Vol. 80/No. 41 31 de octubre de 2016
La batalla y sus secuelas aumentarán las tensiones y conflictos entre las fuerzas involucradas —incluyendo los gobiernos de Iraq, Turquía, la región autónoma kurda en Iraq y las milicias chiitas respaldadas por Teherán— e incrementarán las acciones bélicas del imperialismo norteamericano.
Washington ha desplegado más tropas para la ofensiva en Mosul, uno de los últimos reductos del Estado Islámico. Con su último despliegue de 600 tropas, Washington ahora tiene unos 6 mil soldados en Iraq, el número más alto en años.
Al mismo tiempo, Moscú y el régimen de Bashar al-Assad en Siria continúan su asesino ataque contra las fuerzas opositoras en la ciudad de Alepo, tratando de cambiar el equilibrio de fuerzas a su favor antes de una nueva ronda de negociaciones por un alto al fuego.
Washington y sus aliados imperialistas son demasiado débiles políticamente para intervenir directamente para imponer algo que se asemeje a una situación estable para sus intereses en Siria. Mientras acusan a Moscú y a Damasco de “crímenes de guerra”, la única salida que ven es continuar buscando un acuerdo con el gobierno ruso para lograr una tregua.
La ofensiva en Mosul ha provocado confrontaciones entre Bagdad y Ankara. “Participaremos en la operación para liberar a Mosul y nadie nos lo puede impedir”, dijo el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, el 1 de octubre. Ankara tiene unos 2 mil soldados en el norte de Iraq.
“Hemos pedido a la parte turca que no intervenga en los asuntos iraquíes”, dijo el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi el 5 de octubre, expresando temor a una guerra regional. Un portavoz de las milicias chiitas de las Fuerzas Populares de Movilización, que combaten junto al ejército iraquí en Mosul, amenazó con atacar a las tropas turcas si no se retiran de Iraq.
Un artículo del 5 de octubre de la agencia de noticias Rudaw señaló que el desplazamiento de milicias chiitas en la provincia de Nínive, de la cual Mosul es la capital, las pondrían potencialmente en conflicto con los kurdos.
Los peshmerga, las fuerzas del Kurdistán iraquí, han ampliado la región bajo control kurdo en un 40 por ciento durante la lucha contra el Estado Islámico desde el 2014. Esto incluye áreas que ellos dicen eran tradicionalmente kurdas, pero que fueron sometidas a décadas de “arabización” bajo el régimen de Saddam Hussein.
El régimen chiita actual en Bagdad es conocido por sus medidas opresivas contra la minoría suní del país. Este es un factor explosivo que afecta las maniobras de los aliados contendientes que se preparan para lo que resulte de la derrota del Estado Islámico en Mosul.
El Gobierno Regional de Kurdistán dice que los combatientes del peshmerga no permanecerán en Mosul, donde la mayoría de la población es suní árabe. Pero el presidente regional kurdo Masoud Barzani ha pedido que se permita que los kurdos de la región puedan votar si se quieren unir al Kurdistán iraquí.
Tampoco hay acuerdo sobre quién gobernará Mosul.
Entretanto, aviones de combate rusos y sirios continúan su bombardeo de la parte oriental de la ciudad de Alepo, bajo control de la oposición.
La candidata presidencial demócrata Hillary Clinton y otros políticos que piden una acción militar más agresiva por parte de Washington están flotando la idea de imponer una “zona de exclusión aérea” en Siria.
“Para controlar todo el espacio aéreo en Siria sería necesario hacerle la guerra a Siria y a Rusia”, dijo en una audiencia del congreso el mes pasado el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto.
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