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Vol. 73/No. 23      22 de junio de 2009

 
Los 5 Cubanos: ‘Apoyo
del mundo nos anima’

A continuación reproducimos la tercera parte de una entrevista con Gerardo Hernández, uno de los cinco revolucionarios cubanos que han estado presos en Estados Unidos bajo cargos falsos por más de 10 años. Saul Landau, miembro del Institute for Policy Studies (Instituto de Estudios de Políticas) en Washington, quien está haciendo un documental sobre el caso, realizó la entrevista por teléfono el 1 de abril. Las entregas anteriores aparecieron en los dos números pasados del Militante, y se publicará las tres restantes en las próximas ediciones.

Conocidos a nivel mundial como los Cinco Cubanos, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González fueron arrestados por agentes del FBI el 12 de septiembre de 1998. Habían estado recogiendo información sobre grupos cubanoamericanos contrarrevolucionarios que tienen una historia de ataques violentos contra Cuba y operan desde el sur de Florida con la complicidad de Washington.

Los cinco fueron declarados culpables en 2001 de cargos que incluían “conspiración para cometer espionaje” y no inscribirse como agentes de un gobierno extranjero. Recibieron condenas que varían desde 15 años hasta cadena perpetua. Hernández, quien además fue acusado falsamente de “conspiración para cometer homicidio”, fue sentenciado a doble cadena perpetua más 15 años, y desde 2004 ha estado recluido en la penitenciaria federal de Victorville, California, adonde lo trasladaron cuando la prisión de Lompoc, California, perdió su condición de “máxima seguridad”.

Los cinco han apelado su caso a la Corte Suprema de Estados Unidos. Se anticipa que ese tribunal decida en junio si considerará la apelación.

Las notas al pie son del Militante. Se han hecho leves cambios de estilo y gramática.
 

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Saul Landau: ¿Y después fue para la prisión en Lompoc, California?

Gerardo Hernández: Sí, tuvimos que dar una batalla legal para que nos sacaran del “hueco” y que nos pusieran con el resto de la población. Luego vino el juicio, y después del juicio otro mes en el “hueco”. Entonces después de la sentencia nos mandaron para diferentes penitenciarías.

A mí me tocó en Lompoc en el 2003, y para la “caja”.1 Esto pasó en las cinco prisiones en el mismo día. No está claro por qué, ni de dónde vino la orden. “Lompoc es una prisión muy vieja, y aparte del “hueco”, que es para los que han agredido a guardias o que le han dado candela a los colchones, etcétera … casos ya sin remedio prácticamente … está la “caja”, un sótano debajo del “hueco”: 10 celdas con doble puerta.

Allí me pusieron en calzoncillos, descalzo durante un mes. No sabía si era de día o de noche, porque allí sí eran las 24 horas. Allí no hay ninguna hora de recreación ni nada. Había un salidero de la celda de arriba. Cuando descargaba el baño, chorreaba esa agua sucia por las paredes de la celda mía.

Estuve quejándome por el peligro que eso representaba para la salud. Allí pensaban tenernos un año con “special administrative measures” [medidas administrativas especiales]. Me habían avisado de que yo no iba a tener contacto absolutamente con nadie. Ni visitas ni nada. Para comunicarme con mi abogado tuve que entregar una carta. Tuve que hacer un sobre con un papel que conseguí, pegarlo con pasta de dientes, porque no había absolutamente nada. No tenía nada que leer, ni nada para escribir, nada. Fue bastante difícil ese mes. Nos dijeron que íbamos a estar así un año, y que al cabo del año revisaban el caso y que podíamos estar así indefinidamente.

Cuando me iban a sacar a llevarme a bañar que me llevaban tres o cuatro guardias esposado. Las otras celdas tenían las puertas exteriores abiertas. La puerta interior era una reja cerrada. Pero la otra que era una plancha de hierro que aislaba completamente; las tenían abiertas para que la gente no se desesperara. Pero la mía siempre estaba cerrada. Cuando me iban a sacar, cerraban todas las otras para que ni siquiera nadie me viera. Porque una de las cosas establecidas era que no podía tener contacto con nadie.

Allí sí estuve un mes, sin saber si era de día o si era de noche, con agua sucia cayendo por las paredes, descalzo, con la luz encendida las 24 horas, y oyendo los gritos de la demás gente alrededor, que algunas habían perdido la mente.

