Dos casos presentados ante la Corte Suprema de Estados Unidos, uno por el gobierno estatal de Mississippi y el otro por el de Texas, tienen como objetivo desmantelar la decisión en el caso Roe v. Wade de la corte en 1973 que despenalizó el aborto en el país.
Sin embargo, esa decisión también abrió la puerta a una ofensiva contra las mujeres y la clase trabajadora. La decisión de la mayoría de la corte se basó en criterios médicos arbitrarios y cambiantes, no en el derecho constitucional de la mujer a la igual protección ante la ley. El fallo fue utilizado por los gobernantes capitalistas para interrumpir el debate y frenar el creciente apoyo al derecho de la mujer a tener el control de la decisión de dar a luz, libre de la interferencia del gobierno en ese asunto privado y personal.
El camino a seguir en la lucha por la emancipación de la mujer hoy no es montar una defensa de Roe v. Wade. Tampoco es tratar de obtener un fallo judicial “mejor”, uno que inevitablemente continuaría bloqueando la discusión y el debate necesarios en la clase trabajadora.
Los que se oponen al estatus de segunda clase de la mujer necesitan un punto de partida fundamentalmente diferente. Nuestra lucha es parte integral de las batallas del pueblo trabajador contra los esfuerzos de la clase patronal para hacernos cargar sobre nuestras espaldas la crisis de su sistema. Este es un enfoque diferente y una corrección de los artículos y editoriales recientes del Militante sobre los ataques de Texas y Mississippi contra los derechos de la mujer.
La lucha por lo que los trabajadores necesitan requiere reconstruir nuestros sindicatos y unir a las fuerzas de clase que pueden trazar un camino político para poner fin al dominio y la explotación capitalistas.
Ese curso abre la puerta a la transformación de las condiciones económicas y sociales en las que las mujeres y los hombres puedan tomar decisiones de formar una familia. Ese es el camino para acabar con la opresión y la degradación que enfrenta el pueblo trabajador hoy en día, donde la responsabilidad de la crianza de los niños (así como el cuidado de los enfermos y los ancianos) recae en los hombros de personas individuales, sobre todo mujeres.
Una lucha basada en esta línea representa una continuidad con el movimiento obrero revolucionario, especialmente con la dirección marxista de la Revolución Bolchevique en Rusia y de la Revolución Cubana hoy (ver artículo en la portada).
Obstáculos para formar una familia
Millones de jóvenes de clase trabajadora tienen cada vez menos posibilidades de iniciar una familia. Enfrentan la caída del salario real, deudas y un vertiginoso aumento del costo de la vivienda, el cuidado médico y de los niños, así como limitaciones en la capacidad de adoptar un niño.
Estas barreras a las posibilidades de formar una familia limitan y distorsionan las opciones que tiene una mujer sobre si dar a luz y cuándo hacerlo, especialmente a las mujeres de clase trabajadora y de clases medias más desfavorecidas. Sobre cómo vivir sus vidas. A medida que el pueblo trabajador y el movimiento obrero luchan para transformar estas condiciones, también avanza la batalla por la emancipación de la mujer.
Todo aspecto de la vida de los trabajadores está distorsionado por las leyes de producción capitalista impulsadas por el afán de los patrones por aumentar sus ganancias a costa nuestra. Al mismo tiempo, esta manera de funcionar del capitalismo nos impulsa a unirnos para defendernos. Las opciones que enfrentan los trabajadores para formar una familia ocurren en el contexto de esta lucha de clases.
Desde el colapso financiero de 2008 los patrones han acelerado sus ataques contra el pueblo trabajador. Esta crisis capitalista se ve agravada por la pandemia y los cierres impuestos por el gobierno y otros “mandatos”. Un número cada vez mayor de personas enfrenta una creciente inseguridad laboral y ahora un aumento galopante de los precios. Los alquileres en Estados Unidos aumentaron un 15.8 por ciento durante el último año.
Más trabajadores están recurriendo a nuestros sindicatos para luchar contra la reducción de los salarios y el deterioro de las condiciones laborales. Como a millones de otros, a los miembros del sindicato de trabajadores de panaderías BCTGM en Nabisco, los patrones les alargaron la semana laboral, garantizando que los trabajadores tuvieran aún menos tiempo con sus familias. La exitosa huelga este verano, que logró que se retrocediera el uso de las horas extras forzadas, ayudó a inspirar a otros a luchar. Actualmente hay batallas obreras en Warrior Met Coal, ExxonMobil en Texas, Kellogg y otras.
El costo del cuidado infantil está fuera de alcance, lo que afecta especialmente a las mujeres. Desde el comienzo de la pandemia, los costos del cuidado infantil se han disparado casi un 50 por ciento.
Muchos jóvenes en busca de un futuro y una familia se ven obligados a vivir más y más tiempo con sus padres, por no poder cubrir los gastos de establecer un hogar propio. Aproximadamente el 43 por ciento de los jóvenes de 18 a 29 años viven con sus padres.
