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Vol. 81/No. 45      4 de diciembre de 2017

 
(portada)

Venezuela: Crisis de la deuda, sanciones
golpea a trabajadores

 
POR SETH GALINSKY
Ante la crisis económica capitalista, el presidente venezolano Nicolás Maduro, anunció el 2 de noviembre que su gobierno iniciaría el “refinanciamiento y reestructuración” de la deuda de Venezuela, estimada en unos 150 mil millones de dólares.

Desde que Maduro asumió el cargo en 2013 tras la muerte de Hugo Chávez, Caracas no había fallado en ningún pago, desembolsando más de 70 mil millones de dólares para el pago de intereses y el principal, incluyendo 2 mil millones el mes pasado. La tasa de interés en algunos de los bonos es del 30 por ciento.

Pero el 14 de noviembre, la agencia de calificación crediticia Standard & Poor rebajó la calificación de la deuda venezolana de “basura” a “incumplimiento selectivo” debido a la omisión de un pago, aunque aún ve al gobierno como “comprometido a saldar sus deudas internacionales”.

Washington y algunos de sus aliados en América Latina están tratando de utilizar la crisis de la deuda del gobierno venezolano para obligar a Maduro a ceder parte del poder político a la oposición burguesa respaldada por Washington. Dicen que no aceptarán ninguna propuesta de reestructuración de bonos que no haya sido respaldada por la moribunda Asamblea Nacional dominada por el bloque opositor.

El precio del petróleo —fuente del 95 por ciento de las divisas del gobierno— cayó de alrededor de cien dólares por barril en 2014 a 50 dólares o menos en la actualidad. El ingreso del petróleo ha disminuido aun más porque la producción de los campos petrolíferos estatales ha caído a menos de 2 millones de barriles por día, su nivel más bajo en 30 años, como resultado de la mala gestión burocrática y la corrupción.

Moscú anunció el 14 de noviembre que no cancelaría, sino que reestructuraría el pago de los 3.15 mil millones de dólares de deuda venezolana durante el curso de una década. La cancillería rusa dijo que esperaban que la medida animara a otros gobiernos y acreedores a seguir su ejemplo.

El gobierno estadounidense se ha opuesto a la “revolución bolivariana” de Venezuela desde que Chávez asumió la presidencia en 1998. Los gobernantes estadounidenses se opusieron a la colaboración del nuevo gobierno con La Habana y al florecimiento del orgullo, dignidad y combatividad que se propagó en la clase trabajadora tras la toma del poder de Chávez.

Casi la mitad de la deuda externa de Venezuela está en manos de tenedores de bonos y fondos de cobertura de Estados Unidos.

Washington, Ottawa y la Unión Europea están imponiendo nuevas sanciones contra el gobierno de Maduro. El 9 de noviembre, el Departamento del Tesoro norteamericano agregó a 10 altos funcionarios venezolanos a su lista de personas a quienes se les prohíbe viajar a Estados Unidos y cuyas cuentas bancarias están sujetas a ser intervenidas. Afirman que estos funcionarios están “asociados con socavar el proceso electoral, con la censura de medios o con la corrupción”.

El gobierno venezolano respondió que son un país libre y soberano y que las sanciones de Washington “son parte de la sistemática campaña de agresión” contra Venezuela.

Pueblo trabajador es el más afectado
Los trabajadores y agricultores en Venezuela cargan la peor parte de la crisis económica capitalista y la caída del producto nacional bruto del país, estimada en un 35 por ciento desde 2014.

Según el Fondo Monetario Internacional la inflación ha llegado al 653 por ciento en lo que va del año.

Con el pago de la deuda —las reservas de Venezuela han descendido de 30 mil millones de dólares en 2013 a menos de 10 mil millones en la actualidad— el gobierno ha reducido las importaciones de alimentos y medicinas en más del 70 por ciento.

La desnutrición infantil está aumentando. Cerca de 11 500 niños murieron en 2016, un aumento del 30 por ciento respecto al año anterior, según la CNN. Los casos de malaria subieron hasta 240 mil, un aumento del 76 por ciento.

Las medidas del gobierno de Maduro para paliar la crisis —incluidas la subvención de alimentos para los trabajadores, aumentos del salario mínimo, represión del mercado negro, la creación de ferias de alimentos con productos en escasez a precios subsidiados— están dirigidas a tratar de administrar el mercado capitalista de alguna manera. Pero sin organizar a los trabajadores para que tomen el control de la producción industrial y la agricultura para satisfacer las necesidades de la gran mayoría, estas medidas no ofrecen una vía para terminar con el desastre social que enfrenta la clase trabajadora.

Descontento entre los trabajadores
A pesar del descontento generalizado entre el pueblo trabajador la oposición proimperialista, agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática, fracasó en sus esfuerzos por lograr que los trabajadores boicotearan las elecciones del 30 de julio para una Asamblea Constituyente. Maduro y el Partido Socialista Unificado de Venezuela organizaron el voto para omitir y reemplazar a la Asamblea Nacional dominada por la oposición.

La Mesa organizó grandes manifestaciones en su mayoría de la clase media en todo el país durante las semanas previas a la votación, pero no tomó fuerza entre el pueblo trabajador. Los trabajadores y los agricultores saben por amarga experiencia que los partidos proimperialistas no tienen una solución a la crisis más allá de mayores ataques a sus condiciones de vida y derechos.

La Mesa se fragmentó después de las elecciones. Algunos partidos miembros ahora dicen que fue un error boicotear el voto a la Asamblea Constituyente, argumentando que la única manera de desafiar a Maduro es a través de las elecciones.

El gobierno revolucionario de Cuba ha denunciado reiteradamente la injerencia de Washington en Venezuela, y se ha pronunciado en defensa de la soberanía de Venezuela y del derecho del pueblo en ese país a decidir su propio futuro.  
 
 
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