Vol. 80/No. 10 14 de marzo de 2016
En el evento, celebrado el 13 de febrero, hablaron Ramón Sánchez-Parodi, veterano dirigente revolucionario cubano, y Mary-Alice Waters, presidenta de Pathfinder y miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores en Estados Unidos. Sánchez-Parodi dirigió la Sección de Intereses de Cuba en Washington durante 12 años desde su apertura en 1977. Escribe a menudo en la prensa cubana sobre las relaciones Cuba-Estados Unidos.
50 años de operaciones encubiertas en EE.UU., por Larry Seigle, Farrell Dobbs y Steve Clark, describe la expansión de la policía política de Washington y la lucha contra esta. Se concentra especialmente en el período desde las batallas obreras de los años 30 y los preparativos de Washington para ingresar a la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis de Watergate, que estalló en 1973, y la exitosa demanda judicial del Partido Socialista de los Trabajadores contra el FBI y otras agencias de la policía política.
Sánchez-Parodi dijo que 50 años de operaciones encubiertas en EE.UU. contiene “muchas enseñanzas, mucha explicación de la realidad política en Estados Unidos”.
Hizo hincapié en la importancia de la demanda del PST contra el espionaje y el acoso realizado por el FBI. “No era una defensa del Partido Socialista de los Trabajadores ante una acusación que se le hacía”, que es lo que más comúnmente enfrenta el movimiento obrero. En este caso, una organización obrera comunista “estaba acusando al gobierno, acusándolo de violar la Constitución de Estados Unidos”.
“Aún más interesante”, añadió Sánchez-Parodi, es que, “después de más de 12 años, el juez [del tribunal federal] falló a favor del Partido Socialista de los Trabajadores”.
Lucha por espacio político
Sánchez-Parodi dijo que “esto es una buena enseñanza de lo que se puede hacer, de la batalla que hay que librar para lograr un espacio y protegerse ante la represión política que desatan los sectores dominantes en Estados Unidos”.En 1987, apuntó, la corte federal que tenía la jurisdicción del caso emitió una orden “para prohibir que los documentos y las distintas informaciones obtenidas subrepticiamente e inconstitucionalmente por el FBI y otras agencias policiacas de Estados Unidos pudiesen ser usados. Se declaró inconstitucional [el uso de agentes] que infiltraran el partido, espiaran en él y allanaran sus locales y las moradas de sus miembros”.
El juez Thomas Griesa “también ordenó al gobierno que pagara compensaciones financieras por los perjuicios causados y los gastos causados, un precedente que se ha utilizado en muchas otras instancias”.
Sánchez-Parodi dijo que a pesar de las afirmaciones de Washington de ser paladín de la libertad y la igualdad, los gobernantes de Estados Unidos siempre han buscado proteger sus intereses de clase atacando los derechos de los trabajadores.
50 años de operaciones encubiertas en EE.UU. describe cómo, durante la Gran Depresión de los años 30, la administración de Franklin Roosevelt “tomó medidas para reprimir la creciente influencia del movimiento obrero y los sindicatos”, dijo. A medida que se fueron agudizando las contradicciones interimperialistas y la Segunda Guerra Mundial ya era inminente, “el gobierno de Roosevelt necesitaba reprimir cualquier movimiento de protesta social de los trabajadores”.
El dirigente cubano destacó cómo el gobierno federal usó por primera vez la connotada Ley Smith “de la mordaza” de 1940 para fabricar cargos y encarcelar a dirigentes del sindicato de camioneros Teamsters y del Partido Socialista de los Trabajadores. El objetivo de Washington era silenciar a la vanguardia del movimiento obrero que se oponía a los objetivos del imperialismo estadounidense en la Segunda Guerra Mundial.
Durante la caza de brujas de la posguerra, añadió Sánchez-Parodi, la Ley Smith también se utilizó para fabricar un caso contra dirigentes del Partido Comunista de Estados Unidos en 1949. A la vez que el gobierno norteamericano libraba una ofensiva antiobrera a nivel nacional, utilizó su poderío militar para defender los intereses imperialistas en todo el mundo, desde su apoyo al golpe militar de Fulgencio Batista en Cuba en 1952 hasta sus guerras contra las revoluciones china, coreana y vietnamita.
Indicó que durante las primeras semanas en 1952 Washington no reconoció el régimen de Batista, hasta que anunció públicamente que había roto sus lazos con el Partido Socialista Popular pro-Moscú y con el gobierno soviético.
Desde los ataques del 11 de septiembre de 2001 y las posteriores guerras norteamericanas en Afganistán e Iraq, dijo, Washington ha utilizado la Ley Patriota y otras medidas para ampliar enormemente el uso de su policía política.
Blanco de Washington: los sindicatos
Waters dijo que 50 años de operaciones encubiertas en EE.UU. era uno de los tres libros que Pathfinder estaba presentando en la Feria del Libro de La Habana, todos ellos sobre la lucha de clases en Estados Unidos. Los otros dos eran Política Teamster por Farrell Dobbs y un nuevo título en inglés y español, Los Cinco Cubanos hablan sobre su vida en la clase trabajadora norteamericana. (El texto completo de las palabras de Waters aparece en la página siguiente).Al hablar sobre 50 años, Waters dijo que el libro explica cómo a finales de los años 30 Washington atacó al sindicato Teamsters de Minneapolis y al Partido Socialista de los Trabajadores porque estaban ayudando a dirigir “la creciente fuerza y conciencia política de una parte del movimiento sindical industrial, que se concentraba en la región norte-central del país”.
En pocos años el sindicato había organizado a un cuarto de millón de camioneros y trabajadores de almacenes en una región que abarcaba 11 estados. La clase dominante estaba alarmada por esto y por la capacidad de la vanguardia obrera de organizar la oposición política en el movimiento obrero a los objetivos bélicos imperialistas de Washington.
Al igual que Sánchez-Parodi, Waters subrayó por qué las cuestiones abordadas en este libro son importantes hoy.
“El aparato norteamericano de seguridad nacional se ha ampliado masivamente en los 15 años desde el 11 de septiembre”, y la clase trabajadora odia su intromisión en todos los aspectos de nuestras vidas, dijo Waters. “Y ese sentimiento no tiene nada de reaccionario”.
De hecho, señaló, eso es “uno de los elementos que impulsan el apoyo a la candidatura presidencial de Donald Trump”. Este aprovecha “las ansiedades y los temores provocados por las condiciones de depresión a fuego lento que los trabajadores en Estados Unidos han vivido durante casi una década”, la inseguridad generada por la desintegración del orden mundial imperialista y la política de la administración Obama que apoya los intereses de las gigantescas empresas de seguros y otras instituciones financieras capitalistas.
Waters concluyó diciendo que los trabajadores comunistas en Estados Unidos y otros países celebran la oportunidad —“en las calles, en las fábricas, en las líneas de piquetes”— de sumarse al creciente debate y a la búsqueda de soluciones entre los trabajadores frente a esta crisis capitalista.
Sánchez-Parodi coincidió y dijo: “La lucha continúa. Y este libro ofrece muchas ideas y experiencias que tienen que ser asimiladas, interpretadas y aplicadas en el contexto actual”.
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