El Militante (logo)  

Vol. 72/No. 4      28 de enero de 2008

 
Luis Miranda, cinco décadas de organizar
apoyo para la Revolución Cubana
(especial)
 
POR OLGA RODRÍGUEZ
Y MARTÍN KOPPEL
 
NUEVA YORK—Luis Miranda, un organizador a favor de la defensa de la Revolución Cubana en Estados Unidos por cinco décadas, falleció aquí el 13 de noviembre a la edad de 79 años. En el entierro de Miranda en su Cuba natal, Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional de ese país, lo elogió como “ejemplo admirable de la dignidad, la fuerza, y el vigor del patriotismo” de los revolucionarios cubanos.

Nacido en La Habana en 1928, Miranda llegó a Estados Unidos a los 20 años. Fue unos de los miles de cubanos que emigraron a este país para escapar las duras realidades económicas impuestas por la dominación imperialista estadounidense de la isla.

En 1949 Miranda conoció a Walfrido Moreno, quien militaba en la rama neoyorquina del Partido Ortodoxo de Cuba, el cual hacía campaña en contra de la dominación yanqui y la corrupción desenfrenada. La peluquería de Moreno se convirtió en centro de organización de la oposición a la dictadura de Fulgencio Batista, la cual contaba con el respaldo del gobierno de Estados Unidos. Batista tomó el poder en un golpe de estado en 1952.

En 1955 Fidel Castro estuvo en Nueva York y otras ciudades estadounidenses para fundar núcleos del nuevo Movimiento 26 de Julio. Luis Miranda asistió a esa reunión y fue miembro fundador. El y sus compañeros se dedicaron a recaudar fondos para la guerra revolucionaria cubana dirigida por el Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio. Organizaron esfuerzos para recolectar y transportar ayuda material a los combatientes en la Sierra Maestra, teniendo que eludir a veces a las autoridades estadounidenses.

Miranda y otros militantes del Movimiento 26 de Julio fundaron Casa Cuba en 1957 para ampliar el apoyo a la lucha revolucionaria en Cuba. Con frecuencia colaboraban con los puertorriqueños independentistas del Partido Nacionalista. Después de la victoria revolucionaria de 1959, muchos cubanos que vivían en Estados Unidos volvieron a su patria. Casa Cuba organizó actividades de apoyo a la revolución entre los cubanos que se quedaron en Estados Unidos.  
 
Playa Girón y 'crisis de los misiles'
Los miembros de Casa Cuba eran en su mayoría trabajadores de fábricas y de restaurantes, dijo Miranda a dos reporteros del Militante, Martín Koppel y Olga Rodríguez, en una entrevista inédita en 2002. Eran disciplinados y firmemente leales a su revolución y su dirigencia. Realizaban asambleas semanales para debatir y educar sobre los logros de la revolución y defenderla contra ataques. Se defendían resueltamente de ataques y acoso por parte de la policía local y federal y de matones derechistas cubanos.

El 17 de abril de 1961, una fuerza mercenaria organizada por Washington desembarcó en las playas cubanas de Playa Girón. En menos de 72 horas las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, la Policía Nacional Revolucionaria y las milicias populares de trabajadores y campesinos derrotaron y capturaron a los invasores: la primera derrota militar del imperialismo estadounidense en América Latina.

Mientras se desarrollaba la invasión, Casa Cuba, junto con el Comité Pro Trato Justo a Cuba y otros grupos, organizaron piquetes de 24 horas durante tres días frente a Naciones Unidas, relató Miranda. El 20 de abril organizaron una protesta de 5 mil personas en la plaza Union Square para exigir “¡Manos de EE.UU. fuera de Cuba!” El Comité Pro Trato Justo a Cuba realizó protestas simultáneas en San Francisco, Los Angeles, Chicago, Detroit, Boston y otras ciudades.

En Naciones Unidas el canciller cubano Raúl Roa “tomó la palabra para pedir protección para los cubanos que se estaban manifestando en apoyo a Cuba, y que estaban siendo agredidos por la gusanera [derechistas cubanoamericanos] y la policía. Hubieron algunos compañeros heridos y también algunos presos”, dijo Miranda.

En octubre de 1962 la administración Kennedy llevó al mundo al borde de la guerra nuclear durante la llamada crisis de los misiles cubanos. Mientras Washington se preparaba para una invasión de la isla, millones de cubanos se movilizaron para defender su revolución socialista.

“En esos días estábamos en asamblea perenne y abierta”, discutiendo cómo responder a las amenazas de Estados Unidos, comentó Miranda. “Recibíamos llamadas de personas en estado de pánico que preguntaban por qué Cuba ¡quería tirarle bombas atómicas acá! Al principio pensábamos que era broma, pero después, por la Misión de Cuba nos enteramos que ellos recibieron cientos de llamadas, y entonces nos quedó claro que el gobierno y la prensa de Estados Unidos estaban instigando el pánico y las mentiras”.

Ante las movilizaciones y la disposición de los trabajadores y campesinos cubanos de defender su revolución, Washington tuvo que replegarse de sus planes de invasión. “Creo que esa actitud tan diáfana y soberana del pueblo cubano fue lo que salvó al mundo de una hecatombe”, dijo Miranda.  
 
‘Ganamos la calle’
En esos días, “la calle estaba dominada por el exiliado derechista, y si decidías hacer una actividad en la calle, sabías que había que pelear contra ellos” dijo Miranda. Casa organizó manifestaciones y mítines públicos contra las amenazas guerreristas de Washington, sumándose a otras fuerzas. Se mantuvieron firmes y se defendieron, a pesar de los consejos de sus “amigos” liberales de asumir un perfil bajo.

