Los trabajadores se unieron al sindicato y ganaron su primer contrato después de la muerte de David Eleidjian en 2013, un trabajador temporal que solo llevaba trabajando una semana. Su ropa se atoró en una máquina mezcladora y fue machacado. Veterano de la guerra en Iraq, Eleidjian, era padre de un niño de tres años.
La oficina de seguridad ocupacional y salud de California impuso una multa a Henkel de 200 825 dólares por violaciones en la seguridad y de 1 500 dólares a la agencia de contratación.
“Esta tragedia era totalmente evitable”, dijo el director del departamento de relaciones industriales de California. “La compañía continuó operando la mezcladora sabiendo que el mecanismo protector de la misma exponía a los trabajadores a piezas móviles peligrosas”.
La empresa ha obligado a los trabajadores de control de calidad, de almacén y de las agencias de contrato temporal, entre otros, a trabajar junto a supervisores que no han sido capacitados para operar equipos peligrosos.
“Por favor tengan cuidado, sin el adiestramiento adecuado este trabajo puede ser muy peligroso. En los últimos años han habido numerosos accidentes, incluyendo uno mortal. Trabajamos con ustedes todos los días y nos concierne su seguridad”, reza un volante del sindicato distribuido a los trabajadores a la entrada de la empresa.
“¡Este es el mismo tipo de tácticas intimidatorias, falta de respeto y total indiferencia hacia la seguridad en el centro laboral que nos empujó a decir basta ya y a sindicalizarnos! ¡Juntos somos más fuertes! ¡Podemos ayudarles!”
“Los trabajadores no sindicalizados trabajan aterrados por las máquinas que según la compañía están certificados para operar”, dijo Steve Older, un representante sindical, al Militante. “Nuestro conflicto no es con ellos. Es con la compañía”.
Han habido dos protestas frente a la planta y miembros del sindicato del acero de la cercana fábrica de bobinas POSCO, organizaron un asado para los huelguistas.
Los automovilistas que pasan por la línea de piquetes tocan sus bocinas en señal de apoyo. Mientras este corresponsal se encontraba allí, una mujer detuvo su auto y se bajó con botellas de agua. “Vivo cerca y quiero mostrar mi apoyo”, dijo al estrechar la mano del huelguista Jeremy Albert.
“Me sorprende lo unidos que estamos”, dijo Albert, un operador. “Pero tenemos que estarlo. Nos acorralaron contra la pared”.
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