Vol. 76/No. 10 12 de marzo de 2012
A continuación publicamos las palabras de Mary-Alice Waters en la presentación de Las mujeres en Cuba: Haciendo una revolución dentro de la revolución en la Feria Internacional del Libro de La Habana, celebrada el 14 de febrero. Copyright 2012 © por Pathfinder Press. Se reproduce con autorización. Las notas al pie de las páginas son del Militante.
POR MARY-ALICE WATERS
Gracias, Arelys [Santana] por esa calurosa presentación. Y gracias especialmente al vicepresidente [José Ramón] Fernández, al compañero [Armando] Hart, a la compañera Teté [Puebla] y al compañero Víctor [Dreke] por acompañarnos hoy. Es un honor contar con su presencia, y con la participación de muchos otros combatientes revolucionarios que son demasiado numerosos para mencionar.
Para nosotros es un verdadero placer estar aquí con tantos compañeros y compañeras con los cuales hemos tenido el privilegio de trabajar en los últimos años, y muchos otros que recién ahora estamos llegando a conocer.
A nombre de todos nosotros de la editorial Pathfinder, quisiera expresar nuestro reconocimiento a las direcciones nacionales de la Federación de Mujeres Cubanas y de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, y ante todo a las compañeras Asela [de los Santos] y Yolanda [Ferrer]. Sin el trabajo arduo que hicieron, y sin su generoso apoyo, este libro —auténtica expresión de una verdad histórica, de una inquebrantable trayectoria política— jamás se habría hecho realidad.
Desde el comienzo, también ha sido imprescindible el trabajo y la colaboración de otras tres compañeras que aquí están presentes: Carolina Aguilar, Isabel Moya e Iraida Aguirrechu.1 Solo puedo decirle a cada una de ellas un sentido “gracias”.
Otros miembros del panel esta mañana les hablarán de lo que este libro representa para tantas personas aquí en Cuba. Yo solo quiero decir unas palabras de por qué Pathfinder lo ha publicado. Y por qué es importante —en Norteamérica y otras partes del mundo fuera de Cuba— para un número creciente de trabajadores que buscan maneras de resistir efectivamente y poner fin a los ataques intensificados de los dueños capitalistas de los medios de producción, y de su gobierno, contra la dignidad, los salarios, las condiciones de trabajo y los derechos del pueblo trabajador.
La respuesta más concisa a la pregunta de por qué publicamos libros como el que presentamos hoy es que en el mundo de hoy se necesita conocer el ejemplo vivo de los hombres y las mujeres que hicieron la Revolución Cubana, y que siguen haciéndola. Porque el pueblo trabajador en todas partes, tarde o temprano, se verá impulsado hacia la acción revolucionaria.
El historial exacto de la Revolución Cubana, relatado por los que la vivieron, explicando en sus propias palabras por qué actuaron así, es indispensable para la continuidad revolucionaria de la clase trabajadora, remontándose a la Revolución de Octubre de 1917 de los bolcheviques, la Comuna de París y el Manifiesto Comunista, que habló a nombre del proletariado y sus aliados en las masivas sublevaciones revolucionarias que estremecieron Europa en 1848-49.
Si la verdadera historia de la Revolución Cubana no está disponible, por escrito, para que otras personas puedan estudiar y conocerla, entonces las futuras generaciones pagarán un precio mucho más grande de lo necesario en las próximas batallas, cuyas escaramuzas iniciales ya se están librando. Esto es lo que está ocurriendo hoy día al ir desarrollándose progresivamente las primeras etapas de la creciente crisis del capitalismo.
La introducción a Las mujeres en Cuba: Haciendo una revolución dentro de la revolución comienza con la afirmación de que “no es un libro sobre la mujer. O quizás sería más exacto decir que su punto de partida no es la mujer, ni podría serlo. Es un libro sobre la Revolución Cubana … sobre los millones de trabajadores y agricultores —hombres y mujeres, de todas las edades— que han hecho esa revolución socialista, y cómo se transformaron a través de sus acciones al luchar por transformar su mundo”.
Una de las lecciones más revolucionarias en las páginas de este nuevo libro —una afirmación de Vilma— es su explicación de que cuando estaba naciendo la FMC, los que ayudaron a dirigirla y las mujeres que participaron en ella no tenían ni “estructuras preconcebidas ni programas diseñados”.
