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Vol. 81/No. 48      25 de diciembre de 2017

 
(portada, Declaración del Partido Socialista de los Trabajadores)

PST: Por el reconocimiento de un estado palestino e Israel

 
La siguiente declaración, redactada por Steve Clark, fue emitida el 11 de diciembre por Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, en nombre del Comité Nacional del PST. Está siendo difundida ampliamente por John Studer y Jacob Perasso para las campañas electorales del PST en 2018 para el Senado, gubernaturas estatales y la Cámara de Representantes de Estados Unidos, así como también para los Jóvenes Socialistas.

La decisión del 6 de diciembre del presidente Donald Trump, respaldada por Charles Schumer, líder de la minoría demócrata, de "reconocer oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel" y "comenzar los preparativos para trasladar la embajada estadounidense" subraya la necesidad política de que los gobiernos israelí y árabes y los liderazgos de las organizaciones palestinas inicien conversaciones inmediatas para reconocer tanto a Israel como a un estado palestino independiente.

Las negociaciones para llegar a ese acuerdo deben reconocer el derecho de los judíos en todas partes del mundo a refugiarse en Israel frente al aumento global del odio anti-judío y de la violencia antisemita, así como el derecho incondicional del desposeído pueblo palestino a una patria soberana con territorio contiguo en las tierras (incluida Jerusalén Oriental) conquistadas y ocupadas por el gobierno israelí durante la guerra de 1967.

Para que tales conversaciones sean exitosas, no hay duda de que los representantes palestinos insistirían en que Jerusalén Oriental sea la capital de Palestina. Tampoco puede haber duda alguna de que la delegación israelí tendría que aceptar a Jerusalén Occidental como la capital de Israel, renunciando a lo que los gobernantes de este país han llamado "Jerusalén indivisible" desde la ocupación de 1967.

Todos los que practican la fe islámica, judía o cristiana deben tener garantizado el acceso libre, seguro y digno a sus lugares sagrados en Jerusalén, incluido el sitio que los musulmanes llaman Haram al-Sharif y los judíos y cristianos llaman el Monte del Templo.

Es por este camino que el pueblo trabajador de todos los orígenes nacionales, creencias religiosas y lealtades políticas en Israel y Palestina podrá usar y defender el espacio necesario para expresarse, organizarse y comenzar a rectificar el legado sangriento de la dominación imperialista y la explotación capitalista. Estas afrentas históricas incluyen la brutal opresión colonial y nacional en todos los países árabes y musulmanes, así como los crímenes genocidas del Holocausto, de los pogromos asesinos que lo precedieron en Europa oriental y central y en Rusia, y la realidad perdurable del odio anti-judío en el actual mundo capitalista plagado de crisis.

Como precondición fundamental para avanzar por este camino, el Partido Socialista de los Trabajadores exige la derogación inmediata de la Ley sobre la Embajada en Jerusalén del gobierno norteamericano, la cual afirma que "Jerusalén debe permanecer como ciudad indivisible" y que "la embajada estadounidense en Israel debe establecerse" ahí. Esa ley fue adoptada en 1995 con abrumadoras mayorías demócratas y republicanas (93 a 5 en el Senado, 374 a 37 en la Cámara de Representantes).

Cuando el presidente Trump hizo su anuncio el 6 de diciembre en la Casa Blanca, estaba afirmando lo que representa una política y ley bipartidista de Washington, reafirmada tan recientemente como en junio de 2017 por una resolución del Senado aprobada unánimemente. Es una política reaccionaria que los partidos Demócrata y Republicano consagraron en sus plataformas presidenciales de 2016, como lo han hecho durante muchos ciclos electorales anteriores.

Los sectores de la prensa burguesa desatinan cuando alegan que el presidente Trump ha abandonado su promesa de negociar "el acuerdo definitivo" entre Israel, los palestinos y los gobiernos árabes. En realidad, la Casa Blanca les está dejando claro a sus gobiernos aliados en Arabia Saudita, los Estados del Golfo, Egipto y Jordania, así como a los maldirigentes burgueses de la Autoridad Palestina y Hamas, que Washington les está "haciendo una oferta que no pueden rechazar". Al combinar el garrote de una embajada estadounidense anticipada en Jerusalén con la zanahoria de una mayor ayuda económica y militar a los gobiernos encabezados por suníes frente a su temido rival chiita en Teherán (con sus llamados Guardias Revolucionarios y sus testaferros militares, que se extienden desde Afganistán hasta Líbano), la Casa Blanca de Trump está empeñada en facilitar negociaciones en el próximo año o dos con un resultado diferente de las gestiones fallidas de los presidentes demócratas y republicanos desde los años 90.

