La deportación de trabajadores es menos popular que nunca entre los trabajadores en Estados Unidos —incluso entre los que votaron por Trump— que enfrentan la carnicería de la crisis económica capitalista mundial. Muchos saben que el objetivo de las redadas y las deportaciones no es sólo los trabajadores sin papeles. Las medidas tienen como fin dividir a la clase trabajadora y bajar los salarios y condiciones de vida de todos nosotros para beneficiar a los gobernantes capitalistas.
Las nuevas normas del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) abren el camino a redadas y deportaciones más amplias. Pero Trump sigue diciendo que se concentrarán en los inmigrantes que han sido encontrados culpables de delitos.
“Estamos removiendo a pandilleros, narcotraficantes y delincuentes”, dijo Trump en su discurso al congreso el 28 de febrero.
Antes de la sesión, Trump lanzó un globo de prueba sobre un plan bipartidista para crear un “camino” a la legalización de los trabajadores indocumentados sin antecedentes penales.
Queda por ver cuál será el curso exacto que la administración va a seguir. Eso aun esta siendo disputado.
Las normas del DHS indican que los inmigrantes que entren ilegalmente a los Estados Unidos —sin importar su país de procedencia— serán devueltos al “territorio del país extranjero limítrofe del que llegaron” —en otras palabras México— mientras esperan audiencias judiciales.
“Les dijimos que eso era imposible”, dijo el secretario de gobernación de México, Miguel Ángel Osorio Chong, a la prensa el 24 de febrero.
Mientras que Trump se jacta de ser un negociador duro, el gobierno mexicano también tiene cartas fuertes en la mano.
El columnista del New York Times, Eduardo Porter, señaló el 22 de febrero que las detenciones de inmigrantes mexicanos en la frontera son las más bajas en 40 años. Debido a la alta tasa de desempleo en Estados Unidos y del control más estricto de la frontera, menos mexicanos están entrando a Estados Unidos que los que están regresando a México.
El año pasado, el gobierno mexicano deportó a más de 143 mil centroamericanos que intentaron cruzar México para entrar a Estados Unidos. De hecho, el “muro, por así decirlo, es México”, dijo Porter. Si el gobierno capitalista en México dejara de deportarlos, eso podría duplicar o triplicar el número de los que llegan a Estados Unidos.
Decenas de miles de personas han marchado en México contra la amenaza del gobierno de Trump de colocar en México a todos los inmigrantes que deporten. Una pancarta en la Ciudad de México decía: “Gracias, Trump, por unificar a México”
La Casa Blanca también ha sugerido la posibilidad de aumentar considerablemente los aranceles sobre los bienes importados de México. Alrededor del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas —21 mil millones de dólares— van a Estados Unidos.
Pero eso tampoco es una calle de un solo sentido. La agroindustria estadounidense exporta 17.7 mil millones de dólares anualmente a México, su tercer cliente más grande, en productos que van desde el maíz y el trigo hasta el jarabe de maíz.
Oposición entre militares, policía
Hay poco apoyo entre los mandos militares para usar las fuerzas armadas como agentes auxiliares de inmigración.
El Secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, fue a la ciudad de México el 23 de febrero con el Secretario de Estado Rex Tillerson para sostener pláticas con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto. “No habrá —repito no habrá— uso de la fuerza militar en operaciones de migración”, dijo. El general jubilado de la infantería de marina también dijo que “no habrá —repito, no habrá— deportaciones en masa”.
Más bien, dijo Kelly, los agentes de inmigración se concentrarían en “criminales”, esencialmente la política mantenida durante la presidencia de Barack Obama.
Muchos jefes de policía se han pronunciado en contra de que sus agentes actúen como policías de inmigración, con el temor de que los inmigrantes estén menos dispuestos a hablar con ellos. “Prefiero que mis agentes se concentren en perseguir a delincuentes violentos y allanadores de casas en vez de perseguir a niñeras y cocineras”, dijo a la prensa el jefe de policía de Houston, Art Acevedo.
En su discurso ante el congreso, Trump sugirió la imposición de nuevas restricciones a la inmigración legal, además de perseguir a los trabajadores sin papeles. Llamó a “cambiar este sistema de inmigración actual que trae a los menos calificados, y en lugar de esto adoptar un sistema basado en el mérito”.
Trump no es el único que aboga por cambios en las normas de inmigración para favorecer la admisión de gente más “inteligente”: los expertos en tecnología, empresarios y meritócratas. La reducción de la inmigración de trabajadores, dice Trump, “aumentará los salarios de los trabajadores y ayudará a las familias con problemas económicos, incluso las de inmigrantes”.
Pero hay cada vez más trabajadores que no aceptan que los trabajadores sean confrontados unos contra otros independientemente de donde hayan nacido.
Jim George, de 68 años, que reside en Perry, Iowa, donde se encuentra una planta procesadora de carne de Tyson Foods, dijo al Washington Post el 26 de febrero que aunque había votado por Trump, no está de acuerdo con las deportaciones. “Estas son buenas personas”, dijo. “Este lugar no funcionaría sin la gente que ha venido aquí”.
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