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Vol. 72/No. 10      10 de marzo de 2008

 
Asamblea Nacional en Cuba elige direccción
(portada)
 
POR MARTÍN KOPPEL
Y BEN O’SHAUGNESSY
 
HABANA, 25 de febrero—Los 614 diputados recientemente elegidos al parlamento de Cuba, la Asamblea Nacional del Poder Popular, eligieron ayer un Consejo de Estado de 31 miembros. La nueva Asamblea Nacional, elegida cada cinco años en base a los territorios, fue elegida en las elecciones generales del 20 de enero en Cuba. Según la constitución de Cuba, el Consejo de Estado se elige entre los miembros de la Asamblea Nacional, y cuenta con el poder de la Asamblea entre sesiones y ejecuta sus resoluciones y decisiones.

La Asamblea Nacional eligió a Raúl Castro, de 76 años de edad, para la presidencia del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, la cabeza del estado y del gobierno del país. El ha sido primer vicepresidente del país desde 1976 y ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias desde 1959. José Ramón Machado, otro dirigente de la revolución por muchos años, fue elegido primer vicepresidente.

Seis días antes, en un paso que sorprendió a poca gente, el presidente Fidel Castro anunció que por razones de salud no “aspiraría o aceptaría la posición de presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe.” Señaló que había llevado estas responsabilidades desde la adopción de la actual constitución de Cuba en 1976, y con anterioridad había sido primer ministro por cerca de 18 años.

En julio de 2006 Castro fue hospitalizado por cirugía intestinal y pidió ser relevado provisionalmente de sus responsabilidades activas en el estado, el gobierno y el Partido Comunista cubanos. Delegó sus tareas como presidente, comandante en jefe y primer secretario del Comité Central del partido a Raúl Castro, primer vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros. Otros líderes del gobierno cubano asumieron las responsabilidades que Fidel había encabezado directamente en programas de salud, energía y educación.

En su anuncio del 18 de febrero, Fidel Castro se refirió varias veces al “estado precario” de su salud. En un mensaje tres días más tarde, él señaló que el proceso de selección de la nueva dirigencia en Cuba “me había dejado exhausto”. Muchos trabajadores en Cuba han expresado la opinión de que la decisión de Castro era correcta, ya que su salud no le permitía continuar como presidente y comandante en jefe. Y respiran hondo al saber que las más importantes responsabilidades del estado, del gobierno y del partido serán llevadas por aquellos con la salud y la energía para hacerlo.

El primer acto de la Asamblea Nacional el 24 de febrero fue el juramento de los diputados de este organismo. Se había producido una renovación significativa de la asamblea en las elecciones nacionales de enero. Cerca de dos terceras partes de los 614 legisladores habían sido elegidos por primera vez. Alrededor del 83 por ciento de los diputados nacieron después de la victoria de la Revolución Cubana en 1959 o eran menores de 10 años en esa época.

Treinta y seis diputados tienen menos de 30 años de edad y la edad promedio de los legisladores es de 49 años. Liaena Hernández, de 18 años de edad y estudiante universitaria sirviendo en la brigada militar fronteriza en Guantánamo, al este de Cuba, condujo la ceremonia de investidura. La edad electoral en este país es de 16 años. Los cubanos pueden ser elegidos a las legislaturas locales y provinciales a la edad de 16, y a la Asamblea Nacional a la edad de 18 años.

Alrededor del 35 por ciento de los diputados son negros o mestizos, un tanto más alto que el 33 por ciento elegidos a la asamblea en 2003 y 28 por ciento en 1998. Alrededor del 42 por ciento son mujeres, un aumento del 7 por ciento en relación con la asamblea saliente. Cuba es uno de los países con el más alto porcentaje de miembros del parlamento que son mujeres (la cifra equivalente a nivel mundial es del 17.7 por ciento; del 20.3 por ciento en los países de Europa occidental, central y oriental; y del 16.8 por ciento en el actual Congreso de Estados Unidos).

