Vol. 79/No. 44 7 de diciembre de 2015
El desastre empeora la crisis económica y política en Brasil, en donde la economía más grande de América Latina está enfrentando una aguda contracción y el gobierno se ve envuelto en escándalos de corrupción.
Cuando se rompieron las represas, millones de toneladas de desecho acumulado desde 1977 se esparcieron por 270 millas a los valles más bajos, cubriendo todo en su camino. Cientos de residentes fueron evacuados y el abastecimiento de agua para más de medio millón de personas corre riesgo de contaminación.
Minas Gerais es el centro de la industria minera brasileña. Samarco es la segunda empresa de mineral de hierro más grande del mundo, y es propiedad de la compañía brasileña Vale, la productora de hierro más grande en el mundo, y de la empresa anglo-australiana BHP Billiton. Un 85 por ciento de los presupuestos municipales dependen de la minería. La zona ya estaba sufriendo la caída del precio del mineral, que se encuentra en su nivel más bajo en diez años.
Para compensar por la caída de los precios, Samarco aumentó la producción casi un 40 por ciento el año pasado. Se estaba trabajando en la expansión de la primera represa cuando se rompió. Entre los muertos o desaparecidos se encuentran trece mineros.
“Ninguna operación de este tamaño se rompe sin advertencia”, dijo el fiscal de Minas Gerais Carlos Eduardo Ferreira Pinto después del desastre. Un informe solicitado por su oficina antes de renovar la licencia de la compañía en 2013 encontró que las estructuras de contención de deshecho no eran estables y estaban propensas a la erosión. Sin embargo, el estado procedió con la renovación de la licencia.
La economía brasileña se expandió entre 2002 y 2008 a medida que aumentaron las exportaciones de hierro, petróleo y azúcar. Pero los principales mercados para estos productos en China, Estados Unidos, Argentina y Europa están encogiéndose, y ahora el país enfrenta su peor recesión desde la década de 1930.
La tasa oficial de desempleo cuyas cifras provienen solamente de las seis ciudades principales, aumentó más del 50 por ciento en los primeros nueve meses de este año, alcanzando el 7.6 por ciento. La inflación es de casi un diez por ciento, y aún más alta para los comestibles, mientras que la moneda de Brasil, el real, ha perdido un tercio de su valor este año.
El año pasado, para ganar la re-elección, la presidenta Dilma Rouseff implementó una serie de medidas de estímulo, control de precios y reducción de impuestos. Pero los controles de precio del combustible y la energía están siendo eliminados, y el precio de la electricidad está programado que aumente hasta un 30 por ciento este año.
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