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Vol. 80/No. 10      14 de marzo de 2016

 
(especial)

Los trabajadores odian el ‘estado de seguridad’
del gobierno

 

La siguiente presentación se dio el 13 de febrero en la Feria Internacional del Libro de La Habana. Copyright © 2016 de Pathfinder Press. Reproducido con autorización. Los subtítulos son del Militante.

POR MARY-ALICE WATERS
Gracias, Róger [Calero].

Y gracias especialmente al compañero [Ramón] Sánchez-Parodi por acompañarnos hoy para presentar 50 años de operaciones encubiertas en EE.UU.: La policía política de Washington y la clase obrera norteamericana. Es un honor contar con la participación de un compañero con la amplia experiencia que él tiene en las primeras filas de batalla contra Washington. Como sabemos todos, es una batalla que en el último año ha asumido formas nuevas que son un desafío aún más grande.

Los objetivos de la potencia imperialista del norte no han cambiado, mientras que lo que está en juego en términos históricos es tan importante como siempre.

A nombre mío, puedo decir que más de una vez me he beneficiado de la perspicacia de Ramón sobre la política de clase en Estados Unidos y gracias a ello he afinado mis criterios.

Libros sobre lucha de clases EEUU

Este año en la feria del libro de La Habana, Pathfinder Press presenta tres libros nuevos, cada uno sobre la lucha de clases en Estados Unidos.

Un poquito más tarde, junto con compañeros de la Federación Sindical Mundial y la CTC [Central de Trabajadores de Cuba], estaremos hablando sobre Política Teamster, de Farrell Dobbs, sacando lecciones para la actualidad de las batallas entrelazadas más avanzadas de la clase trabajadora durante la década de la Gran Depresión.

El jueves vamos a presentar un libro muy especial, Los Cinco Cubanos hablan sobre su vida en la clase trabajadora norteamericana. La cubierta —con una acuarela de Antonio Guerrero— destaca las palabras de Ramón Labañino: Son los pobres quienes enfrentan el salvajismo del sistema de “justicia” en EE.UU.

En esta entrevista que ofrecieron a Pathfinder en agosto pasado, los Cinco Héroes de la República de Cuba hablan sobre sus experiencias durante los 16 años en que estuvieron entre los 7 millones de trabajadores en Estados Unidos que están presos o que viven bajo algún tipo de libertad supervisada por la policía, como la que enfrentó René [González], aun después de cumplir hasta el último minuto de su sentencia de 15 años.

El relato de los Cinco es una fuerte condena del sistema capitalista y las formas en que destruye a los seres humanos, como subraya Ramón con tanta razón.

50 años de operaciones encubiertas en EE.UU., el tercer libro en esta trilogía, se enfoca en la lucha de clases en Estados Unidos desde un ángulo diferente. Examina la expansión de la policía política de Washington desde los años inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial imperialista y la victoria de la revolución bolchevique de octubre de 1917 en Rusia, cuando los gobernantes atacaron al naciente movimiento comunista así como a los anarcosindicalistas.

Sin embargo, el libro se concentra en los años entre mediados de los 30, cuando el FBI fue creado por la administración demócrata del presidente Franklin Roosevelt, y los 70, cuando estalló la crisis de “Watergate”, que llevó a la dimisión del presidente Richard Nixon en 1974.

A finales de los años 30, una de las grandes preocupaciones de la clase capitalista en Estados Unidos era la creciente fuerza y conciencia política de una parte del movimiento sindical industrial, que se concentraba en la región norte-central del país. Estaba dirigido por el sindicato de camioneros en Minneapolis, los Teamsters.

La principal inquietud de la clase gobernante era la eficacia con la que estaban ampliando la sindicalización de los choferes y trabajadores de almacén en toda una enorme región de 11 estados del país, sentando un ejemplo y ayudando a otros sindicatos que estaban en lucha.

Sobre esta base sólida de luchas, estaban organizando la oposición política dentro del movimiento obrero a los objetivos bélicos imperialistas de Washington. Es por esa razón que fueron acusados falsamente y encarcelados, como explica 50 años de operaciones encubiertas.

Caza de brujas: contra trabajadores

El libro describe el rápido crecimiento y consolidación del aparato de “seguridad nacional” de Washington en los años después de su victoria militar, política y económica sobre sus rivales capitalistas en la Segunda Guerra Mundial: tanto “enemigos” como “aliados”.