Los miembros del parlamento cubano, los cuales son elegidos por un periodo de cinco años, no obtienen salario alguno. Continúan trabajando en sus empleos que van desde ser miembros de las fuerzas armadas a gerentes empresariales, estudiantes universitarios, investigadores científicos, trabajadores, agricultores y dirigentes sindicales y de otras organizaciones de masas.

Además, cerca de la mitad de los diputados han sido elegidos previamente en sus distritos locales para las asambleas municipales del Poder Popular, para la que continúan sirviendo en tal capacidad.

La Asamblea Nacional realizó una elección secreta para los funcionarios del parlamento y para los 31 miembros del Consejo de Estado, 13 de los cuales son nuevos en tal organismo. Ricardo Alarcón y Jaime Crombet fueron elegidos presidente y vicepresidente de la Asamblea, respectivamente, y Miriam Brito fue elegida secretaria del organismo.

El nuevo primer viceministro del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, José Ramón Mercado, fue combatiente en la guerra contra la dictadura de Batista respaldada por Washington. Médico de profesión, encabezó el departamento médico del Segundo Frente Oriental del Ejército Rebelde, ayudando a establecer hospitales y clínicas en la región. Posteriormente sirvió como ministro de salud de Cuba. Ha sido miembro del Consejo de Estado desde 1976 y ha servido como secretario organizativo del Partido Comunista desde 1974.

De los otros cinco vicepresidentes del Consejo de Estado, la Asamblea Nacional reeligió al comandante de la revolución Juan Almeida; al general del ejército Abelardo Colomé, ministro del interior de Cuba; a Carlos Lage, secretario del Consejo de Ministros; y a Esteban Lazo, miembro del secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. La asamblea eligió también por primera vez a Julio Casas, uno de los vicepresidentes del Consejo de Estado. Casas había sido miembro del Consejo de Estado elegido en 2003. José Miyar fue reelegido secretario del Consejo de Estado.

La Asamblea Nacional aprobó una propuesta de Raúl Castro de preparar los cambios al Consejo de Ministros, el organismo más alto del gobierno, durante el curso de 2008 para tomar acción sobre ellos en la reunión regular de la Asamblea Nacional programada para diciembre. La Asamblea, en su reunión de febrero eligió al general del ejército Casas como ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), para reemplazar a Raúl Castro. Casas, previamente viceministro de las FAR desde 1990, fue combatiente en el Ejército Rebelde, luchó en 1961 en la batalla de Bahía Cochinos y realizó una misión de combate internacionalista en Etiopía. Casas es Héroe de la República de Cuba y ha mantenido numerosas responsabilidades de alto nivel en las FAR, incluyendo estar a cargo de las numerosas fábricas, granjas y otras empresas económicas administradas por las fuerzas armadas.  
 
Discurso de Raúl Castro
En su informe ante la sesión de clausura de la reunión de la Asamblea Nacional, Castro dijo que se necesitaban cambios en la estructura del gobierno para hacerlo más eficiente para responder a las necesidades del país. Señaló que fue en la década de los 70 cuando Cuba institucionalizó su actual estructura de gobierno. Esto incluyó el establecimiento de los cuerpos legislativos del Poder Popular a nivel local, provincial y nacional.

Posteriormente, dijo, “en 1994, en el momento más agudo del período especial, se hicieron considerables ajustes que conllevaron reducciones y fusiones de organismos, así como redistribución de las tareas de algunos de ellos. No obstante, fueron realizados con la premura impuesta por la necesidad de adecuarnos de manera rápida a un escenario radicalmente distinto, muy hostil y sumamente peligroso”.

El Periodo Especial se refiere a la aguda crisis económica precipitada a principio de la década de los 90, cuando Cuba bruscamente perdió la mayoría de la ayuda y relaciones de comercio favorables con los países del bloque soviético.

