Vol. 81/No. 47 18 de diciembre de 2017
El TPS no fue otorgado por razones humanitarias. Fue iniciado en 1990 porque a los gobernantes capitalistas les preocupaba que la deportación de miles a Haití, El Salvador y Honduras desestabilizaría a los gobiernos de esos países que eran respaldados por Washington y amenazaría las inversiones capitalistas norteamericanas en medio de una severa crisis social y económica en esos países.
Al hacer temporal el status, los gobernantes pretenden mantener a los inmigrantes en una posición precaria, dispuestos a aceptar salarios más bajos, cautelosos de unirse a sindicatos, y de esa forma utilizarlos para reducir los salarios de todos. Con la suspensión temporal de las deportaciones, con plazos prorrogables, pretendían debilitar cualquier movimiento a favor de la amnistía.
Los trabajadores nacidos en Estados Unidos o en el extranjero trabajamos juntos en las mismas fábricas, mandamos a nuestros hijos a las mismas escuelas, como hemos hecho durante años. Hay menos prejuicio antiinmigrante hoy que nunca dentro de la clase trabajadora. Enfrentamos a los mismos patrones, que reducen nuestros salarios, aumentan el ritmo de la producción y ponen en peligro nuestras vidas en el trabajo en su empeño para aumentar sus ganancias.
Esta es una cuestión de vida o muerte para la clase trabajadora. Necesitamos unirnos y protestar, “¡No nos importa dónde has nacido, qué idioma hablas, o el color de tu piel. Levantémonos y luchemos unidos!”
¡Amnistía para los trabajadores inmigrantes en Estados Unidos ya! ¡Alto a las deportaciones!
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