Las formas organizativas surgieron de los objetivos, y ante todo fueron producto de hechos que llevaron al cumplimiento de esos objetivos. Las formas surgieron de la participación de más y más mujeres y hombres en la lucha que se profundizaba. Ante todo, las mujeres querían participar en una auténtica revolución. En el transcurso de sus esfuerzos, crearon un medio para lograr ese fin.
Al ir avanzando el trabajo sobre este libro, esa explicación de Vilma se fue concretizando más y más, y me acordé de las palabras del Manifiesto Comunista. De que las posiciones de los comunistas “no se basan en modo alguno en ideas y principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo. No son sino la expresión del conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros ojos”.2
La Federación fue producto de “una lucha de clases existente” y muy real, así como una expresión exacta de la trayectoria proletaria de la dirección de esa lucha: ante todo de Fidel, pero no solo de Fidel.
“Cuando se produce una revolución profunda, la mujer, que ha estado oprimida por siglos, por milenios, quiere participar”, dice Asela en la entrevista. ¡Sí, es verdad! Pero luego agrega un comentario que me hizo reflexionar.
En aquellos días, dijo, “Había una efervescencia de cambio”.
La Revolución Cubana se distingue de todas las anteriores revoluciones desde el inicio del movimiento obrero moderno —entre otras cosas— por el número de mujeres que llegaron a ocupar un papel central en su dirección día a día. Ese hecho es un indicio de los cambios sociales y económicos —cambios históricos— que se gestaban en Cuba y en otros países.
El calibre de la dirección por sí solo no explica el papel que ocupan las mujeres en la lucha revolucionaria aquí en Cuba. Lenin —ni hablar de Marx y Engels— no fue menos abanderado de la participación de la mujer y de la emancipación de la mujer que Fidel. Pero las condiciones objetivas le presentaron a la Revolución de Octubre un grupo de desafíos diferentes. Los bolcheviques la dirigieron hacia la victoria en un momento diferente de la historia. Para volver a la expresión de Asela, la efervescencia de cambio en Cuba a principios de los años 50 tenía sus raíces en las convulsiones económicas y sociales de la segunda matanza interimperialista y las otras guerras que formaron parte de lo que conocemos como la Segunda Guerra Mundial.
Esto lo pude apreciar hace más de 15 años en una entrevista con el general Enrique Carreras que Pathfinder publica en Haciendo historia, una joya de libro que también incluye entrevistas sumamente valiosas con los generales Néstor López Cuba, Harry Villegas y José Ramón Fernández.
En esa entrevista Carreras habla de algunas de las cosas que le impactaron cuando él fue enviado a una base aérea del ejército norteamericano en San Antonio, Texas, en 1944 para entrenarse como piloto. “En la base de Kelly Field”, dice, “vi que las mujeres se entrenaban como pilotos y artilleras de los bombarderos B-25, y trasladaban los aviones de una base de los Estados Unidos a Canadá y a veces hasta Inglaterra”. Y Carreras agrega, “Nunca había visto en mi vida … las mujeres ocupando los puestos de los hombres, o entrenándose entre los hombres”. Aquí en Cuba en aquel entonces, señaló, todavía había mucho machismo. “No queríamos que la mujer fuera a la bodega ni estuviera trabajando en la calle ni estuviera en el campo”.3
Pero con la revolución, concluye Carreras, todo eso empezó a ser desarraigado.
Yolanda lo expresa bien en estas páginas. “El concepto de lo femenino comenzó a cambiar el día que triunfó la revolución”, dice. “Empezaban a perder terreno los prejuicios”. No se acabaron del día a la noche, sino que fueron perdiendo palpablemente más y más terreno. Las mujeres aprendieron, y demostraron, que ellas —junto con hombres que eran revolucionarios— eran capaces de hacer cualquier cosa que fuera necesaria.
El nacimiento de la Federación y su carácter solo pueden entenderse como un frente dentro de la revolución. No como algo más allá de la revolución. No como un fenómeno paralelo a ella.
La lucha por la participación de la mujer en la Revolución Cubana no comenzó el primero de enero de 1959. Comenzó con los preparativos para el propio asalto al Moncada y la insistencia de Fidel y Abel, así como Haydée y Melba, de que las mujeres estarían entre los combatientes.4 Los avances para la mujer continuaron en la lucha clandestina, no solo en Santiago, como relatan Vilma y Asela en este libro, sino por todo el país, y en el Ejército Rebelde. Y eso es lo que este libro lleva a la vida.
