Vol. 81/No.25 10 de julio de 2017
Wheeler había instado al gobierno federal a que prohibiera el evento después que Jeremy Christian, un ultra-derechista, que gritaba insultos anti-musulmanes, mató a dos personas en un tren aquí. Los dos fallecidos y otro que terminó herido, habían venido a la defensa de dos mujeres jóvenes a las que Christian estaba atacando, una de las cuales llevaba un pañuelo en la cabeza. Christian ha sido acusado de asesinato.
Joe Gibson, organizador del acto pro-Trump, dijo a los participantes que expulsaría a cualquier supremacista blanco. Él y otros oradores dijeron que Rick Best y Taliesin Myrddin Namkai-Meche, los dos hombres que murieron en el tren, eran héroes. Gibson había expulsado a Christian de un previo evento pro-Trump.
Después de una hora relativamente pacífica de las dos protestas, algunos anarquistas con máscaras negras comenzaron a arrojar ladrillos a la policía. Los policías respondieron detonando granadas, arrestando a 14 personas y empujando a la gente de un extremo del parque al otro. Los policías mantuvieron un aluvión de anuncios amplificados a un nivel ensordecedor, ordenando a los manifestantes a que se dispersaran.
Un equipo de miembros del Partido Socialista de los Trabajadores, incluyéndome a mí, candidata del PST para alcalde de Seattle, pusieron una mesa de la campaña para presentar al partido y su perspectiva obrera a personas de ambos eventos, así como a transeúntes, durante más de dos horas.
Una mujer que se presentó como Ardith le dijo al miembro del PST John Naubert que ella era partidaria de Trump y que había venido a la manifestación desde el sur de Oregon, principalmente porque quería hablar con la gente anti-Trump. Dijo que aunque algunos estaban abiertos a una discusión, un hombre le dijo insistentemente: “¿Por qué no vas al otro lado de la calle donde están los fascistas?”
Naubert dijo que el PST explica que la clase trabajadora es el verdadero blanco de la histeria anti-Trump en los medios burgueses liberales y las protestas radicales anti-Trump. Estas fuerzas ven a la clase trabajadora como estúpida, reaccionaria y peligrosa. Ardith dijo que disfrutó de la discusión y compró un ejemplar de El historial antiobrero de los Clinton: Por qué Washington le teme al pueblo trabajador por el secretario nacional del PST Jack Barnes.
Había varios otros como Ardith. “William Jones, que llevaba pantalones de camuflaje, un chaleco antibalas y una camiseta y portaba una bandera de Estados Unidos en un poste, estaba sentado a lo largo de una barrera de hormigón frente al ayuntamiento”, informó el Portland Oregonian, “conversando con manifestantes anti-Trump sobre si puede haber socialismo en una sociedad capitalista y si Trump mejorará la vida de alguna persona que no sea rica.
“Jones dijo que le gusta mantener una mente abierta y debatir con la gente, tratando de cambiar las opiniones o dejar que otros cambien la suya”, informó el periódico.
David Servillo, un trabajador de hospital en Portland originario de Francia, nos dijo que el creía que hubiera sido un error atacar la manifestación de Trump. “Es una democracia, ¿verdad?”. Estaba encantado de ver los títulos de política revolucionaria en francés en la mesa del PST. Decidió comprar una suscripción al Militante y una edición en francés de ¿Es posible una revolución socialista en Estados Unidos? por la dirigente del PST, Mary-Alice Waters.
Había algunos manifestantes anti-Trump que no apreciaban la presencia del PST. Al finalizar las protestas, los miembros del PST empacaron sus libros y se prepararon para marcharse. Un grupo de anarquistas trató de provocar a los partidarios de Trump, apilando cajas de periódicos en las calles para bloquear a la policía. Los policías comenzaron a barrer las calles y ordenaron que la gente se dispersara.
Un anarquista que buscaba atacar a la gente de Trump, y que no miró amistosamente al PST, agarró nuestra mesa y la lanzó, junto con nuestra estantería de libros, a la calle para obstruir un coche de la policía.
Participantes de la manifestación pro Trump se detuvieron para ayudarnos a recuperar nuestra mesa y estantería de la calle y llevarlos junto con los libros a nuestro coche.
“Me alegro de ver que su artículo dice que los trabajadores son el blanco de la furia de los liberales”, me dijo Miles, uno de los hombres que nos ayudaba, mirando uno de los titulares en el Militante. “No empecé como partidario de Trump, pero no podía soportar a Clinton. Ahora tengo amigos que son liberales que no quieren hablar conmigo.
“¿Cuál es el nombre de su partido?”, preguntó. “Gracias por estar aquí”.
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