Vol. 73/No. 50 28 de diciembre de 2009
PEDRO DE LA HOZ
¿Qué llevó a las autoridades coloniales a consumar el horrendo crimen del 27 de noviembre de 1871? ¿Vesania o calculada felonía? ¿El odio irracional hacia la emergencia de un sentimiento nacional que cuajaba en la manigua o el premeditado intento de escarmentar a los espíritus levantiscos que simpatizaban con la gesta emancipadora?
El caso fue que aquel día, ocho estudiantes cubanos de Medicina recibieron en sus cuerpos una mortal descarga de fusilería para castigar la supuesta profanación de la tumba de un libelista español que pedía el exterminio de los nacidos en la isla. Muy pronto se sabría que la profanación nunca tuvo lugar, que todo fue mero pretexto para urdir el crimen.
Los primeros en ser sindicados fueron cinco jóvenes que se hallaban en la necrópolis de Espada el 23 de noviembre, fecha en que debieron incurrir en la falta jamás cometida. Los tres restantes resultaron elegidos al azar. Otros 30 recibieron penas de hasta seis años de prisión en el amañado proceso.
ángel Laborde, Anacleto Bermúdez, José de Marcos Medina, Juan Pascual Rodríguez, Alonso álvarez de la Campa, Eladio González, Carlos Augusto de la Torre y Carlos Verdugo se nombraban las víctimas. Sus edades oscilaban entre 16 y 21 años.
No se registran, sin embargo, los nombres de otros cinco cubanos que cayeron ese mismo día, en un intento por rescatar a los estudiantes en su camino hacia el paredón de fusilamiento. Eran cinco hombres de piel negra, uno de ellos "hermano de leche" de álvarez de la Campa. Es decir, amamantados por la misma nana negra.
Existe un testimonio de la frustrada acción escrito nada menos que por Ramón López de Ayala, capitán de voluntarios encargado del fusilamiento de los jóvenes, quien relató en carta a un hermano suyo que laboraba en el madrileño Ministerio de Ultramar lo siguiente: "Unos negros dispararon sus armas de fuego contra un grupo de voluntarios de artillería, a cuyo teniente mataron. Los atacados arremetieron inmediatamente contra los negros y en aquel punto fueron despedazados los 5 autores de la agresión".
Los negros pertenecían al juego abakuá Bakokó Efó, una de las asociaciones que bajo esa denominación organizaron a los esclavos africanos y sus descendientes en tierra cubana para protegerse físicamente y preservar su cultura de la opresión colonial. Entre los abakuás, el gesto del 27 de noviembre de 1871 ha sido conservado y transmitido oralmente como parte del más valioso patrimonio de rebeldía de quienes, arrancados por la fuerza para ser explotados en las plantaciones de la isla, aportaron valores éticos imprescindibles a la forja de la nación.
Para aquellos anónimos luchadores valen las palabras con que nuestro Martí honró a los estudiantes asesinados, al ponderar la capacidad del alma cubana "(…) para alzarse, sublime, a la hora del sacrificio, y morir sin temblar en holocausto de la Patria".
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