Creo que fue Carolina [Aguilar] la que una vez me comentó que la Federación nació con la formación del Pelotón Mariana Grajales.5 Es una imagen que llama la atención, una imagen que también se captó en las palabras de Fidel unos 30 años más tarde cuando dijo que la decisión de enviar los Regimientos Femeninos de Artillería Antiaérea a Angola en 1988 no fue una necesidad militar. Más bien —y cito a Fidel— fue “una necesidad moral, una necesidad revolucionaria”.6
La trayectoria revolucionaria que condujo desde el Moncada al Pelotón Mariana Grajales y a los Regimientos Femeninos de Artillería Antiaérea no ha flaqueado jamás, desde el 26 de julio de 1953 hasta el día de hoy.
La generala Teté Puebla —en su libro Marianas en combate— cuenta la historia de cuando Fidel la nombró directora del Plan Ganadero Guaicanamar en Jaruco en 1969, para demostrar que la mujer podía dirigir igual que el hombre. Que una mujer era candidata para dirigir cualquier frente, llevar a cabo cualquier tarea de la revolución. Una de sus responsabilidades, dijo, fue la incorporación de las mujeres campesinas al trabajo agropecuario.
Cuando Fidel la llevó a Jaruco, los hombres decían que no iban a trabajar con ella, explica Teté. “Será capitana, pero conmigo no trabaja”. Pero eso empezó a cambiar en apenas un mes, cuando ella fue demostrando que podía trabajar tan duro como cualquier hombre … y más duro que muchos de ellos.
En Estados Unidos, con el ascenso del movimiento de la mujer a fines de los años 60 y principios de los 70 —parte de la amplia radicalización que fue una respuesta, sobre todo, a la lucha de masas por los derechos del pueblo negro y en oposición a la guerra de los gobernantes norteamericanos contra el pueblo de Vietnam— había una camiseta muy popular (lo sé porque yo tenía una que me gustaba ponerme) que llevaba la consigna, “Una mujer tiene que hacer un trabajo dos veces mejor que el hombre para que sea considerada buena a la mitad”. Esa fue la misión de Teté. Y la cumplió.
Para los que vivimos fuera de Cuba, y para los de las generaciones más jóvenes que no vivieron la Revolución Cubana desde adentro, los relatos de Carreras y de Teté no son “historias”. Nos brindan la riqueza concreta y los detalles de las experiencias que nos permiten entender lo que realmente significó la revolución dentro de la revolución. Entender las batallas políticas que decidieron la vida o muerte de la revolución.
Es la única manera en que los que buscan emular el ejemplo de Cuba, ahora y en el futuro, podrán aprender de la historia de vuestros reveses así como de vuestras victorias.
Quiero finalizar destacando lo que —para nosotros, para revolucionarios desde Nueva York y Montreal hasta Auckland, Estocolmo y Manchester —es probablemente el aporte más importante que hace Asela en las páginas de Haciendo una revolución dentro de la revolución. Se trata de la claridad y nitidez con que ella describe brevemente la revolución social, dirigida por el Ejército Rebelde, que se fue acelerando en la zona del Segundo Frente en los últimos meses de la guerra.
Ese aspecto de la revolución no era desconocido antes. Y la creciente revolución social en enormes zonas de la provincia oriental de Cuba no estuvo limitada al Segundo Frente, por supuesto. En La victoria estratégica Fidel dice unas palabras —demasiado pocas— sobre el naciente aparato estatal que se estableció en el cuartel general de La Plata en septiembre de 1958. La Administración Civil del Territorio Libre, dijo Fidel, “se dedicó al necesario manejo de la vida económica y social de la montaña rebelde, vasto territorio definitivamente liberado, cuya población carecía casi en lo absoluto de todo”.
Fidel lo llamó “la semilla del nuevo Estado que surgiría tras el triunfo revolucionario, fiel al espíritu democrático y popular de la Revolución”.7
Pero el esbozo que hace Asela de la “república en armas” que los campesinos y trabajadores, dirigidos por el Ejército Rebelde, crearon en el territorio del Segundo Frente, se pinta con detalles más vivos que en cualquier otro libro que yo conozco que esté disponible fuera de Cuba. En el breve relato de Asela sobre las políticas que ese poder revolucionario aplicó, bajo el mando de Raúl, vemos todo el futuro rumbo de la revolución. En el espacio de unos pocos meses, incorporaron a más y más capas del pueblo trabajador para iniciar la reforma agraria, abrir más de 400 escuelas, organizar la primera campaña de alfabetización, crear clínicas y hospitales de campaña, construir caminos, imprimir materiales educativos, recaudar impuestos de los grandes productores, establecer la protección del pueblo trabajador bajo un imperio de la ley, y mucho más.