Hoy, Castro dijo, “se requiere una estructura más compacta y funcional, con menor número de organismos de la administración central del Estado y una mejor distribución de las funciones que cumplen”. Esto “permitirá reducir la enorme cantidad de reuniones,” reglamentos, disposiciones y burocracia. Como Raúl Castro indicara, las cuestiones a las que se refería son parte de la continuidad de la dirección revolucionaria en Cuba en su lucha por décadas para ajustar las estructuras del estado, del gobierno, del partido y de las organizaciones de masas en armonía con las circunstancias objetivas cambiantes y las necesidades de clase de los obreros y agricultores de Cuba, incluyendo su compromiso proletario internacionalista de ayudar a las luchas de los trabajadores en las Américas y el resto del mundo. Ellos han aprendido en la práctica que la super estructuración es el enemigo del funcionamiento centralista revolucionario y de lo que el dirigente argentino-cubano de la revolución Ernesto Che Guevara llamó “la politización del ministerio,” en un discurso en 1964 a la juventud cubana.

Che, en aquella época, señaló los pasos que la dirección estaba tomando, y que los jóvenes revolucionarios tenían que contribuir a dirigir, para superar la “indiferencia” dentro de los ministerios del gobierno, para transformarlos de “un nido de burócratas meticulosos y machacones”. Los revolucionarios tiene que organizar sus instituciones para que tengan “una relación, digamos, más humana, menos dirigida por los canales burocráticos”. En su discurso de conclusión de la Asamblea, Raúl Castro reiteró los puntos que había hecho públicamente en un discurso en Camagüey el 26 de julio pasado. “el apoyo masivo a la Revolución exige cuestionarnos cuanto hacemos para mejorarlo”, dijo Castro. Y añadió que “No hay por qué temer a las discrepancias en una sociedad como la nuestra”, y que el “debate crítico dentro del socialismo” es necesario.

El nuevo presidente señaló algunas de las principales preocupaciones que se habían presentado en las amplias discusiones que se dieron en toda la isla desde su discurso del 26 de julio. Dijo que en las próximas semanas y meses el gobierno empezará a revisar y eliminar algunas de las “prohibiciones y regulaciones” instituidas durante el Periodo Especial—designadas para prevenir el surgimiento de nuevas desigualdades bajo esas condiciones—que ya no sirven los propósitos para las que fueron instituidas.

Enfatizó que la prioridad del gobierno era “satisfacer las necesidades básicas de la población”. Un reto que será confrontado, dijo, es el de la moneda doble, establecida como medida temporal en 1994. Los cubanos reciben sus ingresos en pesos y se les garantizan ciertas necesidades básicas, muy subsidiadas, a través de la libreta, o libro de racionamiento. Pero desde el Periodo Especial, solo se pueden conseguir con la libreta un número reducido de artículos, y en cantidades que están muy por debajo de las necesidades de la mayoría de las familias, o muy por encima de las mismas. Raúl Castro llamó a las actuales medidas de racionamiento “irracionales e insostenibles.”

Al mismo tiempo, muchos artículos esenciales para el pueblo trabajador como aceite de cocinar, champú, y pasta de dientes se pueden conseguir solo precios que están cerca de su valor en el mercado mundial, y solo pueden ser comprados utilizando una segunda moneda conocida como el “peso convertible”. Para comprar estos artículos, los cubanos tienen que cambiar pesos por estos “pesos convertibles”, y dado que el índice de cambio actual es de 25 pesos cubanos por uno “convertible”, estos artículos son es su mayor parte, inalcanzables para un gran porcentaje de cubanos.

Castro desestimó los últimos llamados de los funcionarios de Estados Unidos a favor de una “transición” en Cuba a la “democracia,”—que, como siempre, es hacia el “libre mercado”, o lo que es lo mismo, al capitalismo, como precondición para levantar el embargo comercial de cinco décadas de Estados Unidos y por la normalización de relaciones.

“¡Qué poco conocen a nuestro pueblo, tan orgulloso de su plena independencia y soberanía!,” dijo.

Sí, que poco entienden los gobernantes de Estados Unidos una revolución popular genuina, una revolución socialista, como no han podido entender la revolución cubana por más de cinco décadas.  
 
 
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