Las divisiones en el Partido Demócrata estallaron cuando su lideres condujeron a sus congresistas a votar en favor de un proyecto de ley apoyado por el presidente Donald Trump que otorga fondos a la policía de inmigración y la patrulla fronteriza sin restricciones de cómo pueden ser usados.
Sólo cuatro demócratas se opusieron al proyecto de ley: Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib. Ellas son respaldadas por los Socialistas Democráticos de América, que apuestan a impulsar al Partido Demócrata con un programa para reformar al capitalismo a través de la ampliación del gobierno federal.
“Toda esta gente tiene su público, lo que sea, su mundo de Twitter, pero no tienen seguimiento”, dijo la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, después que la “escuadra,” como las llaman a las cuatro representantes, denunciara el voto de la mayoría demócrata. “Son cuatro personas y es la cantidad de votos que obtuvieron”.
Ocasio-Cortez acudió demagógicamente al race-baiting, diciendo que Pelosi las ataca porque son “personas de color recién elegidas”. Días después, el jefe de personal de Ocasio-Cortez, Saikat Chakrabarti, acusó al liderazgo del Partido Demócrata de estar “empeñado en hacerle a la gente negra y morena lo que los viejos demócratas del Sur les hicieron en los años 40”, refiriéndose al papel protagónico de los demócratas en la segregación racial Jim Crow en el Sur.
Chakrabarti destacó el voto de la representante Sharice Davids, diciendo que había votado “para permitir un sistema racista”. Davids es indígena americana.
Las difamaciones de ser racista y el race-baiting —que rechaza la opinión de una persona por el color de su piel— se han vuelto cada vez más comunes en el ala izquierda de la política capitalista en los últimos años como método para bloquear el debate. La mayoría de los trabajadores, negros y caucásicos por igual, rechazan estos métodos.
No había nada “racista” en los comentarios de Pelosi, aunque ella no está por encima de hacer cargos falsos de racismo contra sus oponentes, como lo hizo contra el senador republicano, Mitch McConnell en 2010, tachándolo de “racista” por expresar sus deseos que Barack Obama fuera “presidente por solo un término”.
Pelosi calificó al presidente Trump de racista por vilipendiar a las cuatro congresistas con un comentario mordaz antiinmigrante. Trump preguntó en un Tweet: “¿Por qué no se regresan y ayudan a reparar los lugares maltrechos e infectados de crimen de donde vinieron?”, a pesar de que tres de las cuatro nacieron en Estados Unidos.
El columnista del New York Times, Paul Krugman, dijo que con el insulto de Trump había llegado “la hora de la verdad” la cual demostraba que lo que motiva a su “base”, los millones de trabajadores que votaron por él en respuesta a la crisis social, moral y económica del capitalismo, no es “la ansiedad económica” sino “el racismo”.
Krugman, como muchos liberales y la izquierda, consideran a los trabajadores como intolerantes y retrasados, y que deben ser descartados por el Partido Demócrata.
El uso del race-baiting para tratar de impedir el debate y la discusión política surgirá una y otra vez.
Importancia de lucha de los negros
Los liberales y la izquierda de clase media frecuentemente usan el término “personas de color” en lugar de negros o africano americanos. Esto oculta los poderosos logros de la lucha por los derechos de los negros y el papel decisivo de los africano americanos en la lucha de clases.
La nacionalidad negra en Estados Unidos fue forjada y moldeada a través de las rebeliones de esclavos, la Segunda Revolución Norteamericana que derrocó la esclavitud, la Reconstrucción Radical y la lucha por las enmiendas 13, 14 y 15 de la constitución que expandieron los derechos constitucionales, así como por el movimiento de masas que derrocó la segregación racial Jim Crow y transformó las perspectivas sociales en formas que continúan impactando la política actual.
Los trabajadores que son africano americanos han estado al frente de cada lucha contra la opresión y en la creación de una vanguardia de la clase trabajadora que ha luchado, y luchará, contra la discriminación y la explotación capitalista.
Los medios liberales se pasaron días elogiando la actuación de Kamala Harris, una de los 24 aspirantes demócratas a la nominación presidencial, durante el debate de candidatos el 27 de junio. Ella atacó al favorito Joe Biden por haberse rehusado a apoyar la orden del gobierno federal de desegregar las escuelas que solo tenían estudiantes blancos en la década de 1970 mediante el transporte de estudiantes negros a ellas (busing).
Harris, quien es negra, describió su propia experiencia al ser transportada en autobús a la escuela. Pero después del debate aclaró que en general ella se opone a lo que los oponentes de la desegregación llaman “transporte forzado”, y explicó que el programa en el que ella participó era voluntario. Su posición es prácticamente la misma a la de Biden. Estaba utilizando el hecho de que ella es negra, y que Biden se opuso al transporte en autobuses, para sacar ventaja.
Tanto el Partido Demócrata como el Republicano están fracturados, reflejando la crisis política de los capitalistas y su temor a los “deplorables”, como Hillary Clinton llamó a la clase trabajadora en 2016. Como dijo el dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores Steve Clark, en su introducción al libro El historial antiobrero de los Clinton: Por qué Washington le teme al pueblo trabajador, “Los capitalistas financieros y los profesionales bien remunerados a su servicio perciben que nos deparan crecientes luchas, luchas de clases”.