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Vol. 80/No. 30      15 de agosto de 2016

 
(portada)

No se ve fin a 15 años de guerra EUA

en Afganistán

 
POR BRIAN WILLIAMS
Casi 15 años después que tropas estadounidenses invadieron Afganistán, Washington no ha podido crear un régimen estable que sirva sus intereses. El Talibán —cuyo gobierno fue derrocado por la intervención de Washington— ahora controla más territorio que en cualquier momento desde 2001 y el Estado Islámico también está haciendo avances.

La administración de Barack Obama, la cual había prometido retirar todas las tropas estadounidenses en 2014, autorizó en junio el incremento de ataques aéreos contra el Talibán y el uso más agresivo de fuerzas especiales. El Pentágono mantendrá 8 400 tropas en Afganistán hasta por lo menos el final de la presidencia de Obama, y un número indeterminado de tropas adicionales están siendo desplegadas contra el Estado Islámico. Miles de tropas de la OTAN también permanecerán en el país, en lo qué se ha convertido en la guerra estadounidense más larga de la historia.

Los más afectados por la guerra han sido los trabajadores y campesinos de todo el país. La cantidad de afganos desplazados en el interior del país ha aumentado más del doble desde principios de 2013, llegando a 1.2 millones, según Amnistía Internacional. Un promedio de mil personas se ven obligadas a abandonar sus hogares diariamente, y viven en campamentos inadecuados. Muchos han huido a Irán y Pakistán. Alrededor del 20 por ciento de los refugiados que llegaron a Europa el año pasado provenían de Afganistán.

El número de víctimas civiles ha llegado a niveles récord en los primeros seis meses del año, con más de 1 600 muertos y 3 500 heridos, según un informe de la ONU del 25 de julio.

El ejército y la policía afganos están arruinados, a pesar de los esfuerzos de las tropas estadounidenses para entrenarlos. En total, se supone que cuentan con 352 mil efectivos, pero muchos están ausentes sin permiso. Mientras tanto, el Estado Islámico está haciendo avances en el este de Afganistán cerca de la frontera con Pakistán.

El 23 de julio un ataque suicida del Estado Islámico en la capital Kabul mató a más de 80 personas e hirió a cientos de personas en una manifestación pacífica. En su mayoría los manifestantes eran miembros de la minoría hazara chií y estaban exigiendo mejor acceso a la energía eléctrica en varias provincias rurales.

Alrededor del 90 por ciento de la población de Afganistán son musulmanes suníes, y los chiíes comprenden el 10 por ciento. El Talibán tiene su base de apoyo predominantemente entre los pastunes sunitas. Los hazaras han enfrentado durante mucho tiempo la discriminación y el abuso sectario de gobiernos mayoritariamente suníes.

Un gran número de afganos chiítas han huido a Irán, y miles se han unido a las fuerzas iraníes que están combatiendo en Siria en apoyo de Bashar al-Assad. En Jebrail, un distrito hazara de Herat, Afganistán, cerca de la frontera con Irán, donde viven 100 mil personas, aproximadamente el 20 por ciento de las familias tienen un miembro combatiendo en Siria, dijo un funcionario local al New York Times.

El gobierno iraní también está colaborando con el Talibán para establecer una zona de seguridad a lo largo de su frontera de 572 millas con Afganistán para impedir la entrada del Estado Islámico. Teherán está proporcionando a las fuerzas del Talibán, las cuales han estado luchando contra el Estado Islámico, dinero, algunos armamentos, municiones y lanzagranadas, marcando un cambio en la posición iraní.

La actual guerra en Afganistán tiene sus raíces en el levantamiento revolucionario iniciado con el derrocamiento del presidente Mohammad Daud en abril de 1978. Al frente del nuevo gobierno estaba el Partido Democrático Popular de Afganistán con dirección estalinista. El nuevo gobierno anunció una reforma agraria, una campaña de alfabetización, la legalización de los sindicatos, la libertad de culto y medidas para promover los derechos de las mujeres y las nacionalidades.

Estas medidas fueron implementadas a través de decretos administrativos por el régimen estalinista. Esto creó una apertura para que latifundistas y capitalistas crearan una oposición. Cuando el apoyo al gobierno afgano disminuyó, Moscú comenzó a enviar en diciembre de 1979 decenas de miles de tropas para apuntalar al gobierno.

Washington se aprovechó de estas medidas contrarrevolucionarias de Moscú para armar y financiar a grupos islamistas reaccionarios que obligaron a las tropas soviéticas a retirarse en 1989. Muchas de esas fuerzas después se convirtieron en el Talibán, al-Qaeda y el núcleo del Estado Islámico.  
 
 
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