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Vol. 78/No. 10      17 de marzo de 2014

 
‘Nuestra lucha se refuerza
con otro abanderado’
 

Dos días antes de la liberación de Fernando González de la cárcel en Safford, Arizona, Gerardo Hernández, quién cumple la sentencia más larga de los Cinco Cubanos —doble cadena perpetua más 15 años — envió este mensaje a los partidarios de su lucha por la libertad.

A cada uno de Los Cinco nos toca ser —obviamente— el más o el menos ‘algo’ entre nosotros. De la misma manera en que Ramón es el más alto, seguido muy de cerca por René, a Fernando le tocó ser el de menos estatura física, mientras que el segundo lugar en esa categoría se lo quite a Tony por un pelo. (Aunque eso del pelo sea un decir). Ese “título” de Fernando le valió que, en parte por cariño, y también por la arraigada costumbre profesional de evitar los nombres, a veces, entre nosotros, le llamáramos “el pequeño”.

Lo anterior podría parecer inmaterial, y hasta algo frívolo, pero en estos días de alegría y ansiedad, cuando lo separan apenas unas horas de su libertad, (y ojala también de su regreso) mientras recuerdo tantas muestras de grandeza que ha dado nuestro hermano, he reparado en la ironía que encierra el llamar “pequeño” a ese gigante.

Cuando nos arrestaron, Fernando tenía razones extra para sentir angustia, dolor, frustración… En términos del beisbol que tanto le gusta: el lanzaba también juegos completos, pero su misión en Miami aquella vez, era de relevo corto. Debía regresar a Cuba pronto. Su boda estaba casi lista. La novia, esa Rosa guerrera que por él sacrificó todo en la vida, quedó casi vestida. Aun así, del gigante jamás escuchamos un lamento.

Presencié cuando su abogado del juicio, Joaquín Méndez, le advirtió con toda razón profesional que, dada la menor gravedad de los cargos que a él se le imputaban, cualquier defensor de respeto optaría por separarlo de los demás como estrategia. La respuesta de Fernando, como la de René ante similar sugerencia, fue tajante e inequívoca.

Quince años y medio después, Fernando, como René, saldrá de la prisión con la frente en alto. Tampoco a él le regalaron nada. Su sentencia fue la máxima posible, y el tiempo descontado por buena conducta se lo ganó, y por ley tenían que dárselo.

Quienes lo queremos y admiramos, hoy celebramos. Convencidos de que nuestra lucha se refuerza con otro abanderado, le hacemos llegar un fuerte abrazo, y le decimos:

¡Felicidades gigante!
¡Gracias por tu ejemplo!

Gerardo Hernández Nordelo
Prisión Federal de Victorville
California, febrero 25, 2014


 
 
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