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Vol. 81/No. 35      25 de septiembre de 2017

 
(portada)

Teherán, Assad impulsan sus intereses a costa
de Washington

 
POR JIM BRADLEY
Las fuerzas libanesas de Hezbollah y sus milicias chiítas aliadas —apoyadas por Moscú, las fuerzas armadas del dictador sirio Bashar al-Assad y oficiales iraníes— avanzaron hacia el sureste de Siria el 5 de septiembre, rompiendo el sitio mantenido por el Estado Islámico de la ciudad de Deir el-Zour en el valle del Éufrates, un área rica en petróleo. Al hacerlo, bloquearon los esfuerzos de Washington y sus aliados de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), dirigida por kurdos, para extender su control de esta región clave.

Lo que se está desarrollando, dijo el Washington Post el 5 de septiembre, es ‘una carrera global para controlar el resto de la provincia con el mismo nombre, Deir el-Zour, la cual Washington también se ha estado preparando para liberar”.

Bombarderos y fuerzas especiales estadounidenses y las SDF están tratando de tomar Raqqa, la cual ha servido como capital del auto-declarado califato del reaccionario Estado Islámico en Siria e Iraq, a unas 90 millas de Deir el-Zour.

La rapidez y el tamaño de las fuerzas involucradas en la ofensiva de Teherán, Bagdad y Moscú reflejan la importancia que estos regímenes asignan a la zona. Para los gobernantes iraníes, el premio será abrir una ruta terrestre que una a Teherán, las zonas de Iraq controladas por la milicias chiítas, las áreas controladas por Assad en Siria y Hezbollah en el Líbano.

El avance de Assad fue ayudado por ataques con misiles de crucero contra las posiciones del Estado Islámico lanzados desde buques de guerra rusos en el Mar Mediterráneo.

A medida que se prolonga la sangrienta guerra civil siria, todos los regímenes imperialistas y capitalistas involucrados están luchando para promover sus propios intereses económicos, políticos y militares nacionales en el área.

En 2014, con la captura de grandes extensiones de territorio en Siria e Iraq, el Estado Islámico tomó la provincia de Deir el-Zour y la mayor parte de su capital de los rebeldes que luchaban contra Assad. La provincia de Deir el-Zour es el último bastión del Estado Islámico en Siria. Se extiende hasta la frontera con Iraq.

La guerra civil de más de seis años estalló en 2011 después que Assad derrotara movilizaciones que exigían derechos democráticos y el fin de su régimen. Con la intervención de Washington, Moscú, Teherán y Ankara, la guerra ha convertido lo que antes era Siria en una caldera de intereses capitalistas rivales. Más de 400 mil personas han muerto y la mitad de la población siria de 22 millones viven como refugiados.

La intervención militar de Washington pretende lograr un arreglo político de la guerra como parte de su esfuerzo por reimponer la estabilidad imperialista en el Medio Oriente. Aunque inicialmente exigía el retiro de Assad del poder, Washington ahora acepta la realidad de que el régimen ha sobrevivido. Recientemente, Washington puso fin a un programa encubierto de la CIA que suministraba armas a varios de los grupos rebeldes que luchan contra Assad.

En un foro de seguridad de Aspen, Colorado, en julio, el director de la CIA, Mike Pompeo, dijo que Washington tiene dos enemigos en Siria, el Estado Islámico e Irán. De esto último se trata la competencia por Deir el-Zour. Y es la razón por la que los oficiales iraníes, Hezbollah y las milicias chiítas iraquíes están muy involucrados.

Los avances de Assad en el valle del Éufrates fueron posibles gracias a un acuerdo alcanzado por Moscú, Teherán y el régimen de Recep Tayyip Erdogan en mayo pasado para establecer cuatro zonas de distensión basadas en acuerdos de alto al fuego con las fuerzas rebeldes, que en realidad fueron rendiciones negociadas llamadas “acuerdos de reconciliación nacional”. Esto permitió a los rebeldes trasladarse a Idlib, permitiéndole a las tropas del régimen enfocarse hacia el este.

Damasco también ha amenazado con emprender acciones militares para recuperar la región autónoma controlada por los kurdos en la frontera turco-siria.

‘Tejido social destruido’
A pesar de los acuerdos, el régimen de Assad continúa bombardeando a opositores y a civiles en las “zonas de distensión” con bombas que mutilan y matan indiscriminadamente.

“La vida es inexistente. Hay un terror permanente y la gente no sale de sus sótanos”, dijo a Reuters Abdullah al-Khatib, un ex electricista que vive con su familia de ocho miembros en Ain Terma, cerca de Damasco.

Las condiciones para los trabajadores en los territorios controlados por Assad son desastrosas. Más del 85 por ciento de la población vive en la pobreza. El 60 por ciento no tiene dinero para comprar alimentos u otros artículos de primera necesidad. La inflación está fuera de control. La ayuda extranjera es la única forma de sobrevivir para la mayoría.  
 
 
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