Un día, un jueves, vinieron y me trajeron unos papeles para que los firmara, donde decía que iba a estar allí un año. El próximo martes, sin darme ninguna explicación, como mismo me habían entrado, sin saber nada de nada, me sacaron. Supimos que hubo bastantes protestas frente el Buró de Prisiones y que congresistas averiguaron por nosotros.

Landau: ¿Bajo qué pretexto lo metieron en la “caja?” ¿Y cómo mantuvo la cordura?

Hernández: ¿Pretexto? Ninguno. El teniente que me llevaba para el hueco me preguntó, “¿Por qué vas para el hueco?” Y le dije, “¿Y usted me va a preguntar a mi? Si usted es el que tiene que decirme”. Y cuando yo preguntaba me decían, “Eso vino de arriba”. Casualmente, cuando eso ocurrió faltaba un mes para que nosotros presentáramos la apelación, cuando más contactos con nuestros abogados debimos tener. Fuimos para el hueco —una coincidencia misteriosa— justo antes de la apelación.

¿Cómo pude resistir? Nosotros estábamos conscientes del apoyo, de la gente tratando de lograr la justicia en nuestro caso. Eso nos animó mucho. Nosotros sabíamos que Cuba estaría protestando esa situación, y que nuestros amigos en el mundo entero, e incluyendo en este país, estarían haciendo todo lo posible para sacarnos de allí. Y al final salimos del “hueco”. De hecho, hubo protestas en muchos países y en frente del Buró de Prisiones. Eso le da a uno mucho ánimo, mucha fuerza. Y uno sabe que no puede defraudar a sus compañeros… gente que no le fallarán y esperen que no les falle.

Entonces, uno se pasa el día pensando, “Aquí no puede pasarme nada, no me puede dar un ataque de pánico, no puedo enfermarme de los nervios, no puedo cederme ni un tantito, porque son demasiadas personas con las cuales me voy a quedar mal”. Y eso, a uno le da un ánimo tremendo.

Landau: ¿Pensaba en su familia?

Hernández: El gobierno de los Estados Unidos no le da visa a mi esposa para que me venga a visitar: durante los últimos 10 años.2 Negarme la posibilidad de ver a mi esposa es parte del mismo proceso: el interrogatorio, las ofertas de que nos vendiéramos, los meses en solitario. Pero los planes que hayan tenido el FBI o la administración no dieron resultado. En el principio ellos pensaron, “Arrestamos a estos agentes de Castro, los amenazamos y ellos se van a arrepentir, porque este es el país más rico y mejor del mundo. Y Cuba es un país pobre, una dictadura…” A los americanos por 50 años les han dicho, “Cuba es un infierno”, pero no puedes ir a verlo por ti mismo.3Los americanos son libres para muchas cosas, pero no para ir a 90 millas a visitar a ese país, a ver si es verdad lo que dice su gobierno. El plan que tenían con los cinco era que cambiáramos de bando, armar todo un show propagandístico, que denunciáramos todo lo que ellos pensaban que debíamos de denunciar, que condenáramos a la revolución, lo mismo que obligan a hacer a cualquier deportista o artista.

Cuando vienen aquí lo primero que tienen que decir es, “Vengo buscando libertad”. Entonces los exprimen al máximo, y después se olvidan de ellos. Ese era el plan más o menos que tenían con nosotros, pero les salió mal. Como venganza nos han hecho la vida lo más difícil posible durante 10 años. Los presos usan el e-mail para comunicarse con sus familiares. A mí no me dejan usar el e-mail, ni siquiera para comunicarme con mi esposa.

(Continuará)


1. Durante 33 meses, desde su arresto hasta después del juicio, los cinco fueron encarcelados sin derecho a fianza en el Centro Federal de Detención en Miami. Durante los 17 meses antes del juicio los mantuvieron en confinamiento solitario, el “hueco”. Después de ser declarados culpables fueron puestos nuevamente en el “hueco” por 48 días. En marzo de 2003, en cinco prisiones diferentes a través del país, fueron recluidos en la “caja”, un confinamiento aún más restrictivo dentro del “hueco”.

2. Adriana Pérez, esposa de Hernández y residente de Cuba, no ha podido verlo en 11 años porque el gobierno le ha denegado repetidamente una visa. En 2002, tras recibir una visa norteamericana y volar a Houston, fue detenida 11 horas y obligada a regresar a Cuba. A Olga Salanueva no le han permitido ver a su esposo René González, otro de los cinco cubanos presos, desde agosto de 2000.

3. Debido a las restricciones impuestas por Washington, la mayoría de los residentes de Estados Unidos no pueden viajar legalmente a Cuba.  
 
 
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