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Vol. 79/No. 25      20 de julio de 2015

 
(artículo principal)
Apertura de embajadas, otra victoria para Cuba
 
POR NAOMI CRAINE  
El presidente cubano Raúl Castro y el de Estados Unidos Barack Obama intercambiaron cartas el 1 de julio para confirmar el acuerdo de los dos gobiernos para restablecer relaciones diplomáticas y abrir embajadas en sus respectivas capitales a partir del 20 de julio. La apertura de las embajadas “concluye la primera etapa de lo que será un largo y complejo proceso hacia la normalización de los vínculos bilaterales”, dijo una declaración emitida por el gobierno cubano el 1 de julio.

Esto representa otra victoria para Cuba revolucionaria en el proceso anunciado el pasado diciembre para avanzar hacia la normalización de relaciones entre Washington y La Habana, que registró el fracaso de los esfuerzos de los gobernantes norteamericanos de derrocar la revolución socialista de Cuba a pesar de más de cinco décadas de guerra económica y política.

“Mientras se mantenga el bloqueo económico, comercial y financiero [de Washington] que se aplica con todo rigor” contra el pueblo cubano, y hasta que se devuelva “el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval en Guantánamo”, no podrá haber relaciones normales entre Cuba y Estados Unidos, subrayó el gobierno cubano.

Washington ha mantenido una base naval en la Bahía de Guantánamo desde la Guerra Hispanoamericana, en la cual los gobernantes norteamericanos ocuparon a Cuba justo cuando los combatientes cubanos estaban por ganar la independencia del dominio colonial español. A través de un tratado impuesto por Estados Unidos en 1903 Washington obtuvo un “arrendamiento perpetuo” de esa parte del territorio cubano.

A partir de la revolución de 1959, el gobierno cubano ha insistido que la ocupación norteamericana de Guantánamo y la violación de la soberanía cubana debe acabar.

El secretario de defensa Ashton Carter respondió el 1 de julio, diciendo que “no hay ni anticipación ni plan” para ceder la base.

Obama ha impulsado una rápida apertura de las embajadas después que Washington y La Habana anunciaran el 17 de diciembre sus intenciones de reanudar las relaciones diplomáticas. Él hizo claro que la meta de los gobernantes norteamericanos de derrocar la revolución socialista cubana y de restaurar las relaciones capitalistas en la isla no ha cambiado. Sin embargo, reconoció que el creciente aislamiento de Washington en América Latina exigía un cambio en las tácticas de los imperialistas. Hay amplio apoyo bipartidista dentro de la clase dominante de Estados Unidos para este curso.

La respuesta de la dirección cubana ha sido de tomar el tiempo necesario para considerar bien cada tema, defendiendo la soberanía y los principios de Cuba en cada etapa. Los funcionarios cubanos han explicado en varias ocasiones que Washington es quien tiene la responsabilidad de cambiar.

Insistieron en que no se podían restablecer las embajadas mientras Cuba permaneciera en la lista designada por Washington de “estados patrocinadores del terrorismo”, ni mientras se le negara a la misión diplomática de Cuba el acceso a servicios bancarios debido al embargo. Washington ahora ha cumplido con ambas condiciones.

Durante las negociaciones, el gobierno cubano ha reiterado continuamente su defensa de la soberanía de Venezuela, denunciando las amenazas y las sanciones de Washington contra ese país, y se ha pronunciado en apoyo de otras luchas antiimperialistas, como la lucha por la independencia de Puerto Rico.

Las cartas de Castro y Obama expresaron un compromiso para cumplir con los convenios de Viena sobre las relaciones diplomáticas y consulares adoptados en la década de 1960. “Me complace confirmar el entendimiento de Estados Unidos de que las antedichas convenciones se aplicarán a las relaciones diplomáticas y consulares entre nuestros dos países”, escribió Obama.

Cuba ha insistido que Washington rompa con su larga historia de utilizar el personal diplomático para interferir en los asuntos internos de Cuba y de muchas otras naciones, así como de financiar operaciones encubiertas dirigidas a desestabilizar al gobierno cubano y fomentar grupos “disidentes” dentro del país.
 
 
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