Vol. 78/No. 20 26 de mayo de 2014
La medida es un ejemplo de la implacable hostilidad de los gobernantes estadounidenses contra Cuba revolucionaria —una de las características más constantes de la política exterior de Washington durante más de medio siglo. Esta ha incluido invasiones militares e intentos de asesinato; numerosos actos de sabotaje y terrorismo; y un embargo comercial diseñado para maximizar los problemas de los cubanos. Con tácticas diversas y a pesar de cambios en las mismas, el objetivo ha sido el mismo: derrocar a la revolución que liberó al país de una tiranía respaldada por Estados Unidos y llevó a los trabajadores y agricultores al poder. Tras derrocar la dictadura de Fulgencio Batista, que huyó del país el 1 de enero de 1959, el pueblo trabajador cubano, bajo la dirección de Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio, llevaron a cabo una profunda reforma agraria que dio tierra a los campesinos, empezó a organizar el control obrero en los lugares de trabajo por toda la isla y, en las palabras de la Declaración de La Habana de 1960, “condena a los gobiernos que desoyen el sentimiento de sus pueblos para acatar los mandatos de Washington”.
En respuesta, el presidente Dwight Eisenhower prohibió las exportaciones de Estados Unidos a Cuba en octubre de 1960. En febrero de 1962 el presidente John F. Kennedy lo convirtió en un embargo casi total. Con menudas modificaciones, todos los gobiernos de Estados Unidos desde entonces han mantenido este embargo.
“Durante el gobierno del presidente Obama el bloqueo ha sido recrudecido”, dijo el ministro de relaciones exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez ante la Asamblea General de la ONU el 29 de octubre, antes de que ese organismo votara 188 contra 2 a favor de condenar el embargo de Washington por vigésimo segundo año consecutivo.
En una rueda de prensa el 30 de abril, se le preguntó varias veces a la portavoz del Departamento de Estado, Marie Harf, la razón por la cual Cuba ha estado en la lista del gobierno de “estados que patrocinan el terrorismo” desde 1982. “No tenemos planes para sacarlos de la lista”, Harf respondió. Cuando un reportero insistió, “pero le pido que nos diga el por qué”, Harf contestó, “Voy a seguir diciendo lo mismo si ustedes persisten con sus preguntas”.
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