Esto es lo opuesto de la actitud de las autoridades en Estados Unidos, ejemplificada en las imágenes de decenas de miles de personas atrapadas en tráfico en camino de Miami a Atlanta, si es que lograron obtener combustible.
Una vez que estuvo claro que Cuba estaba en el trayecto del huracán, la Defensa Civil nacional y local fue activada —trabajando con los sindicatos, organizaciones de masas, ministerios gubernamentales y directores de industrias estatales— para utilizar todos los recursos de la revolución para minimizar daños a la vida humana.
Todas las 16 provincias y municipalidades tienen un comité de defensa local. La Defensa Civil organiza simulacros y distribuye ampliamente guías en áreas rurales y urbanas con detalles sobre lo que cada hogar y centro de trabajo debe hacer. La dirección central del gobierno revolucionario está directamente involucrada.
Todos saben de antemano a cual refugio deben ir —o cuál amigo, vecino o pariente está listo para alojarlos— qué deben tener en un bolso de emergencias, y las rutas de evacuación. Toman medidas especiales para las personas mayores, discapacitados, enfermos y embarazadas.
Todas estas acciones se pusieron en práctica para el huracán Irma.
Para minimizar las pérdidas y suministrar alimentos para los refugios se organizaron brigadas para cosechar cultivos en las zonas amenazadas. Alrededor de 40 toneladas de semillas para uso en los esfuerzos de reconstrucción fueron almacenadas.
El ganado fue trasladado a tierras más altas. Paneles solares y antenas parabólicas fueron desmontadas para que no fueran dañadas.
Más de 1 600 trabajadores de la electricidad fueron enviados con anticipación a las áreas que serían las más afectadas, y estar preparados para restaurar la energía. Se prepararon equipos de médicos y enfermeras para atender a los evacuados. Cientos de refugios en todo el país fueron inspeccionados para garantizar que tuvieran los suministros necesarios, desde linternas, estufas y radios hasta alimentos y medicinas.
Antes de que azotara el huracán, más de un millón de personas habían sido evacuadas, con calma, con dignidad, el 70 por ciento de ellas alojadas en otros hogares.
“Por la inmensidad de su tamaño prácticamente ningún territorio se libró de sus efectos”, dijo el presidente Castro. La agricultura fue especialmente golpeada. Una gran parte de la cosecha de plátano fue destruida —unos 22 mil acres— así como la mitad de todos los cultivos de hortalizas. Hubo grandes pérdidas en granjas de ganado, cerdo y pollos.
“Ningún recurso material tiene mayor valor que la vida de una persona”, dijo Federico Hernández, presidente del Consejo de Defensa de la provincia de Granma, el 7 de septiembre. Diez personas murieron durante los tres días que la tormenta azotó la isla. A diferencia de los Estados Unidos y las colonias imperialistas en el Caribe, el gobierno revolucionario cubano sabía y publicó los nombres de cada persona que pereció y la razón por la que no pudieron sobrevivir.
‘Batalla por la reconstrucción’
“Nadie se llame a engaño”, dijo Castro. “La tarea que tenemos por delante es inmensa, pero con un pueblo como el nuestro ganaremos la batalla más importante: la recuperación”.
Cuba también está ayudando a otros países afectados por la tormenta. Alrededor de 771 trabajadores de la salud que se encontraban en Antigua y Barbuda, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, Bahamas, Dominica y Haití cuando el huracán golpeó, continúan sus labores.
Doce voluntarios cubanos, incluyendo linieros y un ingeniero eléctrico, llegaron a St. John’s, Antigua, el 10 de septiembre para viajar a Barbuda y reparar el sistema eléctrico. Casi todas las viviendas de la isla fueron dañadas y todos los habitantes han sido evacuados a Antigua con la ayuda del gobierno venezolano.
El pueblo cubano está demostrando una vez más que “comparten lo que tienen, no lo que sobra”.
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