Aquellos alrededor del mundo que desean unir a la clase trabajadora para avanzar nuestros intereses y poner fin al estatus de segunda clase de la mujer, pueden aprender mucho de las experiencias de la revolución socialista en Cuba. Desde el comienzo, Fidel Castro dirigió a los revolucionarios cubanos a promover la participación de la mujer como un igual en todos los aspectos de la sociedad, desde el combate hasta la industria. El Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio, que lucharon para derrocar la dictadura de Fulgencio Batista, la cual contaba con el apoyo de Washington, incorporaron mujeres tanto en la lucha guerrillera en las montañas como en el movimiento revolucionario en las ciudades. Muchas jugaron un papel central en el liderazgo de las batallas que derrocaron la dictadura.
Mucho antes de que Batista huyera del país el 1 de enero de 1959, el movimiento revolucionario comenzó a organizar al pueblo trabajador para implementar medidas sociales en su propio interés en las zonas controladas por el Ejército Rebelde. Se organizó un congreso de campesinos en septiembre de 1958 y se comenzó a implementar una reforma agraria. Se abrieron más de 400 escuelas que ofrecían clases tanto a la población en general como a los soldados del Ejército Rebelde.
Antes de la revolución, “empezando por la cuestión del trabajo, había un sinnúmero de actividades de las cuales estaban proscritas las mujeres”, dijo Castro, en el primer congreso de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) el 1 de octubre de 1962.
Las mujeres tenían “la voluntad de defender y participar en un proceso revolucionario que se planteaba transformar la situación de los explotados y discriminados y crear una sociedad mejor para todos”, dijo Vilma Espín en 1997, una dirigente de la revolución hasta su muerte en 2007.
A medida que las mujeres se incorporaban en todos los aspectos de la revolución socialista en desarrollo, se iban transformando a sí mismas en el proceso.
La dirección revolucionaria hizo todo lo posible para eliminar los obstáculos que impedían la participación de las mujeres, incluyendo ampliar el acceso al cuidado infantil. Tomaron medidas prácticas audaces y realizaron una paciente labor educativa para combatir prejuicios muy enraizados.
Las mujeres jóvenes formaron una gran parte de los 250 mil voluntarios que se unieron a la campaña que eliminó el analfabetismo en 1961 enseñando a leer a 700 mil personas en Cuba en un solo año. Decenas de miles compartieron la vida de los campesinos.
A instancia de Castro, en 1960 la FMC creó la escuela Ana Betancourt para las mujeres campesinas. En los años siguientes, la escuela trajo a La Habana a 14 mil mujeres jóvenes de las regiones más aisladas, donde recibieron capacitación vocacional y clases de lectura, historia, salud básica e higiene. También fueron introducidas al teatro y al ballet, ampliando sus horizontes culturales.
Se les enseño a coser, y se les entregó una máquina de coser con una condición: hacer un vestido para su madre y enseñarle a coser a otras diez campesinas. Regresaron a sus hogares con mayor conciencia y confianza, y lograron ganar a otros a la revolución.
La revolución enfrentó todos los obstáculos a la participación de la mujer. Según una ley de 1938, el aborto en Cuba se permitía solo en caso de violación, si la vida de la mujer estaba en peligro, o en caso de que existieran ciertos defectos. Además, en los primeros años de la revolución casi la mitad de los 6 mil médicos en Cuba, incluyendo la mayoría de los ginecólogos y obstetras, se fueron a Estados Unidos. La guerra económica de Washington contra Cuba dificultó la importación de contraceptivos.
En 1965, el Ministerio de Salud Pública, instado por la Federación, emitió una nueva interpretación de la ley de 1938 permitiendo el aborto durante el primer trimestre, el cual, al igual que toda intervención médica sería gratuito. Cuba fue el primer país en América Latina que despenalizó el aborto. En 1979 se aprobó un nuevo código penal y la antigua ley fue eliminada. Solo es necesario el consentimiento de la mujer.
Los tres extractos que publicamos a continuación fueron tomados de Las mujeres en Cuba: Haciendo una revolución dentro de la revolución. Copyright © 2012 por Pathfinder Press. Reproducido con autorización.
Era necesario cambiar la mentalidad de la mujer, habituada a jugar un papel secundario en la sociedad por los largos años de discriminación sufridos, demostrarle sus propias posibilidades, su capacidad para realizar cualquier labor, trasmitirle los urgentes requerimientos de la revolución para la edificación de la nueva vida. Era preciso enaltecer a la mujer ante sí misma y ante la sociedad.
Comenzamos nuestra labor mediante tareas sencillas que nos permitieron llegar a las mujeres, motivarlas a salir del estrecho y reducido marco en que se desenvolvían, explicarles los objetivos de la revolución y el papel que les correspondía jugar en el proceso.
Desde el principio perseguimos un doble propósito:
A través de la educación ideológica, crear conciencia para realizar las tareas.
A través de las tareas, ir educando ideológicamente.
Discurso en el Segundo Congreso de la FMC, noviembre de 1974
Para nosotras, la igualdad no constituye solo un principio de justicia social sino que es un derecho humano fundamental… sería peligroso que por consideraciones coyunturales a la familia se comenzara a hacer planteamientos coincidentes con los de los más retrógrados ideólogos capitalistas en cuanto a la participación femenina.
Significaría un retroceso desde todos los puntos de vista… el plantear el retorno de la mujer al hogar. Esto en primer lugar sería un absurdo, pues significa no solo quebrantar los principios de la igualdad y convalidar el papel tradicional de las mujeres, sino borrar casi un siglo y medio de luchas sociales transcurridas desde que los fundadores de la teoría marxista concretaron la concepción materialista sobre la relación indivisible entre la liberación de toda la sociedad por la revolución socialista y la liberación de la mujer como parte integrante del movimiento revolucionario…
Por ello hemos sido muy cuidadosas en todos estos años de no proponer aparentes soluciones a la situación de doble carga de la mujer, tales como la extensión del período de licencia por maternidad, los subsidios a las madres para cuidar a sus hijos, las jornadas reducidas de trabajo para la mujer. Estas medidas, lejos de resolver, tienden a perpetuar la situación de desigualdad… contribuyendo a desprofesionalizarla y retrasar su progreso…
Discurso en reunión de mujeres de países socialistas, La Habana, febrero de 1989
La Federación de Mujeres Cubanas desde los primeros años de la revolución enfrentó aspectos fundamentales relacionados con los más graves problemas derivados de la ignorancia que padecían las mujeres: el conocimiento de su propio cuerpo, sobre su sistema reproductivo, sobre la salud sexual y sobre la posibilidad de planificar el número de hijos y el espacio entre un parto y otro.
Pronto logramos que el aborto se introdujera como un servicio en el sistema de salud, solamente legalizado si se realiza en centros hospitalarios por personal especializado con todas las condiciones de asepsia imprescindibles. Bien pronto, la Federación convocó a las instituciones de salud y educación para realizar una labor educativa y un verdadero programa de educación sexual muy sólidamente asentados en conceptos avanzados y criterios científicos.
Entrevista con periodista noruego, 1997