Vol. 73/No. 27 20 de julio de 2009
Por eso el pueblo trabajador debe exigir, no solo el cese de las redadas de la migra, sino el fin de las deportaciones y los despidos, y la legalización inmediata de todos los trabajadores indocumentados.
Hay que emular el ejemplo de los 254 trabajadores de la empresa Overhill Farms en Vernon, California, quienes luchan por ser restituidos a sus puestos, ya que la compañía los despidió por supuestamente tener números inválidos del Seguro Social.
La administración Obama dice que en lugar de las masivas redadas de fábricas, se concentrará en forzar a las compañías a que despidan a trabajadores indocumentados, y guardará en reserva el arma de la deportación.
Este es el verdadero rostro de la reforma migratoria integral que promueve la Casa Blanca, con el apoyo de ambos partidos capitalistas. Es poco más que un moderno puño de hierro en un guante de terciopelo, y ni tanto de terciopelo.
Ni los patrones ni su gobierno en Washington quieren deportar a todos, o siquiera a la mayoría de los trabajadores indocumentados. Quieren mantener una capa superexplotada de trabajadores. Un ejército de reserva de mano de obra que puedan utilizar cuando les plazca. Esperan que al mantener a millones de trabajadores como ilegales podrán intimidarlos, socavar su confianza propia, impedir que se unan a sindicatos y los reavivan, y reducir el valor de la fuerza trabajo de todos los trabajadores.
La victoria de los miembros del sindicato panadero en su huelga contra la empresa de galletas Stella Doro en el Bronx, Nueva York ni un obrero rompió las líneas de piquetes en los 11 meses es un ejemplo de cómo los inmigrantes fortalecen a toda la clase trabajadora.
Las palabras del senador Charles Schumer, escogido por los demócratas para redactar una ley de reforma migratoria, muestran lo que está en juego en este debate. La propuesta de Schumer de crear un carnet de identidad a prueba de falsificación para los trabajadores sería un arma de los patrones contra todos los trabajadores. Permitiría que los patrones hicieran listas negras de los activistas sindicales y de cualquiera tachado de armalíos.
El ilustre senador se opone a que se califique de trabajadores indocumentados a los inmigrantes sin papeles. Insiste en llamarlos extranjeros ilegales que no deben ser tratados como los que han entrado a Estados Unidos legalmente.
Los trabajadores con conciencia de clase decimos lo opuesto. Recibimos con brazos abiertos a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes, tengan o no documentos. Para nosotros no son ilegales sino más bien compañeros de lucha.
Artículo relacionados:
Obreros inmigrantes reclaman sus puestos
254 en California resisten despidos
Sindicalistas ganan su 1er pacto en la Smithfield
Portada (este número) |
Página inicial |
Página inicial en versión de texto