Vol. 80/No. 35 19 de septiembre de 2016
Las autoridades dicen que esta catástrofe para el pueblo trabajador es un desastre natural, un evento que se ve cada “mil años”, imposible de prever. Pero en realidad lo que pasó fue un desastre social creado por la manera en que funciona el capitalismo.
Después de la última gran inundación en 1983, el cuerpo de ingenieros del ejercito estadounidense y otras agencias diseñaron planes para reducir la probabilidad de tales desastres —la construcción de un canal, una presa y un embalse para drenar el elevado nivel de las aguas, nuevos diques y otros proyectos. No se hizo ninguna de ellas. Es demasiado caro, dijeron.
Pero los promotores inmobiliarios y los bancos encontraron dinero para financiar y construir más casas en tierras bajas cerca de los ríos, poniendo en riesgo a más trabajadores.
Los pobladores recibieron escaso aviso antes de las lluvias. La tormenta vertió tanta agua como el ciclón Katrina, dijo a la prensa Barry Keim, el climatólogo del estado de Louisiana. Debido a que el gobierno federal no “nombró” la tormenta como lo hubiera hecho con un ciclón como Katrina, simplemente “tomó de sorpresa” a las personas, dijo.
Hasta hoy, más de 120 mil hogares han solicitado asistencia federal para desastres. Una de las áreas más afectadas fue la parroquia (comunidad) de Livingston, un poco al este de Baton Rouge, donde el 75 por ciento de las casas quedaron destruidas.
Más de 30 mil personas tuvieron que ser rescatadas. Muchas fueron salvadas no por las autoridades estatales o locales, sino por lo que los residentes llaman “la marina cajún”, gente trabajadora y vecinos que en sus lanchas personales salieron a buscar a personas en apuros. Muchos de ellos viajaron por millas, incluyendo veteranos de Katrina, para llegar a las áreas devastadas y ayudar.
Uno de los voluntarios de Baton Rouge fue Abdullah Muflahi, propietario de la tienda Triple S, el sitio donde policías de Baton Rouge mataron a Alton Sterling hace dos meses, lo cual provocó furia y protestas. Muflahi conoció al candidato del Partido Socialista de los Trabajadores para vicepresidente de Estados Unidos, Osborne Hart, cuando este se sumó a las protestas ahí.
“La inundación devastó toda esta área. Y la crisis continúa para la mayoría de la gente”, dijo Muflahi al Militante durante una entrevista telefónica el 28 de agosto. “Las personas que perdieron su casa ahora están luchando para recibir dinero por daños de las compañías de seguros y de FEMA. Muchas personas me han dicho que les han prometido menos de la mitad de sus pérdidas.
“Muchos de los que viven aquí alquilan, y lo perdieron todo, y literalmente tienen que comenzar de nuevo”, dijo.
“Cuando la lluvia amainó, la gente salió con sus lanchas y camiones personales para hacer el trabajo”, dijo Muflahi. “Sin esta asistencia voluntaria, creo que habría mucha gente por ahí y la situación sería mucho peor.
“Hay refugios, pero la mayoría están rebosados”, dijo.
“Simplemente no hay casas habitables disponibles para alquilar”, reportó la Radio Nacional Pública (NPR) el 19 de agosto. Y aquellos sin seguro contra inundaciones —y muchos no lo tenían— enfrentan un desastre económico.
El gobierno estatal y FEMA han anunciado un programa parecido al iniciado por FEMA para responder a la tormenta Sandy en Nueva York. El programa se destacó por solo una cosa: los trabajadores damnificados dijeron que estaba estructurado para beneficiar a las compañías de construcción por sus reparaciones de baja calidad.
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