Vol. 78/No. 43 1 de diciembre de 2014
El alza en los empleos en Estados Unidos el año pasado es real, pero es más modesto que los titulares nos quieren hacer creer. Y esta alza viene después de una precipitosa caída en 2009, seguida por un periodo sin precedente de cinco años sin una recuperación real.
La tasa oficial de desempleo da una imagen falsa de la recuperación de empleos, en parte porque millones de trabajadores desempleados que se sienten demasiado desalentados para seguir buscando trabajo no son tomados en cuenta por las estadísticas del gobierno. El porcentaje de la población empleada —una medida más objetiva— bajó del 63.3 por ciento en enero de 2007 a menos del 59 por ciento en septiembre de 2009, donde se mantuvo hasta el mes pasado. Entre octubre de 2013 y octubre de 2014, subió en un punto al 59.2 por ciento, un aumento tangible, pero aun lejos de los niveles previos a la recesión.
Las contrataciones no son señal de un fin de la crisis capitalista, para la cual la clase patronal no tiene solución. Pero ha dado algo de confianza a los trabajadores, ayudando a sentar la base para el repunte actual en la resistencia obrera ante los ataques patronales contra los salarios, condiciones de trabajo y prestaciones.
Entretanto, los salarios promedio solo han aumentado en un 2 por ciento en el último año. Para los trabajadores esto se ha visto contrarrestado por el alza en los precios de los alimentos, que oficialmente están proyectados a subir entre el 2.5 y el 3.5 por ciento este año. Muchos consideran este calculo incorrecto. Craig Johnson, jefe de consultoría de Customer Growth Partners, dijo a Reuters el 10 de noviembre que él cree que la cifra será de alrededor del 5 por ciento.
En un esfuerzo para “estimular” la economía, la Reserva Federal bajó el índice de interés a casi cero en diciembre de 2008. Luego empezó una “flexibilización cuantitativa” monetaria (impresión de dinero), a través de la cual el gobierno compró con regularidad bonos del gobierno y valores respaldados por hipotecas, en su mayoría sin ningún valor, por unos 3 mil millones de dólares durante un periodo de seis años, para inyectarle dinero al sistema financiero. Aunque la flexibilización cuantitativa terminó en octubre, la taza de interés de cero por ciento continua vigente.
Estas medidas hicieron disponible préstamos más baratos para las compañías, las cuales supuestamente se sentirían alentadas a incrementar la producción y contratar trabajadores. Pero esto no ha sido rentable para la gran mayoría de los patrones. Más bien, lo acumularon en reservas en efectivo o lo invirtieron en bonos u otras formas de apuestas especulativas que les generen ganancias.
Los préstamos de “alto riesgo” para automóviles e hipotecas están de nuevo de moda en esta temporada, solo unos años después de que fueran culpados de ayudar a provocar la crisis financiera mundial de 2007-2008. Con tasas de interés altas y “ajustables”, en general estos préstamos están dirigidos hacia las familias trabajadoras de bajos recursos, la mayoría de las cuales no tienen forma alguna de mantener estos pagos onerosos.
Los esquemas fiscales y monetarios de los gobernantes y la especulación financiera no pueden conducir a un aumento de la producción. Más bien, afectan la circulación y división de la riqueza entre los capitalistas que compiten entre sí. Entre los resultados netos se encuentra una mayor concentración de capital. La “parte de la riqueza poseída por el 0.01 por ciento de los más ricos del país —un grupo de aproximadamente 16 mil familias, con una riqueza neta promedio de 371 millones de dólares— es la porción más grande que han tenido desde 1916, la más alta registrada”, anotó el Christian Science Monitor el 10 de noviembre. “La porción de riqueza del 0.01 por ciento más adinerado es casi tan grande como la porción del ingreso del 1 por ciento más adinerado en 2012”.
Portada (este número) |
Página inicial |
Página inicial en versión de texto