Vol. 78/No. 10 17 de marzo de 2014
Isabel Moya, dirigente de la Federación de Mujeres Cubanas y directora de su casa editora, Editorial de la Mujer, presidió el evento en el que se lanzó la nueva edición en español de la editorial Pathfinder del libro Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer en la Feria Internacional del Libro de La Habana. A continuación reproducimos los comentarios que hizo Moya en una reunión celebrada en febrero de 2011 en la feria del libro de ese año que lanzó la edición cubana del libro. Sus comentarios están incluidos en la nueva edición de Pathfinder.
POR ISABEL MOYA
“¿Merece el uso de los cosméticos
la atención de un marxista?”
JACK BUSTELO
“Desnudo o vestido, ataviado con lino o tejidos sintéticos, rasurado, depilado, tatuado, pintado, adornado con perlas o cuentas de cerámica, siliconado, liposuccionado, lleno de cicatrices visibles o invisibles, de piercings en los sitios más inimaginables, teñido, decolorado, con canas, iluminaciones, sometido a dietas y a sesiones de gimnasia o abandonado al reino de los carbohidratos y las grasas, el cuerpo humano es una representación, una narración de una misma y de los otros y las otras”.
Escribí estas reflexiones para el artículo “Ese cuerpo orlado de bellezas” que aparece en un libro presentado también en esta feria hace unos días [Sin contraseña: Género y trasgresión mediática, de Isabel Moya]. Pero ya la polémica sobre el cuerpo y las mujeres, y en particular sobre los mandatos y el control ejercido sobre él, que pudiera parecer muy del tercer milenio, motivaba el debate hace más de medio siglo en las páginas del periódico obrero neoyorquino The Militant y que continuó en un boletín del Partido Socialista de los Trabajadores en Estados Unidos.
Esta polémica se recoge en el libro que presentamos hoy, Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer de Joseph Hansen, Evelyn Reed y Mary-Alice Waters, quien nos acompaña esta tarde y hace un esclarecedor prólogo que sitúa el contexto en que la discusión se produjo.
Varios son en mi opinión los méritos de este volumen. En primer lugar sitúa la problemática del control del cuerpo de las mujeres como una forma de reproducción del patriarcado en el momento de explosión de la fase consumista del imperialismo que alcanza hoy, de manera paradójica, su máxima expresión y su más profunda crisis estructural.
La apoteosis de la publicidad actual que promete juventud y belleza ya no solo a base de cremas y alquimias de todo tipo sino a punta de bisturí, se gestó en su expresión contemporánea en esos años 50, aunque sabemos que esta glorificación viene desde los orígenes de la humanidad.
Por otra parte, el debate articula el análisis feminista marxista y el sesgo de clase en la construcción de lo femenino, lo cual es sumamente útil en nuestro contexto, donde algunos y algunas ven todavía el feminismo como algo exógeno y de dudoso origen e importancia.
Yo debo reconocer que, a diferencia de algunas de sus contemporáneas, me divirtió mucho la ironía del artículo de Joseph Hansen (alias Jack Bustelo). Tocó un sensible tema que dio lugar al importante ensayo “El marxismo y la cuestión de la mujer” de Evelyn Reed y “El fetiche de los cosméticos” del propio Hansen, y que este volumen presenta.
La inclusión de las cartas de las lectoras, y no solo de las teóricas, arroja mucha riqueza para entender cómo el poder hegemónico logra que las clases explotadas reproduzcan como suyo el discurso que ese poder ha elaborado so bre la belleza femenina y cómo, a su vez, el cumplimiento de este mandato cultural es indispensable para poder insertarse en el mercado de trabajo.
Para el contexto cubano, donde proliferan cada vez más los estudios de género —tenemos ya alrededor de 33 Cátedras de la Mujer o de estudios de género, una maestría con varias ediciones y decenas de tesis— este volumen nos permite acercarnos a la visión marxista de la problemática.
Pero, tal vez, la parte del debate que más me conmovió, y que pienso pudiera ser inspirador para el público cubano en general y para las y los especialistas en particular, es las especulaciones que desde las páginas del libro se esbozan de lo que será la belleza en el socialismo, de cómo será valorado el cuerpo de las mujeres en la sociedad nueva.
En medio de la construcción de nuestra sociedad, este tipo de debate no debe verse como secundario o accesorio, el propio Hansen escribía, y cito: “Los cosméticos son un fetiche, un fetiche específico en el fetichismo general del mundo de las mercancías. El poder especial de los cosméticos proviene del hecho de que no solo se le adjuntan las relaciones económicas sino también relaciones sexuales. Esa es la verdadera fuente de la ‘belleza’ que hombres y mujeres ven en los cosméticos”.
Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer es un volumen que puede verse desde el análisis filosófico, estético, económico y de género; puede servir de bibliografía a consultar, pero en mi opinión es sobre todo una provocación a continuar la polémica desde la reflexión teórica, desde la practica política y el quehacer cotidiano, tanto en los espacios de incidencia comunitaria como en los medios de comunicación.
En medio de la proliferación de tanta basura mediática, el análisis de Evelyn Reed parece recién escrito. Y cito: “Nuestra tarea, por lo tanto, consiste en exponer el sistema capitalista como causa de estos males, así como su masivo aparato propagandístico, que le dice a las mujeres que el camino que lleva al éxito en su vida y su amor pasa por la compra de objetos. Aprobar o aceptar las normas capitalistas en cualquier esfera, desde la política hasta los cosméticos, significa apuntalar y perpetuar este sistema despiadado de ganancias y su opresión continua de la mujer”.
A su manera, en sus versos, una cubana universal, Dulce María Loynaz, también reivindicaba, como Evelyn Reed, el derecho de las mujeres a su ser diverso y plural.
Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca. Y gris, y verde, y rubia, y morena… Quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta!…
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras!