Vol. 78/No. 10 17 de marzo de 2014
“La relación entre el marxismo y los cosméticos puede parecer inusitado”, dijo Monal, “y pienso que cuando el libro circule, mucha gente se va a plantear, ¿Qué tiene que ver esto con la actualidad?”, dijo. Pero tiene mucho que ver con la actualidad.
El panel de oradores, que además incluía a Martín Koppel, hablando en nombre de la editorial Pathfinder Press, abordó la explicación en el libro de cómo los dueños de la industria de los cosméticos en el mundo capitalista explotan las inseguridades económicas y sexuales de las mujeres para vender sus productos y aumentar sus ganancias.
La presentación de Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer se realizó el 15 de febrero en un patio al aire libre del Pabellón Cuba, un centro cultural muy popular en el corazón de La Habana. El pabellón estaba lleno de familias que compraban libros y algodón de azúcar para sus niños. Acudía gente para asistir a recitales de poesía, exposiciones de fotos y obras de teatro.
La presentación del libro fue moderada por Isabel Moya, directora de la Editorial de la Mujer, casa editora de la Federación de Mujeres Cubanas. Moya había hablado aquí hace tres años en la presentación de la primera traducción al español del libro, publicada por la editorial cubana Ciencias Sociales. La nueva edición de Pathfinder incluye las palabras que ofreció Moya en 2011.
Entre las decenas de personas en el público estaban miembros de la Federación de Mujeres Cubanas y otras personas que habían llegado para el evento. Muchas otras personas estaban pasando por el pabellón o esperando el inicio de otro programa, y se sentaron a escuchar.
Moya presentó a los dos panelistas y a Mary-Alice Waters, una de los autores del libro, su editora y presidenta de la editorial Pathfinder así como miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores.
Monal dijo que para ella era un placer presentar un libro de Pathfinder, que tiene “una larga trayectoria de lucha”. Los que producen y distribuyen los libros de Pathfinder, dijo, “jamás han bajado las banderas”.
Cuando era una joven partidaria del Movimiento 26 de Julio dirigido por Fidel Castro, Monal fue arrestada y encarcelada, primero en Cuba y luego por unos días en Estados Unidos mientras transportaba armas para las fuerzas revolucionarias en Cuba, justo cuando la dictadura de Batista fue derrocada el 1 de enero de 1959.
A través de los años ella ha sido una de las más firmes defensoras del marxismo en Cuba, enseñando filosofía en la Universidad de La Habana y en su trabajo al frente de los estudios marxistas en el Instituto de Filosofía.
Monal es conocida por su insistencia en estudiar las obras de Marx y Engels mismos, y no las falsificaciones de Marx y Engels que se encontraban en los libros de texto que provenían de la Unión Soviética.
Introducción popular al marxismo
“La publicación de este libro no podía ser más oportuna”, dijo Koppel. Destacó las olas de huelgas y manifestaciones en Camboya y Bangladesh en los últimos meses de cientos de miles de obreros de la costura, en su mayoría mujeres, que han luchado por un aumento del salario mínimo y contra las condiciones brutales de trabajo, así como las protestas de miles de mujeres en India contra las violaciones en grupo.“Millones de trabajadoras se están sumando a batallas de clase, cobrando conciencia y confianza para luchar contra su condición de segunda clase”, dijo.
Koppel señaló que Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer es, entre otras cosas, una introducción popular a El capital de Carlos Marx, “uno de los mejores libros para ayudarnos a entender la opresión de la mujer y la lucha para eliminarla”.
El libro nació en 1954, cuando el director del Militant, Joseph Hansen, un dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores, escribió un artículo que con mucho sentido de humor se burlaba de la campaña publicitaria de los “mercaderes de la belleza” capitalistas en Estados Unidos, que pretendían repuntar sus niveles decaídos de ganancias durante una recesión económica cuando las mujeres estaban gastando menos en cosméticos. Los dueños de las empresas de cosméticos intentaban convencer a las mujeres de que “tenían que tener algún producto nuevo para ser felices y competir exitosamente con otras mujeres por un empleo y por un hombre”, dijo Koppel.
El artículo de Hansen provocó un debate entre lectores del Militant, incluidos algunos que acusaron al autor de ridiculizar a las mujeres trabajadoras y de criticar su “derecho” a usar cosméticos y buscar “un poco de belleza en su vida”.
En varios artículos recogidos en el libro, Hansen y Evelyn Reed responden a estas críticas. Explican cómo en nuestra sociedad dividida en clases la burguesía dominante le impone al pueblo trabajador las normas de lo que se considera bello y moral.
En la nueva edición, Moya señala cómo los gobernantes capitalistas hacen “que las clases explotadas reproduzcan como suyo el discurso que ese poder ha elaborado sobre la belleza femenina y cómo, a su vez, el cumplimiento de este mandato cultural es indispensable para poder insertarse en el mercado de trabajo”.
El fetichismo de la mercancía
La producción capitalista transforma las mercancías en objetos dotados de poderes extraordinarios, explicó Monal, lo que Marx llamó el fetichismo de la mercancía. “Entonces las cosas que el hombre creó lo dominan a él”, dijo, incluidos los cosméticos y las modas.“El cosmético es normal que exista, es milenario”, señaló. Pero en el capitalismo, se ha convertido “en un medio de dominio, de influir sobre nuestras mentes” por parte de los dueños del capital.
Las presiones derivadas de las normas de belleza dictadas por la clase dominante “pesan más en la mujer”, dijo Monal. Los capitalistas manipulan “el hecho normal del deseo sexual entre los seres humanos” para reforzar la condición subordinada de las mujeres, tratando de convencerlas de que no tendrán éxito en la vida si no compran tal o cual producto.
Al citar el prefacio de Waters, Koppel agregó que a nivel internacional, “el canto de sirena del fetichismo de la mercancía es un arma imperialista sin igual” contra los pueblos de América Latina, Asia y Africa. Entre los blancos de esta ofensiva está Cuba, a la que “bombardean sin tregua promoviendo cínicamente una ‘demanda’ para los productos de marca de las industrias capitalistas”.
Una cuestión de clase
Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer explica que estas cuestiones solo se pueden entender como cuestiones de clase. La condición subordinada de la mujer comenzó solo con el surgimiento de la sociedad de clases. “Comprender que las mujeres no siempre fueron un sexo oprimido nos permite entender que no siempre lo serán”, dijo Koppel.Sin embargo, la eliminación de la opresión de la mujer solo será posible a través de “una lucha revolucionaria de los trabajadores y agricultores para tomar el poder estatal” y derrocar el dominio capitalista.
Koppel señaló el ejemplo de la revolución socialista en Cuba y la claridad política de su dirección, sobre todo la de Fidel Castro. Al quebrar el dominio de la producción capitalista de mercancías y al integrar masivamente a las mujeres en la actividad política y en el trabajo productivo fuera del hogar, la revolución ha creado la posibilidad de eliminar las bases económicas de la opresión de las mujeres, dijo.
Después de la presentación, los presentes compraron casi 100 libros de Pathfinder sobre la política revolucionaria, entre ellos 40 ejemplares de Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer.
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