La caza de brujas anticomunista de la posguerra, a menudo llamado macartismo, no iba dirigida principalmente contra artistas y escritores ni contra “espías” comunistas, aunque esa es una errónea percepción popular en Estados Unidos y otros países, incluyendo Cuba, según hemos descubierto. El primer objetivo de la caza de brujas era frenar y echar atrás los logros del poderoso ascenso del movimiento obrero de los años 30 e integrar a la burocracia sindical más completamente al aparato estatal imperialista. En ese objetivo los patrones y su gobierno tuvieron éxito.

50 años de operaciones encubiertas en EE.UU. contiene una abundancia de información sobre la lucha de clases en Estados Unidos, que esperamos será de interés y de utilidad para los lectores aquí en Cuba y en otros países. Algunos de los documentos más interesantes que presenta —especialmente el testimonio de altos funcionarios del Departamento de Justicia, quienes pretendían dar justificación legal a políticas del gobierno que violaban derechos garantizados por la Constitución de Estados Unidos y sus primeras 10 enmiendas— es producto de una demanda judicial entablada por el Partido Socialista de los Trabajadores contra el gobierno norteamericano y sus diversas agencias policiales secretas, incluyendo el FBI, la CIA, la Inteligencia Militar y lo que hoy se conoce bien como la Agencia de Seguridad Nacional.

El PST entabló su demanda en 1973, en los momentos culminantes de la crisis de Watergate. El escándalo estalló cuando salió a luz que la administración Nixon había orquestado escuchas electrónicas, allanamientos y otras medidas ilegales contra sus rivales en la política capitalista nacional.

Sin embargo, las raíces de la crisis de Watergate eran otras.

Ante todo, el conflicto reveló las profundas divisiones —el surgimiento del miedo— en la clase dominante norteamericana frente a dos fenómenos poderosos. El primero era el movimiento negro de masas con dirección proletaria que había tumbado al sistema Jim Crow de segregación racial en Estados Unidos. Fue una auténtica revolución social.

El segundo era la manera en que se aceleraba la dinámica social de esta victoria a la par de las crecientes manifestaciones callejeras de millones de personas contra la guerra norteamericana en Vietnam.

Las repercusiones comenzaron incluso a desintegrar la disciplina militar entre las fuerzas armadas norteamericanas, y se aumentó el miedo entre los gobernantes imperialistas.

Al mismo tiempo, toda la gama política burguesa liberal y de izquierda en Estados Unidos estaba pidiendo un juicio político contra Nixon. La respuesta del PST fue diferente.

“En vez de eso”, dijimos, “utilicemos la crisis de los gobernantes capitalistas para sacar a la luz sus décadas de operaciones encubiertas, para educar a la clase trabajadora y nuestros aliados y luchar a fin de abrir más espacio político para defender nuestros intereses de clase. No será ningún avance si se reemplaza a un jefe ejecutivo de la clase dominante con otro que ellos escojan”.

Una victoria para la clase obrera

Eso fue lo que hicimos, y en este proceso ganamos un amplio apoyo político. Las decisiones finales de un juez federal no fueron dictadas sino hasta casi una década y media más tarde. El derecho a un juicio rápido es una promesa vacía en las cortes federales norteamericanas, ¡como lo pueden atestiguar nuestros Cinco Héroes!

Sin embargo, al final el juez rechazó los argumentos planteados por los abogados del gobierno en defensa de décadas de espionaje y desbaratamiento contra el Partido Socialista de los Trabajadores y la Alianza de la Juventud Socialista. Emitió una orden judicial según la cual ningún documento obtenido por el gobierno de manera que viole la Constitución de Estados Unidos y la Carta de Derechos puede ser “utilizado, emitido o revelado” por el FBI u otras agencias policiales federales.

Esa decisión se mantiene vigente. Ayuda a mantener abierto el espacio político, espacio que el pueblo trabajador y sus organizaciones necesitan para debatir, organizarse y actuar, para poder luchar en nuestro propio terreno y no el de ellos: en las fábricas, las líneas de piquetes y las calles. Nos ayuda a todos a defendernos contra las restricciones del gobierno a los derechos constitucionales.

Es ahí donde quiero finalizar: la importancia de estas cuestiones como parte de la lucha de clases en Estados Unidos hoy día.

El aparato norteamericano de seguridad nacional se ha ampliado masivamente en los 15 años desde el 11 de septiembre, proceso facilitado por los avances tecnológicos plasmados en la Internet y lo que se llama "medios sociales". Las inquietudes que esto provoca entre los trabajadores y otros es uno de los elementos que impulsan el apoyo a la candidatura presidencial de Donald Trump, quien por muchos años fue demócrata y ahora se postula como republicano (y sí, siempre marcado por los “valores de Nueva York”, como se ha burlado el cubano-texano de Trump).

