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Vol. 81/No. 8      27 de febrero de 2017

 
(portada, comentario)

Llamar a Trump fascista desorienta a la clase obrera

 
POR SETH GALINSKY
Muchos liberales, algunos conservadores y casi toda la izquierda de clase media califican de fascista al presidente Donald Trump y su administración. Basándose en la rica historia del movimiento obrero revolucionario, el Partido Socialista de los Trabajadores tiene un punto de vista diferente.

¿Hay algo fundamentalmente diferente entre la administración de Trump y las anteriores administraciones demócratas o republicanas? ¿Es Trump realmente un nuevo Adolfo Hitler o un “Mussolini con traje azul y corbata”, como escribió Norman Pollack en el sitio web de Counterpunch el 3 de febrero?

¿O es Trump simplemente el nuevo jefe ejecutivo de la clase dominante de Estados Unidos, el cual ganó las elecciones dada la desconfianza generalizada en su oponente, Hillary Clinton, y el interés de la clase obrera en un cambio político cuando los trabajadores están siendo golpeados por los efectos de la cada vez más profunda crisis económica capitalista mundial?

La respuesta a esta pregunta tiene consecuencias políticas serias para toda persona interesada en defender los intereses de la clase trabajadora en Estados Unidos y en todo el mundo.

Debido al declive de la cultura política marxista en el mundo de hoy, el término “fascista” es un epíteto que usan muchos en la izquierda para referirse a cualquier político demagogo. Hacen poco para aprender la rica historia de los escritos del movimiento obrero revolucionario sobre el fascismo desde Alemania e Italia a Estados Unidos.

Fascismo es el nombre dado a movimientos reaccionarios de masa que surgieron en víspera de la Segunda Guerra Mundial —como el dirigido por Benito Mussolini en Italia y el de Hitler en Alemania; con ecos en Estados Unidos y otros países imperialistas— que fueron respaldados por las clases capitalistas de dichos países cuando la actual dictadura del capital ya no podía sobrevivir por medios “democráticos” normales.

León Trotsky, dirigente de la Revolución Rusa, que fue expulsado de la Unión Soviética en 1929 por José Stalin como parte de una amplia contrarrevolución contra el programa de V.I. Lenin que había llevado a los trabajadores y agricultores de Rusia al poder en 1917, escribió extensamente sobre el fascismo. Su objetivo era exponer claramente la dinámica de clases que condujo al ascenso del fascismo, y preparar políticamente a los trabajadores con ideas revolucionarias a luchar contra él.

Por medio del movimiento fascista “el capitalismo pone en movimiento a las masas de la pequeña burguesía enloquecida y a bandas del lumpenproletariado desclasado y desmoralizado —todos los innumerables seres humanos que el mismo capital financiero ha llevado a la desesperación y al frenesí”, explicó Trotsky, y luego los utiliza como matones para aplastar el movimiento obrero y sus organizaciones comunistas de vanguardia.

Los fascistas “inicialmente atacan a las ‘altas finanzas’ y los banqueros, cubriendo su demagogia nacionalista con demagogia anticapitalista’, explicó el secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, Jack Barnes, en el Desorden Mundial del Capitalismo. Para distraer a los elementos pequeñoburgueses arruinados y a trabajadores desmoralizados del hecho que el capitalismo era el responsable de sus problemas, los nazis culparon a los judíos, convirtiéndolos en el chivo expiatorio culpable de la creciente crisis económica y política y lanzaron llamados a una solución “final” de la “cuestión judía”. A la vez, los fascistas “imitaron gran parte del lenguaje de las corrientes en el movimiento obrero. ‘Nazi’ era la abreviatura del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán”.

“El fascismo no es una forma de gobierno capitalista, sino una manera de mantener el dominio capitalista”, dijo Barnes.

Los grupos fascistas, que inicialmente existen al margen de la sociedad, solo reciben apoyo financiero y político de una parte significativa de la burguesía cuando la clase obrera “plantea un desafío cada vez más serio al dominio capitalista”, dijo Barnes.