Las decisiones del gobierno de cerrar las escuelas debido a la COVID obligaron a millones de trabajadores, especialmente mujeres, a quedarse en casa y cuidar a sus hijos. La participación de las mujeres en la fuerza laboral se desplomó durante los cierres, asestando golpes a su lucha por la igualdad.
Los obstáculos a la adopción son otra forma en que los gobernantes obstaculizan a los trabajadores para poder formar una familia. Los futuros padres deben mostrar prueba de ingresos suficientes, seguro médico y carencia de antecedentes penales. Deben someterse a una investigación que puede llevar hasta seis meses e incluye visitas sorpresivas de autoridades metiches. Solo entonces un trabajador social decide su “aptitud” para ser padres.
Como saben los trabajadores, muchos niños son “adoptados” por familiares y amigos ante alguna calamidad social. Estos son actos de elemental solidaridad humana.
Estas condiciones sociales se ven agravadas por las leyes aprobadas por los gobiernos estatales que restringen el acceso de las mujeres a servicios de planificación familiar, incluido el control de la natalidad y el aborto seguro y protegido, incluso hoy en día en Mississippi y Texas.
De hecho, el fallo judicial de la Corte Suprema de 1973, que interrumpió el debate en la clase trabajadora, puso viento en las velas de los opositores a los derechos de la mujer, quienes lanzaron una continua campaña para restringir el acceso de las mujeres al aborto. Actualmente en el 90 por ciento de los condados de Estados Unidos no hay un centro de atención médica que provea abortos, lo cual afecta más a las mujeres en pueblos pequeños y áreas rurales de clase trabajadora. Pocos hospitales ofrecen abortos.
‘¿Demasiados bebés?’
Los exorbitantes costos para iniciar una familia han contribuido a la caída de la tasa de natalidad, que en 2019 disminuyó por quinto año consecutivo. Pero para los liberales y radicales de clase media, lejos de ser esto un mal social, dicen que ¡ya hay demasiados bebés!
En su opinión, la “sobrepoblación”, no la explotación capitalista, es la causa de la pobreza, el hambre y la destrucción del medio ambiente.
Muchas personas se encuentran tan abrumadas por la angustia y la depresión que han renunciado a traer un niño al mundo. “Tomando en cuenta el amor que tengo por mi hipotético hijo no nacido, me consuela el evitarle un futuro inhóspito”, dijo una persona al New York Times. “De esta manera, mi elección se siente como un acto de amor”.
Los dirigentes revolucionarios de la clase trabajadora han respondido antes a tales puntos de vista reaccionarios que siembran el pánico.
En 1913 el dirigente bolchevique V.I. Lenin denunció los argumentos de que el tener hijos bajo las condiciones opresivas de los trabajadores significa sembrar un futuro de más miseria. ¿Qué de traer al mundo más luchadores obreros?, replicó Lenin.
“Hemos comenzado a aprender y estamos aprendiendo rápidamente a luchar”, escribió. Nuestros hijos “lucharán mejor, más unidos, más conscientemente y de manera más decidida de lo que luchamos nosotros contra las condiciones de vida actuales que mutilan y arruinan a nuestra generación”.
Y “saldrán victoriosos”.
Tomar la resolución de lograr un futuro revolucionario, dice Lenin, es “por qué somos enemigos incondicionales” de la visión reaccionaria de que el “control de la población” es la solución a los múltiples y acelerados males del capitalismo.
Tal perspectiva, dijo Lenin, “solo es adecuada para parejas pequeñoburguesas insensibles y egoístas que susurran con voz sagrada: ‘Dios nos conceda que nos las arreglemos de alguna manera por nosotros mismos. Tanto mejor si no tenemos hijos’”.
No hace falta decir, añadió Lenin, “Esto de ninguna manera nos impide exigir la anulación incondicional de todas las leyes contra el aborto o contra la distribución de literatura médica sobre medidas anticonceptivas, etcétera”.
Tales medidas se hicieron posibles cuando los bolcheviques llevaron a los trabajadores y agricultores al poder en 1917. Tres años más tarde, la república soviética se convirtió en el primer gobierno en todo el mundo en abolir tales restricciones a los derechos elementales y a la atención médica.
Lo que la clase trabajadora y nuestros aliados oprimidos y explotados necesitan hoy en día son luchas sociales lideradas por nuestros sindicatos por trabajos con salarios a escala sindical, vivienda, cuidado infantil y ajustes por el costo de vida en nuestros contratos para proteger nuestros salarios de la inflación.
A través de las batallas por estas y otras necesidades de los trabajadores, agricultores, mujeres, nacionalidades oprimidas y otros productores explotados, la clase trabajadora puede forjar nuestro propio partido político revolucionario, independiente de los capitalistas, sus partidos y su gobierno, para luchar para tomar el poder del estado en nuestras propias manos. Para establecer un gobierno de trabajadores y agricultores y unirse a la lucha mundial por el socialismo.
Este es el camino hacia la emancipación de la mujer.