Es por eso que, entre otras cosas, la administración Trump rechazó el consejo del dirigente minoritario Schumer de referirse a Jerusalén como la capital "indivisible" de Israel, y afirmó que Washington deja abierta la definición de "las fronteras específicas de la soberanía israelí en Jerusalén". Con respecto a Haram al-Sharif/Monte del Templo, la Casa Blanca instó a "todas las partes a que mantengan el statu quo", es decir, que mantengan la autoridad oficial del gobierno jordano sobre esos sitios religiosos, dentro de los límites impuestos por la fuerza policiaca y militar israelí en el terreno.

Por segunda vez desde su toma de posesión en enero de 2017, el presidente también firmó una exención a la Ley sobre la Embajada en Jerusalén, lo cual le permite aplazar por otros seis meses el traslado de la embajada desde Tel Aviv, igual que hicieron las administraciones Clinton, Bush y Obama dos veces al año desde 1995. Y la administración Trump no anunció gestiones para comenzar a transferir las operaciones de la embajada en un futuro inmediato.

Las perspectivas de una lucha sostenida y efectiva dirigida por el pueblo trabajador en Palestina o en otras partes del Medio Oriente contra la política de Washington y contra sus propias clases explotadoras nacionales están perjudicadas por el agotamiento político, producto de décadas de reveses y derrotas a raíz de la maldirigencia, ya sea estalinista, nacionalista burgués o islamista.

En Estados Unidos y otros países imperialistas, organizaciones de radicales de clase media que dicen ser comunistas o socialistas han salido a la calle en contra de la declaración de la administración Trump. Estas organizaciones rechazan explícitamente cualquier perspectiva para promover la solidaridad de clase entre los trabajadores palestinos, judíos y otros; a menudo alzan el grito reaccionario: "¡Del río hasta el mar, Palestina será libre!" Esta trayectoria dirigida a expulsar a los judíos de la región les resta a estos grupos toda legitimidad moral o política para presentarse como "tribuno del pueblo … capaz de reaccionar ante cada manifestación de tiranía y opresión, sin importar dónde aparezca, sin importar qué estrato o clase de personas afecte", como lo expresó el dirigente bolchevique V.I. Lenin hace más de un siglo.

En oposición a Washington, a los gobiernos burgueses y organizaciones políticas en todo el Medio Oriente, y a la izquierda de clase media aquí en Estados Unidos, el Partido Socialista de los Trabajadores tiene un punto de partida diferente: los intereses de clase y la solidaridad de los trabajadores y pequeños agricultores en todo el Medio Oriente —ya sean palestinos, judíos, árabes, kurdos, turcos, persas o de otra nacionalidad, y cualesquiera que sean sus creencias religiosas u otras— y del pueblo trabajador en Estados Unidos y en todo el mundo.

Estamos a favor de todo lo que ayude al pueblo trabajador a organizarse y tomar acción conjuntamente para impulsar nuestras demandas y luchas contra los gobiernos capitalistas y las clases dominantes que nos explotan y oprimen, y contra sus sirvientes políticos pequeñoburgueses y apologistas mediáticos.

Estamos a favor de todo lo que renueve nuestra solidaridad y confianza de clase, que nos conduzca por un rumbo revolucionario hacia una lucha unida por el poder obrero.

Este es el curso de acción internacionalista y proletario, parte de nuestro programa comunista, que los miembros y partidarios del Partido Socialista de los Trabajadores están discutiendo con los trabajadores al hacer campaña de puerta en puerta en sus vecindarios, con sus compañeros de trabajo y sus amigos y familiares, y con quienes nos sumamos en protestas contra la política antiobrera de Washington a nivel nacional e internacional.  
 
 
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