Vol. 81/No. 40 30 de octubre de 2017
La demanda antisindical fue presentada por el trabajador público Mark Janus contra el sindicato de trabajadores públicos AFSCME y el gobierno estatal de Illinois. “La lucha del sindicato no es mi lucha”, dice Janus.
Imitando a los funcionarios sindicales, el New York Times afirmó que si el tribunal anula la ley, “podría asestar un duro golpe a los sindicatos”.
Pero el problema que enfrentan los trabajadores es que nuestros sindicatos han estado perdiendo terreno durante décadas. La razón principal no son las leyes antisindicales. Se debe a que la cúpula sindical ha ligado nuestros sindicatos al apoyo electoral, principalmente a los políticos del Partido Demócrata, en lugar de movilizar a los trabajadores para construir un amplio movimiento social que defienda los intereses de los trabajadores, los desempleados y los oprimidos.
La burocracia sindical fomenta la ilusión de que actuando a favor de los políticos “amigos”, ellos nos protegerán.
¿Y qué ha pasado?
En los últimos 43 años, el número de trabajadores sindicalizados en la industria manufacturera ha disminuido casi un 80 por ciento, del 38.9 por ciento en 1973 al 8.8 por ciento en 2016.
La membresía de los sindicatos de trabajadores públicos aumentó durante el mismo tiempo, pasando del 23 por ciento en 1973 al 34.4 por ciento el año pasado. Pero esto es debido, casi en su totalidad, a la dependencia en políticos del Partido Demócrata que aprueban leyes que amplían el número de trabajadores del gobierno que tienen que pagar cuotas obligatorias.
Luchar contra la devastación
Actualmente los trabajadores no tienen atención médica, tenemos seguros de salud con deducibles tan altos, que a menudo es como no tener seguro. Los salarios reales están estancados. Decenas de millones de personas que quieren trabajar no pueden encontrar trabajos a tiempo completo con un salario que les permita vivir. La falta de vivienda está en aumento. Miembros jubilados de los sindicatos han visto cómo sus pensiones se han reducido drásticamente cuando los fondos de pensiones caen en quiebra. Es una creciente catástrofe.Muchos dirigentes sindicales dicen que el punto decisivo se produjo en Wisconsin, donde el gobernador Scott Walker, elegido en 2010, impulsó la antisindical Ley 10, que puso fin a las cuotas obligatorias y prohibió a los sindicatos de trabajadores públicos negociar sobre pensiones, seguro médico y cualquier otra cosa fuera de los salarios.
Funcionarios sindicales culpan a la ley —y a los republicanos— por la pérdida del 70 por ciento de la membresía del sindicato de trabajadores públicos AFSCME. Dicen que la única respuesta para los trabajadores es poner más tiempo y millones de dólares en obtener votos para los políticos del Partido Demócrata. Sus protestas en el capitolio de Madison, diciendo que la respuesta era sacar a Walker del gobierno, solo desorientó a los trabajadores. Los funcionarios hicieron campaña para revocar a Walker o para detener su reelección. Fallaron.
Callejón sin salida para trabajadores
Cuando los sindicatos se expandieron explosivamente en la década de 1930, los trabajadores utilizaron un enfoque cualitativamente diferente. Ganaron miembros —y las cuotas necesarias para poder mantener un pequeño personal— luchando contra los patrones y sus partidarios en ambos partidos capitalistas. Apoyaron las luchas de otros: otros trabajadores, agricultores, desempleados, jóvenes, negros y trabajadores inmigrantes.En su libro Poder Teamster, el antiguo líder del Local 574 del sindicato de los Teamsters y del Partido Socialista de los Trabajadores, Farrell Dobbs, describió cómo el sindicato se basó en la educación, la movilización y la participación democrática de sus miembros para ganar miles de nuevos afiliados. “Ya sea un oficial electo o un organizador aprendiz, todo el personal del sindicato recibía el mismo salario”, señaló Dobbs. Y no estamos hablando de los salarios de nivel de ejecutivo de corporación que reciben hoy los funcionarios en la cúpula sindical.
El PST y el liderazgo sindical llamaron a que los trabajadores rompan políticamente con los dos partidos de los patrones y construyan su propio partido y luchen para que la clase trabajadora tome el poder político.
Para los burócratas sindicales, Dobbs explicó, un taller cerrado (afiliación sindical y pagos de cuotas obligatorios) era un “instrumento liberador” porque les permitía a los funcionarios “más o menos libremente ignorar o actuar en contra de los deseos de las filas”. Independientemente de lo que hicieran, el dinero de las cuotas fluía hacia el tesoro sindical.
Las filas del Local 574 lo veían de manera diferente. Tenían “un sano resentimiento contra los gorrones”, que no pagaban las cuotas, dijo Dobbs, pero seguían recibiendo los beneficios del sindicato.
Después de que el sindicato derrotó a los patrones en una huelga combativa, el personal del Local 574 y las filas se organizaron periódicamente para recorrer la ciudad y hablar con los trabajadores en los muelles de carga, naves y almacenes para recolectar cuotas e inscribir a nuevos miembros.
Ese es el tipo de sindicatos por los que tenemos que luchar hoy.
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