Vol. 72/No. 10 10 de marzo de 2008
Después de que los trabajadores y campesinos chinos arrebataron el poder político a los terratenientes y capitalistas en la revolución de 1949, se nacionalizó la tierra y se distribuyó a los campesinos sin tierra. Los capitalistas fueron expropiados y la industria fue puesta bajo el control del estado, con planificación nacional centralizada y monopolio del comercio exterior. Como resultado, las condiciones de vida de los trabajadores en las ciudades y en el campo avanzaron cualitativamente más allá que las de otros países semicoloniales en la región.
Pero el nuevo estado obrero en China estaba deformado desde sus inicios debido a las políticas contrarrevolucionarias del Partido Comunista Chino (PCC), un partido estalinista cuya dirección buscaba, por encima de todo, mantener sus privilegios materiales y los del resto de los sectores pequeño burgueses en la burocracia gubernamental, a expensas de los trabajadores y campesinos y de la revolución socialista mundial.
La colectivización forzosa de los campesinos y otras políticas en los primeros 20 años tuvieron consecuencias desastrosas en China, como se explicaba en los artículos anteriores en esta serie. El último artículo describió el cambio que tuvo lugar a finales de la década de 1970, cuando la dirección bajo el jefe del PCC Deng Xiaoping comenzó a abrir las principales ciudades costeras de China a la inversión extranjera y a relajar las restricciones sobre el establecimiento de empresas privadas (ver el ejemplar del 11 de febrero del Militante). El gobierno se alejó de la planificación centralizada, que incluye realizar decisiones sobre la producción basadas en las necesidades sociales y el control de los precios. Por el contrario, permitieron cada vez más que los precios, los salarios y la producción fueran determinados por métodos de mercado capitalistas.
Como resultado, ha habido cambios substanciales en la economía de China. Desde 1998 hasta 2003, el número de fábricas pequeñas y medianas operadas por el estado se ha reducido a la mitad. Algunas se han consolidado con otras empresas estatales y muchas se han vendido a propietarios privados. Más de 27 millones de trabajadores han sido despedidos, según el gobierno. El número total de trabajadores en las empresas operadas por el estado ha disminuido de 110 millones en 1995 a 66 millones en 2003. El número de trabajadores en las empresas colectivas, que tienen autonomía de la planificación central, disminuyó de 31 millones a 10 millones.
Según un informe al congreso de EE.UU. en octubre de 2007, las empresas de propiedad estatal de China, que se concentran en metales pesados, minería, extracción de petróleo y gas natural y equipo de transporte, producían alrededor del 75 por ciento del rendimiento del valor añadido industrial antes de las reformas económicas en 1979. Para 2005 producían solo el 38 por ciento. Otro 28 por ciento era producido por las empresas de propiedad extranjera. El 18 por ciento provenía de firmas privadas de propietarios chinos, y el resto de empresas propiedad de gobiernos locales.
La economía china creció en un 11.4 por ciento en 2007, la expansión más rápida en 13 años. Ha crecido por lo menos un 10 por ciento anual durante cada uno de los últimos cinco años. Hoy China es el mayor productor y consumidor de acero del mundo y el segundo consumidor de energía, en su mayoría del carbón. En 2008 se espera que sobrepase a Alemania como el mayor exportador de mercancías del planeta.
Resultados de métodos capitalistas
Este tremendo auge en la economía ha mejorado el estándar de vida de muchos chinos, especialmente las clases medias y sectores de la clase obrera urbana. Ha aumentado las expectativas de los trabajadores y campesinos de que es posible una vida mejor. Pero la proliferación de los métodos capitalistas, no solo en las empresas de propiedad privada sino también en las de propiedad estatal, ha conducido a un aumento en las desigualdades sociales y a una extensión de las disparidades ente la ciudad y el campo.
Un informe emitido en 2005 por Naciones Unidas en colaboración con el gobierno chino, la embajada sueca y Shell (China) Ltd., describe parte de lo que ha sucedido.
A medida que el gobierno dedicaba terrenos agrícolas para la construcción de fábricas rurales, plantas de energía y otros proyectos, entre 40 y 50 millones de campesinos perdieron la tierra que trabajaban. Muchos no recibieron compensación alguna.
Las filas del los llamados trabajadores migrantes aumentó. Estos son trabajadores que dejan sus hogares en el campo en búsqueda de trabajo en los pueblos y las ciudades. Para 2004 eran 104 millones, con extensas poblaciones flotantes de trabajadores viviendo en condiciones precarias en las principales ciudades.
