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Un semanario socialista publicado en defensa de los intereses del pueblo trabajador
Vol. 75/No. 13      4 de abril de 2011

 
(artículo principal)
¡Alto al ataque a Libia!
Países imperialistas lanzan ataques aéreos
 
U.S. Navy/Mass Comm. Spc. 3rd Class Jonathan Sunderman
Destructor USS Barry lanza misil Tomahawk, uno de 160 misiles guiados lanzados desde buques de guerra estadounidenses y británicos contra sitios en Libia.

POR BRIAN WILLIAMS  
El 19 de marzo, Washington, Londres y Paris lanzaron extensos ataques aéreos contra Libya.

Durante los primeros cuatro días del ataque imperialista, más de 160 misiles guiados Tomahawk fueron lanzados desde buques norteamericanos y británicos en el Mar Mediterráneo. Además se dieron unos 150 ataques por bombarderos B-2 y aviones de caza F-15 de la fuerza aérea norteamericana, aviones Harrier de los Marines, y aviones de combate franceses y británicos.

En una operación llamada “Amanecer de Odisea”, los misiles y aviones han atacado instalaciones antiaéreas y de comunicaciones de Libia, soldados del gobierno que estaban avanzando hacia ciudades controladas por los rebeldes en el este del país, y la base del jefe de estado Moammar Gaddafi en Trípoli.

La agresión ocurre un mes después de que estalló en Libia una guerra civil in tras protestas para poner fin al régimen tiránico de 41 años de Gaddafi. Washington y las potencias imperialistas en Europa buscan reestablecer un gobierno capitalista estable y proteger sus inversiones e intereses estratégicos en este país y países vecinos que son ricos en petróleo.

La rebelión en Libia, inspirada por levantamientos en Túnez y Egipto, surge de la resistencia popular a la supresión de derechos democráticos fundamentales, incluyendo la libertad de expresión, de prensa, y asamblea, y el derecho de organizar partidos políticos.

A mediados de marzo, cuando las fuerzas de Gaddafi se acercaban a Benghazi —el centro político de la oposición en el este de Libia y su último baluarte— los gobiernos de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido se aprovecharon de la oportunidad para lanzar un ataque. Gaddafi dio a la administración de Barak Obama un pretexto para presentar la intervención como un acto “humanitario” cuando advirtió demagógicamente a los residentes de Benghazi: “Los encontraremos en sus armarios. No tendremos ninguna piedad ni compasión”.

Dirigentes del Consejo Nacional de Transición, cuya base se encuentra en Benghazi, aplaudieron los ataques aéreos, que en los primeros días frenaron la ofensiva de Gaddafi. El consejo, establecido a principios de marzo, está encabezado por miembros del gabinete de Gaddafi que renunciaron después de que comenzó la guerra civil.

El 17 de marzo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó por 10 votos una resolución para que se estableciera una zona de exclusión de vuelos en Libia. Los gobiernos de Rusia y China —los cuales cuentan con el poder de veto— se abstuvieron, al igual que Alemania, Brasil e India.

El 12 de marzo la Liga Arabe, con 22 miembros, abrió la puerta a la agresión imperialista cuando en una reunión de emergencia hizo un llamado al Consejo de Seguridad de la ONU a que impusiera una zona de exclusión de vuelos. La mayoría de los miembros apoyaron la resolución. Según funcionarios egipcios, solo Siria y Argelia discreparon.  
 
Aliados y rivales de los imperialistas
Al anunciar el ataque contra Libia, Obama dijo que será “limitado” en extensión y duración y que el mando militar sería transferido a otros gobiernos “dentro de unos días, no dentro de unas semanas”. Las operaciones militares iniciales han estado dirigidas por el Comando Africano norteamericano.

Desde el comienzo surgieron rivalidades entre los regimenes imperialistas, cada uno de los cuales persigue los intereses de clase de sus familias gobernantes.

El gobierno francés, que busca avanzar su posición como principal potencia militar y política en Europa, se opone a la transferencia del mando a la OTAN. Londres y Roma —cada uno ansioso de frenar a Paris— apoyan un mando de la OTAN, al igual que Washington, que domina la alianza militar.

Intimidado por la invasión norteamericana de Iraq en 2003, Gaddafi cultivó lazos con Washington y otras potencias imperialistas. Declaró que no produciría armas nucleares, entregó más de 4 mil centrífugas y otra tecnología para fabricar bombas nucleares y empezó a colaborar con agencias de inteligencia norteamericanas contra supuestos militantes islamistas. Empresas petroleras norteamericanas y británicas retornaron a Libia. Ya para 2008, el Departamento de Estado norteamericano empezó a caracterizar a Gaddafi como “una persona con personalidad y experiencia”.

Cuando estalló la guerra civil en Libia, hubo divisiones dentro de ambos partidos imperialistas norteamericanos, los demócratas y los republicanos, sobre si se debe o no organizar una intervención militar.

La política vacilante de Obama entró cada vez más en conflicto visible con él de la Secretaria de Estado Hillary Clinton y otros dirigentes. El cambio rápido de los combates en la guerra civil a favor de las fuerzas de Gaddafi llevó a la Casa Blanca a cambiar su curso de acción.
 
 
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