En Alemania e Italia la clase obrera fue incapaz de unificar y movilizar a sus aliados para derrocar al capitalismo y tomar el poder debido a la traición del estalinista Partido Comunista y de los socialdemócratas reformistas.

En 1930 el Partido Social Demócrata obtuvo 8 577 700 votos y el Partido Comunista 4 592 100 votos en comparación con los 6 409 600 que obtuvieron los nazis. Si los socialdemócratas y el Partido Comunista hubiesen formado un frente unido, si los sindicatos que estos partidos dirigían hubiesen organizado guardias de defensa obrera, si hubiesen estado en un rumbo político para dirigir a la clase trabajadora al derrocamiento del poder capitalista, podían haber detenido al fascismo. En cambio, no hicieron nada para enfrentarse a las bandas fascistas y Hitler llegó al poder sin una lucha.

Los trabajadores pagaron un precio alto en sangre por la traición estalinista y socialdemócrata. Millones de judíos y gitanos fueron enviados a su muerte en los campos de concentración. Los sindicatos fueron destruidos. La clase obrera fue expulsada de la escena política.

Trump sorprendió a los políticos burgueses y a los expertos de todo el espectro político. Convenció a una capa de trabajadores de que él era un mal menor comparado con Clinton; algo no tan difícil dado el historial antiobrero de Bill y Hillary Clinton cuando ocuparon la Casa Blanca. Hillary Clinton ayudó a que Trump ganara llamando a los trabajadores que estaban considerando votar por él “deplorables” e “irredimibles”.

Muchos en la izquierda aún usan hoy este lenguaje. Andrew Levine, dice en Counterpunch el 3 de febrero, que “los partidarios de Trump se dividen en tres grandes categorías: ingenuos, deplorables y oportunistas”.

Levine dice que el problema es la “chusma cuyas jaulas él [Trump] había sacudido y cuyas pasiones había inflamado”, mostrando así su propio desprecio y miedo de la clase obrera.

De hecho, las políticas de Trump son una mezcla de pasos diseñados para atraer apoyo de la clase trabajadora, como su desdén por las falsas cifras de desempleo del gobierno y su llamado a la construcción de infraestructura y un programa de reparación para proveer empleos, con una retórica nacionalista demagógica que divide a la clase trabajadora. Al igual que otros políticos burgueses, su intención es apuntalar al capitalismo.

‘Izquierda’ no interesada en hechos

A los que gritan “fascistas”, los hechos no les importan.

El dirigente del Partido Mundo Obrero, Larry Holmes, para mostrar un solo ejemplo, dijo en un discurso el 29 de enero: “Construir el ‘muro’ y esta prohibición contra los musulmanes son actos fascistas”.

Holmes omite que cerca de 650 millas del “muro” a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México ya han sido construidas, en su mayoría por las administraciones de George W. Bush y Barack Obama. ¿Cree Holmes que Bush y Obama son fascistas?

Calificar a Trump de fascista ayuda a preparar el camino para resucitar, como respuesta, al Partido Demócrata, el otro partido de la clase dominante.

Hay otro peligro en caracterizar erróneamente a Trump y a su administración como fascistas. Desarma políticamente a la clase obrera cuando de verdad el fascismo vuelva a asomar su horrible rostro.

A los trabajadores comunistas no les importa por cual candidato burgués algún trabajador individual haya votado o si votó o no en las elecciones presidenciales. Lo que el pueblo trabajador necesita es organizarse independientemente de ambos partidos capitalistas.

Lejos de que haber sido aplastado por bandas fascistas, el espacio político para que los trabajadores discutan, debatan y luchen, está ampliamente abierto. Los candidatos del Partido Socialista de los Trabajadores llevan su programa revolucionario y ganan apoyo en las puertas de los hogares de los trabajadores en las ciudades, pueblos y en el campo, así como en las líneas de piquetes y las acciones de protesta social.

Decimos que el Partido Socialista de los Trabajadores es su partido. Lo que hagamos ahora para construir un partido obrero revolucionario será decisivo en los próximos años.  
 
 
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