Para terminar, quiero hablar de las más de 100 fotos que ofrecen un resumen gráfico de los elementos más importantes de la historia que se cuenta en las páginas de Haciendo una revolución dentro de la revolución. En Pathfinder hemos aprendido con el tiempo que el trabajo que se dedica a la preparación de estas páginas de fotos hace una diferencia notable, especialmente para los lectores nuevos —trabajadores, agricultores, jóvenes— para quienes todo esto es desconocido. Esa riqueza de fotos, y las citas y leyendas tomadas de las propias entrevistas, le dan al lector nuevo un camino para adentrarse en el libro. Podríamos decir que es un pequeño, fiel y revolucionario “libro de fotos dentro del libro”.
Recibimos mucha ayuda de un número muy amplio de compañeras y compañeros aquí, sin los cuales este elemento vital del libro habría sido imposible. Nos ayudaron a encontrar fotos, identificar a personas, confirmar fechas, sitios y otros detalles, obtener las mejores reproducciones posibles, y mucho más. Compañeros de Bohemia, de Granma, de la Editora Política y de la Editorial de la Mujer participaron en esto, pero expresamos un reconocimiento especial a la familia de Raúl Corrales; y a la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, en particular a su director Eugenio Suárez y a Elsa Montero, organizadora del archivo de fotos. Tanto la Oficina de Asuntos Históricos como la familia Corral autorizaron el uso gratuito de muchas fotos en esta edición. Y eso incluye la foto de la cubierta tomada por Raúl Corrales.
Nada puede captar más elocuentemente la fuerza política que tiene este libro que la impresionante imagen de la unidad miliciana de trabajadoras de grandes almacenes marchando juntos con obreros de cervecería, el Primero de Mayo de 1959: con orgullo, confianza, voluntad y disciplina (disciplina interna, disciplina interiorizada por la lucha y para la lucha) que se expresa en sus rostros y su porte.
Por todo eso, les decimos a todas y todos ustedes: “Gracias”.
2. Carlos Marx, Federico Engels, El Manifiesto Comunista (Pathfinder, 1992), p. 48 [impresión de 2008].
3. Haciendo historia: Entrevistas con cuatro generales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (Pathfinder, 1998), p. 73 [impresión de 2010].
4. El 26 de julio de 1953, 160 revolucionarios bajo el mando de Fidel Castro lanzaron asaltos insurreccionales simultáneos contra el cuartel militar Moncada en Santiago de Cuba y el cuartel en Bayamo. Tras el fracaso de los ataques, las fuerzas de Batista masacraron a 56 revolucionarios capturados, entre ellos Abel Santamaría, uno de los dirigentes de los combatientes. Haydée Santamaría (hermana de Abel) y Melba Hernández fueron las dos combatientes que eran mujeres. Junto con Fidel Castro y otros, Haydée y Melba fueron excarceladas en febrero de 1954. Gracias a una amplia campaña nacional de amnistía se logró la excarcelación de los demás en mayo de 1955.
5. Teté Puebla, Marianas en combate: Teté Puebla y el Pelotón Femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana, 1956-58 (Pathfinder, 2003), p. 75 [impresión de 2010]. El pelotón, constituido en septiembre de 1958, fue la primera unidad de combate en el Ejército Rebelde integrada por mujeres.
6. Citado en Haciendo una revolución dentro de la revolución, p. 36.
7. Fidel Castro, La victoria estratégica: Por todos los caminos de la Sierra (La Habana: Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2010), pp. 363-64. El libro es el primero de dos tomos de Fidel Castro, ambos publicados desde 2010, que relatan la derrota de la “ofensiva final” de la dictadura de Batista por parte del Ejército Rebelde en el verano de 1958, u luego la contraofensiva de los revolucionarios para extender la lucha al resto de Cuba, culminando con la victoriosa huelga general y la insurrección popular el 1 de enero. El tomo final se titula La contraofensiva estratégica: De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba.