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Vol. 75/No. 12      28 de marzo de 2011

 
No es lucha de mujeres contra hombres
(especial)
 

A continuación reproducimos la presentación de Mary-Alice Waters, presidenta de la editorial Pathfinder y miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, en un evento celebrado el 14 de febrero en La Habana, para lanzar una nueva traducción al español del libro Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer, por Evelyn Reed, Waters y Joseph Hansen (ver artículo en la página 15).

El libro fue publicado recientemente bajo el sello de Ciencias Sociales de la Editorial Nuevo Milenio. Waters, editora del libro y autora de la introducción a la edición en inglés de Pathfinder en 1986, también escribió el prefacio a la edición en español de 2010 (reproducida en el número del 21 de febrero del Militante).

Las notas en la página 13 y los subtítulos son del Militante. La presentación de Waters se reproduce con autorización. Copyright © 2011.
 

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POR MARY-ALICE WATERS  
Primero, un cálido saludo al vicepresidente José Ramón Fernández. Para los pocos de ustedes que tal vez no lo conozcan, el compañero Fernández fue el comandante, bajo el mando de Fidel, de la columna principal de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba que le asestaron a Washington su primera derrota militar en América hace 50 años en Playa Girón. Dentro de apenas dos meses, el 16 de abril, en las calles de La Habana estaremos celebrando el aniversario de esa victoria para todo el pueblo trabajador, al conmemorar la proclamación de Fidel al mundo del carácter socialista de la revolución1.

Quiero empezar agradeciendo a Sonia [Almaguer], [Osvaldo] Padrón y todas las compañeras y los compañeros de Ciencias Sociales que hicieron posible este libro, con una nota especial de agradecimiento a Susana de la Cruz, quien diseñó la portada llamativa de esta edición cubana.

También quiero agradecer especialmente a tres compañeras, cada una de las cuales jugó un papel importante en hacer realidad este libro, y quienes deseaban estar presentes esta tarde pero no pudieron por sus responsabilidades en otras presentaciones de libros.

Esther Pérez, editora de la revista Caminos, publicada por el Centro Martín Luther King aquí en La Habana, ofreció su tiempo y sus excelentes habilidades como traductora para que este libro estuviera disponible en español por primera vez.

Pilar Jiménez, quien ha tenido importantes responsabilidades en Ciencias Sociales por muchos años, fue decisiva para convencer a unos pocos escépticos de que Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer era en realidad un tema que merecía ser considerado por una editorial marxista seria.

Y por último, pero no por eso menos importante, Carolina Aguilar, una de las dirigentes fundadoras de la Federación de Mujeres Cubanas, e infatigable luchadora por la revolución socialista y la emancipación de la mujer durante más de medio siglo, fue una de las compañeras de la dirección de la Federación cuya colaboración y aliento fue irremplazable. No sé hace cuántos años fue que Carolina, Isabel y yo hablamos por primera vez de publicar este libro en español, y es una de las razones por las cuales es tan oportuno que Isabel, junto con Julio César, esté aquí para presentarlo esta tarde.  
 
De Estados Unidos a Cuba e Irán
Quisiera decir unas palabras sobre el origen del libro, de qué se trata y por qué ha sido uno de los títulos más populares de Pathfinder en los últimos 25 años: y no solo en Estados Unidos y otras partes del mundo de habla inglesa.

Por ejemplo, en Irán se han comprado más de 4 mil ejemplares del libro. Es una traducción al persa —ya es la segunda tirada— que publicó ahí hace casi una década la editora iraní Golazin, la cual ha editado numerosos títulos que promueven la lucha de la mujer por la igualdad.

He pensado en eso cada vez que prendía la televisión en las últimas semanas y veía imágenes de las muchas mujeres entre los millones, desde Túnez hasta Egipto y más allá, que se han tomado las calles en las masivas manifestaciones contra regímenes brutalmente dictatoriales, apuntalados por Washington, que habían perdido toda pretensión de legitimidad popular.  
 
Debate en el ‘Militant’
Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer nació hace más de 50 años. De hecho, el primer artículo del libro apareció en la edición del 26 de julio de 1954 del Militant: un periódico socialista combativo, con sede en Nueva York, cuyo membrete proclama con orgullo que está “publicado en defensa de los intereses del pueblo trabajador”. Fue una casualidad, por supuesto, pero como ustedes saben muy bien, ese fue el primer aniversario del asalto al cuartel Moncada2, donde se dispararon los primeros tiros de la guerra revolucionaria contra la tiranía batistiana apoyada por Washington.

En esos momentos la economía norteamericana pasaba por una de sus recesiones cíclicas: algo muy diferente de la profunda crisis de producción, comercio y finanzas de la cual el sistema capitalista mundial hoy día está atravesando los años iniciales. En 1954, con el nivel relativamente alto de desempleo, y teniendo el presupuesto doméstico apretado, las mujeres trabajadoras estaban gastando menos en cosméticos. Las ganancias de las grandes empresas de farmacéuticos y modas estaban decayendo, y los fabricantes de cosméticos intensificaban una campaña de publicidad para convencer a las mujeres de que tenían que tener un nuevo color de lápiz labial o una crema mágica de piel para ser sexualmente deseables y poder competir exitosamente con otras mujeres al vender su fuerza de trabajo.

El director del Militant, Joseph Hansen, publicó un articulo muy humorístico y al mismo tiempo muy serio sobre los planes de “marketing” de los llamados “mercaderes de la belleza”. A la mayoría de los lectores les encantó, pero algunos respondieron con cartas airadas, acusando al autor de burlarse de las mujeres. El uso de los cosméticos, argumentaban, era un “derecho” de la mujer; las mujeres trabajadoras solo buscaban un poco de belleza en su vida.

El debate animado y a veces acalorado que se desarrolló en las páginas del Militant, y después en un boletín de discusión del Partido Socialista de los Trabajadores, se ahondó en las verdaderas cuestiones históricas, las verdaderas cuestiones de clase que estaban en juego.

En nuestra sociedad dividida en clases, no es el pueblo trabajador el que decide lo que se considera bello o moral o verdad. Las clases dominantes imperialistas nos imponen, como parte de mantener y justificar su dominio, las normas que ellos promueven, o mejor dicho, profesan.

Hansen no se burlaba de las mujeres por usar cosméticos. Al contrario. El artículo del Militant estaba exponiendo el origen de la compulsión bajo la cual vivimos todos nosotros —tanto mujeres como hombres— y por qué estos problemas, lejos de ser frívolos, son de mucho interés para el pueblo trabajador.

El producto final del debate, publicado aquí como Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer, se puede calificar acertadamente como un libro de texto sobre los fundamentos del marxismo y la lucha de clases.  
 
Fetichismo de la mercancía
Quisiera destacar dos cuestiones entre las muchas que se podrían enfatizar.

Primero, uno de los artículos más amenos en esta colección es el de Joseph Hansen titulado “El fetiche de los cosméticos”. En realidad es una introducción popular a El capital de Marx: un libro que no solo es la crítica más abarcadora de la política económica que existe, sino el mejor libro jamás escrito para ayudarnos a comprender la opresión de la mujer y la lucha por eliminarla.

Hansen logra hacer comprensible el aparente misterio de lo que Marx llama el “fetichismo de la mercancía”, aun para el lector más nuevo.

Las formas en que los dueños del capital, calculadamente, aprovechan las inseguridades económicas, sociales y sexuales de las mujeres —y también de los adolescentes— para vender sus productos y aumentar sus ganancias al máximo es una lección que no se olvida jamás.

Hansen hace una pregunta retórica: “¿Ha cultivado la burguesía el fetiche de la mercancía de una forma más premeditada que los capitalistas americanos?” Los que seguimos viviendo y trabajando bajo sus bombardeos diarios no tenemos dudas de la respuesta.

Es más, el canto de sirena del fetiche de la mercancía se ha convertido en un arma imperialista sin par, contra los pueblos de todo el mundo. Ya hace 150 años, el Manifiesto Comunista describía esta realidad con una elocuencia sin igual:

Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada con la que [la burguesía] derrumba todas las murallas chinas… Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: crea un mundo a su imagen y semejanza”.3

Hoy más que nunca, esos precios, ese fomento cínico de la “demanda” para los imprescindibles productos de marca de las industrias capitalistas, son la artillería pesada que se apunta contra Cuba. Es una batalla que encaramos con plena conciencia de lo que está en juego para el pueblo trabajador a nivel mundial.  
 
Una batalla de la clase trabajadora
En segundo lugar, al centro de Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer está la cuestión de clase. La lucha por la emancipación de la mujer no es una batalla de mujeres contra hombres. Es una batalla de clases, una batalla entre los que no poseen propiedad y los que poseen y controlan la tierra, las minas y fábricas, y expropian para sí mismos el producto de nuestro trabajo social.

La condición de segunda de la mujer, como género, no está arraigada en la biología o en la “naturaleza humana”. Nació hace apenas unos pocos milenios, un microsegundo en la historia de la especie humana. Surgió en batallas sangrientas, de las cuales un puñado de hombres estableció su dominio sobre otros, tanto hombres como mujeres, y las mujeres mismas fueron reducidas a una forma de propiedad.

Más importante para nosotros: así como nació, así morirá.

Las formas y manifestaciones de la opresión de la mujer han evolucionado y cambiado a través de los milenios. Hoy día en el mundo capitalista, por lo general no nos compran, venden e intercambian como ganado o como esclavas. A algunas mujeres hasta les dan cargos directivos al frente de enormes empresas capitalistas, fundaciones “caritativas” e instituciones educativas burguesas, y ministerios de gobiernos imperialistas.