“Nos estimulaba ver a las mujeres en esos piquetes, en las batallas contra los gusanos y la policía. Venían con sus palos, firmes. Se ponían al frente de las marchas. Si la policía cogía a alguien, eran las primeras en gritar y fajarse con los policías para que no se llevaran a uno de nosotros”, recordó Miranda.

“Y allí es donde ganamos la calle”, dijo. Casa Cuba se ganó el derecho de manifestarse y organizarse en Nueva York en defensa de Cuba revolucionaria, y continuó defendiendo el espacio conquistado.

Casa libró campañas contra las acusaciones falsas levantadas contra sus miembros. Durante la visita de Fidel Castro a Nueva York en septiembre de 1960, cuando habló ante la Asamblea General de la ONU, contrarrevolucionarios cubanos atacaron a clientes del restaurante El Prado en Manhattan que apoyaban a la revolución. Los dueños estaban enviando comida a la delegación cubana en el Hotel Theresa. Durante un choque, por accidente resultó muerta una niña venezolana. La policía arrestó bajo cargos falsos a Francisco Molina, un trabajador cubano de 28 años que apoyaba la revolución. Molina fue enjuiciado y declarado culpable, aunque unos meses después salió de la cárcel y regresó a Cuba en un canje de prisioneros entre Cuba y Estados Unidos.

Cuando Fidel Castro se hospedó en el Hotel Theresa de Harlem, Luis Miranda fue integrante del equipo de seguridad de la delegación cubana. Fue uno de los que acompañó a Malcolm X al décimo piso del hotel para reunirse con Castro, relató más tarde.

Casa y sus miembros tenían que defenderse constantemente del hostigamiento del FBI, del servicio de inmigración y de la policía local a causa de sus actividades a favor de la Revolución Cubana. En 1963, relató Miranda, el gobierno de Estados Unidos exigió que todos los dirigentes de Casa se inscribieran como “agentes de una potencia extranjera”. “Estuvimos tres meses peleando el caso” y finalmente retiraron los cargos, dijo.

En los años 70 y principios de los 80, Casa fue repetidamente blanco de atentados dinamiteros por parte de derechistas, incluso con bombas incendiarias en su sede. En esos años, partidarios de la Revolución Cubana en Nueva York y otras ciudades fueron agredidos y hasta asesinados, en momentos en que grupos paramilitares como Rosa Blanca y Alfa 66 actuaban con impunidad. La policía y las autoridades locales hacían la vista gorda, o hasta arrestaban a manifestantes a favor de Cuba. Agencias municipales frecuentemente acosaban a Casa con multas por supuestas violaciones de reglamentos sobre incendios, bebidas alcohólicos y otros.  
 
Amplia plataforma de solidaridad
Casa Cuba también sirvió de centro de organización de solidaridad con luchas antiimperialistas mundiales, especialmente en Latinoamérica, y con luchas sociales en Estados Unidos. En 1962, a sugerencia de Ernesto Che Guevara, cambió su nombre a Casa de las Américas para reflejar la amplitud de su solidaridad.

Casa de las Américas abrió sus puertas a militantes de la lucha puertorriqueña por la independencia, el movimiento en Estados Unidos contra la guerra en Vietnam, la batalla contra el apartheid en Sudáfrica, las campañas por la excarcelación de los presos políticos en Chile y otros países latinoamericanos, y las revoluciones de Nicaragua y Granada. Celebró eventos sobre las luchas de los derechos de los negros. Hospedó a delegaciones de la Unión de Campesinos (UFW), y en una ocasión acomodó 82 catres en su sala para la delegación del UFW que se encontraba en gira.

En 1987 Luis Miranda llegó a ser presidente de Casa de las Américas. El continuó la orgullosa tradición de solidaridad y no exclusión que caracterizaba a Casa, abriendo sus puertas a los partidarios de todas las tendencias políticas que defendieran el derecho de Cuba a la autodeterminación. El participaba constantemente en las audiencias en Naciones Unidas sobre la descolonización de Puerto Rico, uniéndose a la delegación independentista.

A Luis le daba mucho gusto ofrecer el local de Casa a los jóvenes que organizaban viajes a Cuba para ver la verdad con sus propios ojos. Se llenaba de entusiasmo cuando le presentaban a un joven interesado en conocer más sobre la revolución.

Miranda mantenía un profundo interés en las luchas de los trabajadores en Estado Unidos. Brindó su apoyo a la batalla de sindicalización de los mineros del carbón en la mina Co-Op en Utah, que duró de 2003 a 2006, y a la campaña de defensa cuando los patrones del carbón entablaron cargos judiciales falsos contra los mineros y a los que divulgaban su lucha, incluido al Militante.

En la última década de su vida, Miranda dedicó mucho tiempo a la defensa de los cinco revolucionarios cubanos que se encuentran encarcelados en Estados Unidos bajo cargos falsos. Se identificaba con Gerardo Hernández, Fernando González, René González, Antonio Guerrero, y Ramón Labañino como militantes que dedican su vida y que conscientemente habían optado trabajar y luchar dentro de Estados Unidos por una causa: defender a Cuba socialista y sumarse a las luchas mundiales por la dignidad y la libertad.  
 
 
Portada (este número) | Página inicial | Página inicial en versión de texto