Vol. 80/No. 26 18 de julio de 2016
El curso de la administración Obama ha sido de dirigir los ataques norteamericanos contra el Estado Islámico, dar ayuda limitada a las fuerzas kurdas en el norte de Siria —quienes han sido la fuerza más eficaz contra el Estado Islámico— y depender de la cooperación con Moscú y Teherán para contener al régimen de Assad y así tratar lograr cierta estabilidad en el país.
El memorándum dice, “Una postura militar más muscular bajo la dirección de Estados Unidos sustentaría y promovería una nueva y revigorizada iniciativa diplomática”, y pide que Washington tome medidas para asegurar que “los aviones de combate del régimen sirio permanezcan en tierra”.
La divulgación del documento, el número de diplomáticos que lo han firmado y sus crítica del curso del comandante en jefe del imperialismo norteamericano en medio de una guerra no tienen precedentes. Washington tiene más de 4 mil tropas en Iraq y 300 fuerzas especiales en Siria.
El secretario de estado John Kerry, el ex director de la CIA David Petraeus y la ex secretaria de estado y candidata demócrata Hillary Clinton han abogado por una política similar a la presentada en el memorándum.
En una entrevista con CBS el 20 de junio, el vicepresidente Joe Biden reiteró la posición de la administración de que el régimen de Assad es un mal menor. Biden trazó una analogía entre las operaciones militares de Washington y otros poderes imperialistas en Libia que derrocaron al presidente Muamar al Gadafi, y llevaron al caos ese país, con la situación en Siria. “Él se va, y entonces ¿qué pasa? ¿No se desintegrará el país?”… “Díganme que es lo que haríamos entonces”.
El día siguiente Kerry se reunió con ocho de los 51 diplomáticos disidentes. La descripción del New York Times de que “la sesión fue inusual”, es precisa, tanto por las opiniones personales de Kerry como por el mero hecho de que halla ocurrido la reunión. Según el Times Kerry le dijo a los diplomáticos, “¿Qué sucedería si las fuerzas norteamericanas se encuentran en una confrontación accidental con la fuerza aérea rusa, la cual ha estado defendiendo al Sr. Assad? ¿Qué ocurriría si fueran derribados pilotos norteamericanos?”
La ruptura en el Departamento de Estado es producto de la incapacidad del imperialismo norteamericano de poner en el poder en Siria una alternativa al régimen de Assad, independientemente de las tácticas que han utilizado.
La guerra civil en Siria comenzó hace más de cinco años después de que el régimen de Assad —basado en una estrecha capa de familias capitalistas, principalmente de la minoría alauita, una rama del islam chiita— atacó las protestas masivas que exigían derechos políticos y el fin de su gobierno dictatorial. En ausencia de una dirección de la clase trabajadora, grupos islamistas y seculares —basados en los musulmanes suníes que componen el 75 por ciento del país —comenzaron a competir por territorio y a combatir las fuerzas gubernamentales. Al mismo tiempo combatientes kurdos han aprovechado el conflicto para establecer una región autónoma en el norte.
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