Vol. 78/No. 37 20 de octubre de 2014
AP/Max Vetrov |
A pesar de oposición de Moscú, más de 20 mil tártaros se congregaron en Simferopol, Crimea, el 18 de mayo, en el 70 aniversario de la deportación tártara por el gobierno de José Stalin. |
En su gran mayoría, los tártaros en la península de Crimea apoyan una Ucrania soberana y unida y han protestado contra la anexión de Crimea por el gobierno ruso, la intervención militar rusa y su respaldo a las fuerzas paramilitares separatistas en el oriente de Ucrania.
Los tártaros de Crimea, habitantes autóctonos de la península, han sido una nación oprimida desde que fueron conquistados por el imperio ruso en 1783. En 1944, el primer ministro soviético José Stalin calificó a los tártaros de Crimea en masa de colaboradores de los nazis y los deportó a Uzbekistán y Siberia. Más del 40 por ciento murieron en el trayecto. Dzhemilev, con menos de un año de edad, fue deportado con su familia a Uzbekistán.
Siendo adolescente, cuando trabajaba en la fábrica de aviones de Tashkent, se afilió a la Liga Juvenil Tártara de Crimea para participar en la campaña por el derecho de los tártaros a regresar a su tierra natal. Fue arrestado en varias ocasiones, y pasó un total de 15 años en la cárcel.
A medida que se desmoronaba la Unión Soviética, Dzhemilev y su familia regresaron a Crimea, donde en 1991 fue electo presidente de Mejlis, el comité nacional de los tártaros de Crimea. Dejó el cargo de presidente en 2013, y fue remplazado por Refat Chubarov.
Desde que Rusia capturó Crimea en marzo, se han dictado una serie de medidas represivas a las comunidades tártaras. En mayo, el gobierno ruso dictó una orden que impide que Dzhemilev regrese a Crimea por cinco años. Con la presencia de 5 mil tártaros de Crimea que llegaron para darle la bienvenida, Dzhemilev intentó entrar a Crimea pero las fuerzas rusas se lo impidieron.
Desde las elecciones del 14 de septiembre han aumentado los ataques en Rusia y en la ocupada Crimea. “El Mejlis se reunió el 6 de julio y decidió boicotear las elecciones”, dijo Dzhemilev. “De haber participado hubiese significado el reconocimiento de la ocupación”.
“Las autoridades respondieron prohibiéndole a Chubarov estar en el país por cinco años”, dijo.
El 16 de septiembre, 20 miembros del Servicio de Seguridad Federal Ruso y otras fuerzas policiales allanaron las oficinas centrales del Mejlis en Simferopol, y las registraron por doce horas. Se llevaron computadoras, registros y archivos, e irrumpieron en la caja fuerte personal de Dzhemilev de donde se llevaron el dinero y todas sus pertenencias. Antes de salir le entregaron una notificación de evicción a Riza Shevkiev, un miembro del Mejlis y jefa del Fondo de Caridad de Crimea, que son los dueños del edificio. Les dieron 24 horas para abandonar el edificio.
Se han llevado a cabo allanamientos similares en las casas de Eskender Bariev y Mustafa Asaba, también dirigentes del Mejlis. Al día siguiente se realizaron allanamientos en escuelas, mezquitas y los hogares de personalidades tártaras prominentes.
El 22 de septiembre el primer ministro de Crimea Sergey Aksyonov, que fue instalado por el gobierno ruso, declaró que el Mejlis “no existe”. Dijo que aquellos que siembran la discordia en las relaciones entre grupos étnicos serán expulsados de Crimea o podrán enfrentar cargos criminales.
Dzhemilev y Chubarov representaron al Mejlis en la primera Conferencia Mundial de Pueblos Indígenas de Naciones Unidas celebrada del 22 al 23 de septiembre en Nueva York.
“Nuestra esperanza de restaurar nuestros derechos fue borrada a finales de febrero-marzo de 2014” por “la ocupación y anexión de Crimea por parte de la Federación Rusa”, dijo Chubarov en la conferencia. “Hacemos un llamado para que las Naciones Unidas establezcan una misión especial sobre Crimea”.
“Tratamos de generar atención mundial y ayuda para defender los derechos de los tártaros de Crimea”, dijo Dzhemilev al Militante. “Tememos que van a haber más agresiones”, dijo, “más prohibiciones, más acciones para destruir al Mejlis y silenciar nuestra prensa. Pero sus esfuerzos para detener la lucha por los derechos democráticos no tendrán éxito”.
“Las autoridades rusas nos tienen miedo”, dijo Dzhemilev. “Saben que si tenemos los derechos políticos para organizar y resistir, tendrán cada vez más dificultades para imponer su dominio”.
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