fue a Cuba el Primero de Mayo, y en actividades políticas donde viven, llevando el Militante y los libros de los dirigentes del partido a los trabajadores a las puertas de sus casas.
Los jóvenes socialistas se reunieron cada día de la conferencia para discutir la política presentada y las perspectivas para un trabajo en común.
Además de la presentación de Barnes, hubo presentaciones de los dirigentes del PST Mary-Alice Waters sobre “Sin internacionalismo no seríamos comunistas: Ampliar nuestro trabajo en África, Asia y más allá” y por Steve Clark sobre “Nuevas avenidas para extender el movimiento comunista en el Medio Oriente”.
En el último día, Barnes, Waters y Clark recapitularon sobre las cuestiones políticas y los debates que se habían planteado en varias clases y discusiones informales durante la conferencia. El dirigente del PST Norton Sandler informó sobre las reuniones de los trabajadores socialistas que están llevando a cabo trabajo sindical y político en la industria y las perspectivas para ampliar este trabajo, incluyendo la distribución de literatura comunista en las puertas de las fábricas y otros centros.
En el gimnasio donde se celebraron las charlas se exhibieron cerca de 40 paneles que ilustraban los temas tratados en la conferencia con fotos, caricaturas, cartas, portadas de libros y páginas del Militante a través de los años. Un mitin de clausura presentó lo que los miembros del partido, sus partidarios y los jóvenes socialistas estarán haciendo durante el verano, el otoño y posteriormente.
Denunciando a la policía política
La clase capitalista no ve ninguna “solución rápida” a su crisis política. Pero un sector sustancial de ellos están decididos a socavar la legitimidad de la presidencia de Donald Trump, en un intento desesperado para restablecer cierta estabilidad en su gobierno y sus partidos políticos.Para lograr esto, dijo Barnes, han acudido a la policía política, al FBI. Buscan criminalizar los conflictos políticos, utilizando los métodos empleados durante décadas contra militantes obreros, combatientes por la liberación de los negros y el Partido Socialista de los Trabajadores.
De hecho, dijo Barnes, los esfuerzos para utilizar al Departamento de Justicia y al FBI para poner a Hillary Clinton en la Casa Blanca se remontan a las elecciones de 2016, involucrando a la administración de Obama, a la fiscal general de aquel entonces Loretta Lynch, a Bill Clinton, al director del FBI James Comey y a otros. Habiendo fracasado en ello, los demócratas lanzaron su ofensiva post-inaugural. Tras ser despedido a principios de mayo por el presidente Trump, Comey filtró memorandos que él había escrito, con el objetivo —según él mismo dijo al Congreso— de que se nombrara un fiscal especial.
El Departamento de Justicia rápidamente cumplió con su deseo, nombrando a otro ex director del FBI (y amigo de Comey), Robert Mueller, como “abogado especial”. Como es costumbre con los fiscales federales, dijo Barnes, Mueller no comienza con un crimen y busca al supuesto perpetrador. Por el contrario, empieza con un objetivo y trabaja para recopilar todo lo que pueda sobre Trump o aquellos cercanos a él.
Y como siempre, los liberales y sus medios de comunicación están más que dispuestos a ayudar en esta venganza entre sectores de la clase capitalista. La historia de la lucha de clases, dijo Barnes, nos demuestra que los liberales son los primeros en encabezar la marcha contra los derechos políticos cuando los capitalistas lo necesitan. Ha sido así desde Franklin Roosevelt y Harry Truman, John Kennedy y Lyndon Johnson, hasta la extraordinaria histeria que estamos presenciando en este momento.
(Continuará la próxima semana)