Pero las mujeres siguen siendo el segundo sexo, y no se logrará la eliminación de esa condición mientras existan las sociedades de clase. Esto se logrará siguiendo el camino que estamos luchando por hacer nuestro: con una revolución socialista.  
 
‘Medida de la emancipación general’

Como destacó Marx tan claramente en una de sus primeras obras, citando lo que llamó “la caracterización magistral del matrimonio” del escritor socialista utópico Charles Fourier:

El cambio en una época histórica siempre se puede determinar por el progreso de las mujeres hacia la libertad? El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general.4

¡La medida natural de la emancipación general!

Y hoy día el calibre de una dirección revolucionaria siempre puede medirse con la misma regla: de cómo actúa frente a esa realidad.

De ahí que el ejemplo de la Revolución Cubana ha sido singular desde el inicio. Y lo sigue siendo en la actualidad.

La trayectoria por la que pelearon las fuerzas dirigidas por Fidel —desde el Moncada hasta el Pelotón Femenino Mariana Grajales5 y más; la trayectoria emprendida por miles de mujeres en el Llano y la Sierra que arriesgaron la vida en un sinnúmero de misiones durante la guerra revolucionaria; la trayectoria emprendida desde el principio por la Federación bajo la dirección de Vilma6; la trayectoria del internacionalismo proletario cubano.

Esas son acciones que han confirmado y reconfirmado el carácter de clase de la Revolución Cubana y su dirección por más de medio siglo.

Y yo agregaría que la presencia aquí del compañero Fernández, vicepresidente del Consejo de Ministros, para celebrar la publicación de un libro como este —algo que sería inconcebible en cualquier otro país del mundo— no es más que un indicio de esa trayectoria de clase y ese calibre de la dirección de la Revolución Cubana.

Nadie afirma que ya se terminó el trabajo, y mucho menos los que estamos aquí. Pero ya se ha llenado un marcador. Por este camino, en el espacio de unas pocas décadas, las mujeres —y los hombres— en Cuba, a medida que lucharon por impulsar la revolución socialista, conquistaron el terreno económico y social que a las mujeres en lo que hoy son los países imperialistas les tardó un siglo y medio.

Ante todo, el pueblo de Cuba, a diferencia de cualquier otro país del mundo actual, tiene en sus manos un gobierno de la clase trabajadora, el arma más potente para usar en la lucha por acabar con todos los aspectos de la milenaria opresión de la mujer, de una vez por todas.

Esta no es más que una de las conquistas que vamos a celebrar el 16 de abril.

Esperamos que el libro que hoy presentamos sea un aporte pequeño pero valioso para armarnos frente a las batallas que tenemos por delante.


1. El 17 de abril de 1961, 1 500 mercenarios cubanos desplazados por Washington invadieron Cuba por la Bahía de Cochinos en la costa sur. En menos de 72 horas de combate, fueron derrotados por las milicias, fuerzas armadas y policía revolucionarias de Cuba en Playa Girón, según se conoce la batalla en Cuba. El día antes de la invasión—en respuesta a un bombardeo organizado por Washington contra tres pistas aéreas cubanas el 15 de abril en la que siete cubanos resultaron muertos y 53 heridos—el primer ministro Fidel Castro explicó ante una concentración de masas en La Habana que “lo que no puede perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba… Lo que no pueden perdonarnos [es] ¡que hayamos hecho una revolución socialista en las propias narices de los Estados Unidos!”

2. El 26 de julio de 1953, Fidel Castro dirigió un asalto al cuartel militar Moncada en Santiago de Cuba, lo cual marcó el inicio de la lucha revolucionaria contra la tiranía, apoyada por Washington, de Fulgencio Batista. Tras el fracaso del ataque, las fuerzas de Batista masacraron a más de 50 revolucionarios capturados. Castro y otros fueron capturados, enjuiciados y condenados a penas de cárcel. Fueron excarcelados en mayo de 1955 después de una campaña pública de defensa que obligó al régimen de Batista a otorgar una amnistía.

3. Carlos Marx, Federico Engels, El Manifiesto Comunista (Nueva York: Pathfinder Press, 1992, 2008), p. 36 [cuarta impresión].

4. Carlos Marx, Federico Engels, “The Holy Family” (La sagrada familia), en Collected Works (Obras completas; Moscú: Progress Publishers, 1975), tomo 4, p. 196.

5. Una unidad femenina de combate del Ejército Rebelde, fundada en septiembre de 1958. Tomó el nombre de la fervorosa independentista cubana, ocho hijos de la cual murieron peleando contra el coloniaje español. Uno de esos hijos, Antonio Maceo, conocido como el Titán de Bronce, fue el legendario general del ejército de la independencia, quien cayó en combate en 1896.

6. Vilma Espín (1930-2007), miembro fundadora del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y, junto a Frank País, dirigente del movimiento clandestino en Santiago de Cuba, se integró al Ejército Rebelde en julio de 1958. Fue presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas desde su fundación en 1960 y fue miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba de 1965 hasta que falleció.


 
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