Vol. 78/No. 19 19 de mayo de 2014
“Tenemos un régimen falaz, fuera de control, que está saliéndose con la suya”, dijo Kenneth Ellis II, de 54 años, en una entrevista telefónica desde Albuquerque el 28 de abril. Su hijo, Kenneth Ellis III, veterano de la guerra en Iraq, murió por disparos de la policía en enero de 2010. “Le dispararon por la espalda, igual que a Boyd”, dijo. “Su hijo de cinco años tuvo que enterrar a su papá, mi hijo”.
Los policías de Albuquerque mataron a Boyd, un indigente de 38 años de edad que estaba acampando en los cerros de la ciudad, el 16 de marzo.
El video del incidente, grabado desde una cámara montada en el casco de uno de los policías, muestra a Boyd recogiendo sus pertenencias. “No cambien el acuerdo. Voy a tratar de caminar con ustedes”, dijo a los policías que lo confrontaron a distancia por acampar ilegalmente. “No se preocupen por la seguridad. No soy un pinche asesino”.
“Hazlo”, le dice un oficial al otro, quien lanza una granada aturdidora cerca de los pies de Boyd. Aparentemente desorientado, Boyd se vuelve de espaldas a los policías y empieza a alejarse mientras que los policías le ordenan “tirarse al suelo”. Antes de que Boyd pueda dar un paso le disparan seis veces, cayendo de cara contra el suelo. “No me puedo mover”, dice Boyd—sus últimas palabras en respuesta a las ordenes de los policías de poner las manos en alto y soltar un cuchillo pequeño. Los policías entonces le disparan con cartuchos de perdigones y le echan un perro. Boyd—sangrando, inconsciente y débil—es entonces esposado y dejado en el suelo, mientras los policías toman su tiempo para catear el campamento a su gusto. Boyd murió en el hospital al día siguiente.
En la conferencia de prensa que acompañó la presentación del video del departamento de policía de Albuquerque el 21 de marzo, el jefe de policía Gordon Eden dijo que el uso de fuerza mortal contra Boyd estaba justificado.
En respuesta, cientos de manifestantes salieron a las calles el 25 de marzo y otra vez el 30 de marzo. “Se ha llegado a un punto crítico y la gente ya no aguanta más”, dijo Alexander Siderits, de 23 años, a Prensa Asociada durante la protesta de 10 horas el 30 de marzo. A medida que la manifestación se prolongaba, las autoridades de la ciudad declararon la asamblea ilegal y enviaron a la policía antidisturbios para dispersar y provocar a los manifestantes con gases lacrimógenos. Algunos fueron retirados maniatados con esposas de nylon. Al menos seis manifestantes fueron arrestados bajo cargos de desorden público.
Cientos de residentes en Albuquerque asistieron a las audiencias del 28 al 30 de abril para expresar sus opiniones sobre la policía. Ellis asistió, así como Mike Gómez, cuyo hijo Alan, de 22 años, murió por disparos de un policía en mayo de 2011. Los policías rodearon la casa de Eric Gómez después de recibir una llamada de la novia de Eric de que Alan no los dejaba salir, dice el informe. El policía que lo mató dijo que creyó que Gómez tenía una pistola, pero la policía admite que estaba desarmado.
Un mes después de la muerte de Boyd, otro policía de Albuquerque mató a Mary Hawkes, una mujer sin hogar de 19 años quien según informes dormía a menudo en autos. El jefe de policía Eden dijo que era sospechosa de robo de autos. A Hawkes le dispararon cuando la perseguían a pie.
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