En la izquierda norteamericana, algunos piensan que Trump representa un fenómeno profundamente reaccionario o hasta fascista entre sectores de la clase trabajadora. Esa es una interpretación muy desacertada.

No hay un creciente movimiento ultraderechista, y mucho menos fascista, en Estados Unidos hoy día. Entre los partidos y políticos capitalistas, el desplazamiento es hacia la izquierda en términos burgueses y no hacia la derecha. Este desplazamiento se ha manifestado, entre otras cosas, en el giro de ambos partidos hacia el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba.

La mayoría de gente aquí en Cuba se sorprende cuando explicamos que no tenemos más dificultad en vender nuestra prensa y hablar de política de clase con los que asisten a los grandes mítines electorales de Trump que cuando hacemos el mismo trabajo comunista de propaganda en las actividades electorales de Bernie Sanders.

La clase trabajadora odia la siempre creciente vigilancia e intromisión en todos los aspectos de nuestra vida por parte del aparato de seguridad nacional de Washington. Como también las “acciones ejecutivas” y “regulaciones” arbitrarias. Y ese sentimiento no tiene nada de reaccionario. La demanda a favor de un gobierno más pequeño ha sido una piedra angular del programa comunista desde 1848 hasta el día de hoy.

Reacción a depresión a fuego lento

Lo que explica la votación a favor de Trump en las elecciones primarias iniciales no es su burdo e insultante lenguaje antimexicano y antimusulmán. Son sus tajantes condenas de la hipocresía, las mentiras y manipulaciones por parte del establishment político. Es la manera en que ha logrado presentarse como alguien de “afuera”.

Ante todo es su capacidad de aprovechar las ansiedades y los temores provocados por las condiciones de depresión a fuego lento que los trabajadores en Estados Unidos han vivido durante casi una década, el sentido de impotencia ante un orden imperialista mundial que se desintegra a paso acelerado.

Es la epidemia de heroína que está devastando a familias obreras por todo el país. Es el azote del desempleo y cómo se manipula y disfraza conscientemente su envergadura. Es la escandalosa falta de atención médica y ayuda para los jóvenes trabajadores que han quedado destrozados mental y físicamente al servir de carne de cañón para las acciones militares de Washington en el Medio Oriente. Es la fría y aterradora indiferencia hacia la vida humana que se manifiesta en la expansión de los conflictos de clase en el Medio Oriente y más allá.

La antigua maldición mandarina, “Ojalá vivas en tiempos interesantes”, es, para los revolucionarios, para los comunistas, una tremenda oportunidad y una responsabilidad. Y es hacia eso que nosotros, en el Partido Socialista de los Trabajadores, nos vamos a orientar: en las calles, en las fábricas, en las líneas de piquetes.

Hoy no hay batallas obreras en gran escala, no hay poderosos movimientos de protesta social. Sin embargo, hay muchas señales de una creciente resistencia. Hay huelgas, luchas contra cierres patronales y acciones por un salario mínimo de 15 dólares la hora y un sindicato. Hay protestas contra los asesinatos cometidos por la policía que han presionado a los gobernantes, por primera vez en muchos años, a formular cargos y ordenar despidos en varios casos prominentes, poniendo restricciones, hasta cierto grado, a la violencia policial.

Ante todo, se va desarrollando una crisis económica y social sin precedentes del sistema capitalista por todo el mundo. Cuando se descargue esa crisis, como pasará tarde o temprano, estallarán nuevamente el tipo de batallas de clases que son un hilo conductor de los libros que estamos discutiendo aquí.

Hace 55 años, en la víspera de la batalla de Playa Girón, Fidel le aseguró al pueblo cubano con plena confianza: “Primero habrá una revolución victoriosa en Estados Unidos que una contrarrevolución victoriosa en Cuba”.

Fidel tenía razón entonces, y la trayectoria de lucha que él planteó hace más de cinco décadas sigue siendo nuestra guía común a la acción. Solo podemos agregar que hoy día las potencias dominantes descartan las capacidades políticas y el potencial revolucionario de los trabajadores y agricultores en Estados Unidos tanto como descartaban las del pueblo trabajador cubano. Y de manera igualmente errada.

¡Que se acerque ese día!
 
 
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