Bajo la reaccionaria legislación introducida durante los años de Mao Zedong, los trabajadores migrantes no tienen autorización del gobierno para vivir permanentemente en las ciudades. No tienen derecho a pensiones, asistencia médica o compensación por desempleo del gobierno. Hacen los trabajos más duros y peligrosos y son pagados, como promedio, el 80 por ciento de lo que los residentes urbanos legales reciben por el mismo trabajo. Muchos trabajan siete días a la semana para poder sobrevivir.
Decadencia de la atención médica
El nivel de vida en la ciudad todavía es superior al del campo, aún si uno tiene que aguantar la dura vida de un trabajador migrante. Según el informe de la ONU, el pueblo trabajador de las áreas rurales constituye la gran mayoría del 10 por ciento más pobre de la población. El gasto gubernamental en servicios sociales es 10 veces más alto en la ciudades que en el campo. La mortalidad infantil 24 de cada mil nacidos con vida en China en 2006 llega al doble en áreas rurales. Muchas familias agrícolas no pueden costearse enviar a sus niños a la escuela.
El sistema de atención médica financiado por el gobierno ha sido desmantelado en gran parte como resultado de las reformas de mercado y en la actualidad el pueblo trabajador chino paga cada vez más por el servicio médico. En las ciudades, la mayoría de trabajadores de salarios bajos no tienen el dinero necesario para obtener servicios médicos.
El ritmo vertiginoso con que se expande la industria bajo tales condiciones ha conducido a horribles condiciones de seguridad. El Ministerio de Salud de China admite que el país tiene una de las tasas más altas de enfermedades causadas por el trabajo de todo el mundo. Las minas del carbón estatales y privadas no cumplen normalmente con las nuevas leyes que fueron aprobadas en respuesta a la enfermedad del pulmón negro, dice el informe de la ONU.
Las estadísticas muestran que en 2003 China produjo el 35 por ciento del carbón mundial, pero es responsable del 80 por ciento de las muertes causadas por la minería del carbón a nivel mundial, dice el informe. Más de 3 700 mineros del carbón murieron en el trabajo en 2007.
De mano con esto va la destrucción del medio ambiente por la contaminación industrial y las irresponsables compañías inmobiliarias que no toman en cuenta las consecuencias de sus proyectos de construcción sobre la naturaleza y las comunidades aledañas.
Aunque no se ha impuesto una clase capitalista gobernante en China, la cifra de individuos y familias ricos se ha multiplicado en la última década, y muchos en la burocracia estatal gobernante aspiran a unírseles. El Wall Street Journal recientemente presentó las cifras de los más ricos de China. En 2006 había 345 mil millonarios y en 2007 había 106 multimillonariosmás que en cualquier otra parte del mundo fuera de Estados Unidos.
Las brutales condiciones de trabajo y crecientes desigualdades sociales han sido fuente de protestas del pueblo trabajador por muchos años. En 2004, por ejemplo, Beijing informó que hubo más de 74 mil huelgas obreras, manifestaciones y acciones en contra de despidos, la corrupción, los daños al medio ambiente y las condiciones de trabajo en las fábricas.
Las escaramuzas por el uso de la tierra, el medio ambiente, la seguridad en el trabajo y el alto costo de la vida no van a transformarse de la noche a la mañana en el tipo de luchas populares que barrieron a los partidos estalinistas del poder en Rusia y Europa Oriental en la década de los noventa. Pero esas batallas se avecinan en China y será evidente cuando ocurran.
Los burócratas actúan como si China fuera inmune a las crecientes crisis de la economía capitalista mundial. Pero China se va integrando cada vez más a la economía mundial y no puede escapar la venidera catástrofe económica.
El aumento en precios de alimentos a nivel mundial es solo un ejemplo. El año pasado los estudiantes universitarios en varios recintos boicotearon las cafeterías a causa del alto precio de la comida.
Cualquiera que sea el ritmo de la lucha de clases, el capitalismo no será restaurado en China sin una batalla histórica para derrotar a la clase trabajadora. Hoy día, la clase trabajadora de ese país es mucho más fuerte y más experimentada que la que derrocó el dominio capitalista hace más de cincuenta años.
China: uso de política del mercado aumentó desigualdades