Vol. 73/No. 34 7 de septiembre de 2009
El 5 de agosto un avión teledirigido norteamericano mató a Baitullah Me-sud, un dirigente de Tehrik-e-Talibán en Pakistán. Poco después, Maulvi Omar, el vocero principal del grupo fue arrestado.
El Tehrik-e-Talibán es una alianza de cerca de una docena de facciones del Talibán en las Areas Tribales bajo Administración Federal (FATA) en Pakistán y en partes de la Provincia Fronteriza del Noroeste. A diferencia de otros grupos talibanes que se concentran en combatir a las fuerzas norteamericanas y aliadas en Afganistán, el Tehrik-e-Taliban también ha estado librando una lucha en contra del gobierno pakistaní. Desde la muerte de Baitullah, la organización se ha visto asediada por una disputa interna por el poder y por los ataques de las milicias antitalibanes respaldadas por ataques aéreos del gobierno.
En su guerra contra las fuerzas talibanes opositoras, el gobierno pakistaní ha venido respaldando y dependiendo cada vez más de ejércitos privados de tribus leales y dirigidos por individuos acaudalados.
Desde su inicio en los años 1990, el Talibán ha sido un elemento estratégico clave de Islamabad en su contienda por ganar influencia en Afganistán. Pero el gobierno pakistaní perdió su capacidad de controlar en gran parte al Talibán después de dar su apoyo a la guerra que encabeza Washington en Afganistán desde 2001. La misma dinámica es válida para otros grupos armados islamistas, que Islamabad ha apoyado como fuerzas irregulares con el fin de contrarrestar al gobierno de India como fuerza regional.
El terrorismo derechista islamista también ha sido una herramienta importante para el imperialismo en la región. Washington, Pakistán y la monarquía Saudita han sido los principales patrocinadores de las fuerzas mujajedín, que lucharon para expulsar la invasión soviética de Afganistán y para mantener el atraso social y el dominio de los terratenientes. Tanto Al-Qaeda como el Talibán han surgido de esta experiencia.
El avance de Islamabad en la provincia de FATA fue precedido por una gran ofensiva en el valle de Swat en el norte, en la que mataron a muchos civiles y por lo menos 2.3 millones de personas tuvieron que abandonar sus viviendas. Aproximadamente 1 millón de ellas aún permanecen clasificadas como personas desplazadas en el interior.
El coordinador de misiones humanitarias de Naciones Unidas Martín Mogwanja dijo que las agencias se están preparando para posibles operaciones militares pakistaníes en Waziristán del Sur y el desplazamiento de unas 90 a 150 mil personas más ahí.
Presionan a Islamabad a escalar guerra
Pakistán se merece crédito por el papel que ha jugado, dijo James Jones, el consejero de seguridad nacional norteamericano a Fox News, el 9 de agosto. Esperamos que continuemos la presión y que no aflojemos, dijo. El general Stanley McChrystal, jefe de las fuerzas norteamericanas en Afganistán, expresó su preocupación de que la muerte de Baitullah empuje a las fuerzas talibanas a concentrarse más en luchar contra las fuerzas norteamericanas en Afganistán que contra el gobierno pakistaní.
Sin embargo, la respuesta de Islamabad puede que no sea tan inmediata o completa como lo espera Washington. El ejército pakistaní ha estado bombardeando ciertas áreas, pero se ha detenido en realizar una invasión por tierra, alegando falta de equipo.
Después de la muerte de Baitullah, Washington lanzó otros dos ataques con aviones teledirigidos en la provincia de FATA el 11 de agosto, y en Waziristán del sur y Waziristán del norte el 21 de agosto, matando a más de 30 personas.
Hasta ahora Washington se ha negado proveer al ejército pakistaní de su tecnología de aviones teledirigidos. Sin embargo, en cooperación con una compañía italiana, Islamabad ha iniciado la producción de su propia versión de aviones teledirigidos.
Según citas de la prensa pakistaní se estima que han muerto unos 700 civiles a consecuencia de los ataques de los aviones teledirigidos norteamericanos desde que comenzó la guerra. Las autoridades norteamericanas disputan estas cifras.
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